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La Tierra de la Sal

Clausura 20º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Nidia Naranjo

Por: Gabriel Jaime Franco

IV

Es forzando la puerta como saldremos,
no la toquen,
no insistan golpeando,
no acaricien más su pomo firme,
ni miren más por el dintel
hacia el umbral sombrío,
el país está muy lejos,
mucho más allá,
aunque empiece a nacer aquí,
está más allá.

Falta por pasar
mucha agua debajo de los puentes,
será necesario todavía
que hasta nuestras palabras naufraguen,
que algunos de nosotros bajemos
con el vientre haciendo islotes
sobre su oscura superficie.

No golpeen más la puerta,
no la toquen más:
¿Quién escuchará a los niños muertos?

Pero nosotros escuchamos sus duros vocablos:
tumben la puerta,
no la toquen más,
el país está muy lejos,
no esperéis que os abran,
un pájaro sin nombre
sobrevuela el territorio
de un país sin nombre todavía.

*

V

"Morir es un país que tú amabas"
Yves Bonnefoy

Vivir es un país que tú amarás.
No hay un país para ti, aún,
bajo este sol que rebrilla
en los osarios
ni tras las lluvias que
deshojan las viviendas suburbanas.

Fundar un país...
fundar la voz...
desde tu sueño maltrecho armarlo
de las gredas malolientes.

Buscar, es nuestro territorio,
ardernos en la pregunta.
Es la sed nuestro coto de caza,
el odio que edifica,
la sed, la pregunta,
la sed bebemos.
Saciarnos de sed es nuestro territorio
para que aguas más limpias bajen
hacia las manos de los hijos de tus hijos.

Vivir es un país que tú amarás.
No hay, quizá no habrá un país para ti.

*

VI

Estas puertas no dan a sitio alguno,
nuestra mirada de niños creció en los límites,
y nuestro corazón estaba cerrado
a las alas frescas del viento.

Miraje de pájaros, mi sueño,
sólo sueño en sus invisibles oleajes.

Hemos claveteado de cerrojos la noche,
y cerrado nuestro corazón lisiado
a los maravillosos ojos del día
en el que un milagro continuamente nos hablaba.

Mirad ahí la puerta, su falleba negra,
el dintel que nos habla de la luz,
mirad ahí la verja,
y un poco más allá la calle,
a la que llamamos nuestra:
cercada de sombras y aceradas violencias:
sitiados pasos, nuestros pasos
crecidos en el límite.

¿Quién abrirá las puertas que hemos hecho?
Nuestras puertas no dan a sitio alguno.
No hemos abierto más que el abandono.

*

IX

No me ofrezcan más dioses,
más razones para el desarraigo,
ocasión de nuevas horas para el despojo.

Yo no olvido a Dios, allá en mi infancia:
lo sé vigilándome,
atando mis manos que no pudieron abrazar.
El me vedó el acceso a los deseos,
a la hermosa mentira que salva.
El se robó mis joyas
de guamo y algarrobo.

Yo era un niño que caía desde la cima de sus ansias,
un Sísifo con los ojitos asustados,
yo era un niño, sólo un niño,
huyendo de los incansables ojos de Dios.
Yo iba en mi caballito de madera
huyendo por anchas praderas furibundas
y El me detenía.

Yo no olvido a Dios, allá ni ahora.
No me ofrezcan más dioses,
cerraré la puerta, seré cismólogo.

¿Cuál dios nos dirá, en medio del espanto:
"Abandonadme ya, sed las víctimas
de vuestros sueños,
la tierra de la sal,
marchaos,
construid la casa
y hacedla a vuestro modo"?

Cuál entre todos
nos enseñará a cantar entre los muertos,
cuál será más poderoso
que nuestras oprobiosas evidencias?

*

X

Este país te dejo, niño,
mi dulce niño,
un país para exilios interiores,
condenado a buscar la luz,
a extraer de las sombras
el fuego de los días,
agua de los limos seculares.

Yo estoy cansado,
temprana y suciamente cansado,
cansado del verano y de sus pústulas,
del invierno y sus sargazos malolientes,
y de amar la alegría de saberme pasajero.
Ya no me basta saberme
carne de un milagro imponderable.

En mi corazón llora un niño muerto, niño,
y eres tú y no eres tú.
Bajo la tierra que enrojece los hiprómetros
lloran niños muertos, niño.

Yo trataré de no hacer un ghetto
con la casa,
pero tú verás los mojones,
los absurdos menhires que hablarán
de cielos más limpios:

pero del otro lado de los hitos
otros ojos buscan, preguntan,
huyen del exilio
hacia el exilio:

Entonces tú tendrás que hacer la casa,
desde la noche
extraer el fuego de los días,
agua de los limos seculares.


Gabriel Jaime Franco (Colombia, 1956). Poeta cofundador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Es la suya una voz definida entre la incertidumbre metafísica y el testimonio de la oscura realidad social vivida en Colombia durante los últimos decenios. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés y sueco. Libros publicados: En la ruta del día (1989), La tierra de la sal (1993), Reaprendizaje del alfabeto (1996), Las voces escindidas (1998), La tierra memorable (2006), Diario del incierto (2008).  Recibió el Premio nacional de poesía Fuego en las palabras, 1996; Beca nacional de Colcultura, 1998; En 2006 recibió por la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, junto a Fernando Rendón, el Right Livelihood Award.

Última actualización: 14/05/2021