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Poetas latinoamericanos y del caribe hoy

¿Hasta dónde es nacional una tradición? ¿Si puede ser nacional una tradición en un mundo en el que el aislamiento es cada vez más una realidad que se acerca a lo imposible? La tradición, ¿pertenece a una lengua o pertenece a los pueblos? No es nuestra intención responder aquí de manera sistemática a estas preguntas, pero sí quizás señalar que condiciones específicas marcan igualmente de manera específica las poéticas de un pueblo determinado. Hablamos, claro, de condiciones económicas, sociales, culturales y políticas puntuales, las cuales pueden ser muy diferentes en ámbitos geográficos vecinos.

Sin embargo, hemos escrito la palabra “aislamiento” asociándola al hecho de que estamos cada vez más interconectados. Sin duda es así, pero ya no es tan claro que estemos más o mejor comunicados. ¿Qué sabemos hoy de lo que sucede en nuestra región o en nuestro hemisferio, en el terreno general de la literatura y el particular de la poesía? ¿Saben los poetas peruanos (o peor aún, los lectores peruanos), sólo para poner un ejemplo, lo que hoy ocupa la mente y la sensibilidad de los poetas de Ecuador o Colombia o, para complicar más las cosas, de Honduras o República Dominicana, etc.?

Con la idea de disminuir un poco las dimensiones de nuestra precaria comunicación, así como de disponer algo de nuestra atención en lo que sucede en nuestro propio vecindario, nos proponemos en este espacio hacer de caja resonancia a algunas voces de la actual poesía latinoamericana y del Caribe, no aun en calidad de rigurosa antología, sino de muestra, pues ya será elección de cada lector abrazar o seguir de largo una vez que pueda posar su mirada sobre estas voces.

Porque sí, y luego con los poetas de otros países, iniciamos esta serie con algunos poetas de Republica Dominicana. La de hoy es una breve muestra, pero los interesados en ahondar en el panorama podrán consultar además los nombres de Rossalinna Benjamín, Reina Lissette Ramírez, Paúl Álvarez, Juan Dicent, Victoria Linares, Deidamis Galán, Leon Félix Batista, Alexéi Tellerías, Rey Andújar, Waldo Rincón, Enyer Díaz, Francis Mateo, y en todo caso, en la revista virtual Ping Pong (www.revistapingpong.org)

 

Poetas dominicanos de hoy

Homero Pumarol (Santo Domingo, 1971) Ha publicado Cuartel Babilonia (Santo Domingo: Edición de autor, 2000), Second Round (Santo Domingo: Cielo Naranja, 2003), Fin de carnaval (Buenos Aires: Vox, 2008), Todo el mundo tiene un primo en el Canal de la Mona (Córdoba: Textos de Cartón, 2009).

 

¡Gordos on the way!

Arrancamos tarde, justo a tiempo,
fui el último pasajero en abordar,
Ni siquiera una palabra de despedida,
Atrás quedó la capital como unas chancletas.
Quedaba una hora y media de viaje,
Gordas pronunciaban gordas palabras sobre sus familias gordas,
Yo pensaba cada vez más en todas las frutas que comería,
a partir de un momento, se habían convertido en "el viaje".
Miraba por las ventanas y todo era nuevo,
Hacía años no viajaba al Cibao en guagua,
Íbamos a buena velocidad y con aire acondicionado,
Pero las gordas comiendo y hablando 
Hacían cada vez más pesado el viaje.
¿Quién me recibiría? Al menos al regreso
pasaría desapercibido,
Nadie quiere llamar la atención de un ejército obeso,
De sólo pensarlo aumenté cuarenta libras.

 

Para mi bella hermanastra Alessandra Riccobon

Te miro a los ojos y me quemo a gusto,
podría pasar siglos arropado en tu cuerpo,
es una suerte que aquí no haga frío,
si hiciera te robaba como horno italiano.

Eres una importante estrella en este universo, 
Una tan importante como la Osa Mayor,
Estableces el rumbo hacia donde va la noche,
Tus ojos son guías certeros que hacen crecer.

La fantasía te rodea, es tu estola,
Haces precioso el mundo dondequiera que vas,
Todos los colores, las más bellas formas,
tus preciosos ojos pasean con elegancia como dueños de todo.

Todas las cosas se relajan cuando llegas,
Los colores brillan como nunca, es tan bello estar a tu lado,
Las paredes parecen almohadas, la música fluye,
Las palabras flotan, todo sueña contigo, ¡acaba de venir!

 

¡Necesitamos poesía!

Los días sin poesía son días mudos,
tal vez alguien se sentó sobre algún control remoto
y presionó Mute.
Quizás alguien lo hizo a propósito,
no es un maíz escuchar un poema político,
sin haber desayunado.

tampoco se escucha un aguacero,
ni una cascada suena por alta que sea,
ni suena la greca cuando sube el café,
en el play no se escucha al público gritar eufórico
cuando el umpire de home grita “striiiiiiike out”,
ni cuando el bateador sacude una pelota que venía a 97 millas por hora
y los fielders por el sonido pueden calcular la distancia del home-run,
pero si la pelota no suena no se sabe a dónde llegará.
Sucede con más frecuencia de lo que uno se imagina,

no nos damos cuenta,
como no se dan cuenta los actores de una película
cuando presionamos Mute en el control remoto del televisor.
Son días sin poesía, de amor en Mute,
algunos poetas argumentarán
que es la más reciente forma de hacer poesía,
pero bah…todo poema tiene su música.

Algunas personas nacieron en Mute,
entonces si uno les hace el amor debe gritar
todas las malas palabras que conoce
e inventar otras y gritarlas a todo pulmón,
como si nuestra vida dependiera de ello
y por supuesto, nuestra vida depende de la poesía.

 

Jack Veneno ha muerto


Esta mañana en el carro rojo de Deseo
dando vueltas al Parque Independencia
mientras intentaba enrolar un tabaco
en la portada del National Geographic
lo pude leer con estos ojos
JACK VENENO ha muerto.
Deseo inmediatamente rompió aguas,
así de feo, así de cero, así mismo,
sí, ese es su deseo,
y lloró y lloró y lloró
porque además no encontramos
una puta suficiente para los dos
y porque no hay nada que hacer sino llorar
y dar vueltas al Parque Independencia
que es el parque más feo de la bolita del mundo.
...y llorar y dar vueltas al parque Independencia y al tabaco
y terminar de enrolarlo a lágrima viva
del mismo lado de la calle El Conde,
entre los borrachos de a pie, los maniceros,
las barrigas verdes de polyester de los policías,
los carros públicos, las guaguas voladoras
y siete locos que iban corriendo, llorando, gritando
"degracimao, hijoetumalditamai, mamagüebo"
a un pintor que corría y lloraba y gritaba más rápido que ellos
y que les había robado todas las piedras
que ahora ellos no tenían y que ya nunca nadie podría tirar.
JACK VENENO ha muerto,
el campeón de la bolita del mundo,
el líder de la cuadra de los técnicos,
que luchó en mi sueño a trío con Blue Demon y El Santo
contra Frankenstein, El Hombre Lobo y La Mujer Maravilla;
JACK con Forty malt, un brazo de poder en cada cucharada,
con el salami especial de mallita,
con SangYang ahí van,
champú, rinse y acondicionador BPT,
con Avispa al pelo y piojo al suelo,
JACK saltando con la bota preparada
desde la tercera cuerda hasta el infinito;
el hijo de Doña Tatica,
el hombre de pelo en pecho,
que venció a Rick Flair con la polémica
por la faja mundial,
que acabó con El Vampiro Cao
y con La Gallina Relámpago Hernández.
Relámpago te jodieron,
Relámpago te agarraron comprando crack en Catanga,
Relámpago qué mierda es el congreso,
en mi inodoro ha crecido una mata gigante,
hay telarañas en los lavamanos,
tengo seis días sin luz,
la policía pone cada vez más cara la yerba,
mezclan la coca con azúcar de leche
y al final uno parece cada vez más una gallina
picoteando polvo en el vacío.
Relámpago vuelve a la cuadra de los rudos,
te lo piden los muchachos de La Victoria,
Relámpago vuelve por Deseo, por Vickiana, por Luis Días,
por Aramis Camilo y su organización secreta.
JACK VENENO HA MUERTO
Nietzsche lo sospechó desde un principio,
Deseo aún no para de llorar
y no hay una sola puta suficiente
en todo el Parque Independencia.

 

*

 

Néstor Rodríguez (La Romana, 1973). Poeta y ensayista,  académico de la Universidad de Toronto. Ha publicado La isla y su envés (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003), Animal pedestre (Puerto Rico: Terranova, 2004), Escrituras de desencuentro en la República Dominicana (México: Siglo XXI, 2005), Crítica para tiempos de poco fervor (Santo Domingo: Ediciones del Banco Central de la República Dominicana, 2009) y El desasido (México: El Billar de Lucrecia, 2009).

Año bisiesto 

La busca de esa hebra,
el estuche de palabras
habitadas de causa.
No se advierte
el estrépito del vapor
ni su dibujo entre tanta celosía.
Anclada a ese canal,
el agua que lo nutre
reta su permanencia,
tienta el trajinar del método,
la material salinidad de los propósitos.
El Danubio abraza Regensburg
con el agua de un febrero bisiesto,
qué convite el que acciona, qué asomo de luz
entre el limo compacto de su errancia.

 

Limo

De pronto
te define el légamo,
la savia que antes conoció
usos y costumbres.
Ahora que los pasos se rinden
al acoso milimétrico
el estuche se agrieta,
te regala un motivo.

 

El servidor de misterios

Al atrapar un gorrión hallé mi propio peso,
la rotundidad de mi peso
engulléndome en una espiral de asombro.

 

 

Jano

Es la cercanía de los espejismos
lo que nos hace inmortales.
                                         Ariel Frieda
Sobre la sombra única
el debate de dos rostros:
el uno agota los ardides del conocimiento puro,
la soledad precaria,
la vela
y la vasta biblioteca.
Las huellas de la mano le han revelado al otro
el sentido previo a la idea del tiempo.
No son para sus ojos
carne y fuego
verdades distintas,
sino una sola.
La misma de la noche repetida,
los silencios y las voces.
El uno cuestiona su imagen libresca
de ampulosas redes adjetivas.
Es uno su cuerpo,
como uno el gesto que lo abriga.
Vence la vigilia.
Contra la pared,
como atávico reflejo,
el otro torna a soñar.
Sabe del aire conocido por sus padres
y de una extraña palabra
gemela de muchas otras.
El doble murmullo.
Es de cal el lienzo y la certeza
de una sombra sola
que el reflejo desdibuja.
La voz geminada.
Sea la cifra que se escinde
junto a la opacidad del reflejo
la indudable marca,
una frágil seña perfecta.
Ella se niega a referir ambos nombres.
Queda por testigo el parco eco del silencio,
esa continua carencia que no olvida,
y un camino dividido que se expande,
y una secreta promesa que vacila.
El instante precisa un motivo irresoluto,
Jano ensaya su contorno.

 

Letra E (variación de un motivo de Marie Charlemagne)

Equilibraban cifras
que anunciaban extraños vaticinios.
Cogieron a broma el albur.
Qué importaba si ante ellos
la corteza de los días se desgajaba
como una cebolla a galope de tiernos hipocampos.
Hipocampos son caballitos de mar,
criaturas expertas en aparearse
danzando sobre un lecho de talofitas.
Las talofitas son el musgo del mar,
lámina que registra la rotundidad
de los afectos y las equivalencias.

 

Horizonte de sucesos

En el vértice del fulgor
el oro que flamea
y no parece invocar
con este lance nada.
Ni una mueca rotunda,
ni un sobresalto.

 

*

 

Augusto Bueno (Montecristi, 1975). Egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) en Filosofía y Letras. Tiene dos libros de poesía publicados: Otra forma para morir (2007) e Introspección del retorno (2009), ambos premiados a nivel nacional.

 

Las lunas y Verónica 

Verónica se sienta a observar la derretida luz de oro que se escurre por sus senos: Las lunas ya no brillan como antes, quizá el Gran Hacedor las ha roto para que mi tormento sea más misterioso y para que los terribles líricos no les canten. Están exprimidas en mi boca y suben con alas cansadas de diosas, ninfas y jóvenes hermosas por el faro de una isla sin tiempo.

Hoy Verónica se sentó a media noche en el balneario del río que parte en dos a la ciudad a esperar a sus lunas reaparecer. Vio a los peces que repentinos agonizaban en las breves olas y se preguntó si tenía sentido ver aquello mientras las lunas cantaran.

Un viento sumiso peinaba su pelo y a las flores de almendra que adornaban sus senos. Es un desatino su bella realidad, en sus hombros tenebrosos están rotos los astros como barcos en los muelles que van representando cadáveres y la Luz famélica, de color amarillento, destroza su torso.

Verónica dulce de sal, la fachada de tus inmundas Posesiones van tejiendo la tierra en esa pobre luz que un día canté en la estéril pasión escuchada jamás; y como la poeta griega te lanzas al abismo del río por no soportar tu desnudez ni la ofensa de esta vieja sinfonía. 

 

Palacios de hojalatas


Maldita sea, frecuento el restauran chino, establecido en la Del Sol, después de alumbrar palabras en el Taller Literario del Viejo Centro, como amasijos, Caín, rodeos, sombras, postmodernidad y otras embestidas similares, a comer niños envueltos.
La tarde vaticina conciertos y es necesario ir a mi cuartucho de pensión, que es un hotel de cinco estrellas comparado con las chozas de hojalatas del Barrio Pastor.
Duermo bajo el frío artificial, las sabanas impregnadas de ciclamen y lotos acurrucan mi cuerpo.

El vino horas antes hacía la de vaciarme los sesos enfocando la materia que conmueve mi estado catatónico.

Esta pesadilla algún día tendrá que acabar definitivamente; aún no he sabido de un ser humano que haya soportado tantas penalidades ni que haya sobrevivido al horror de esta realidad, solo que a veces toma un sorbo de algo para aliviar su tormento como lo hago en esta circunstancia.

¿Terminaré entonces suicidándome? Este instinto autodestructor me lleva a ver infiernos posando ruidosamente, y de igual manera tan sutiles, sobre los habitantes de este mundo.
El estado extraterreno, al que me refiero, aparece como un paraíso azul, es lo que buscamos más allá de las estrellas. Esta contradicción latente, es sin duda lo que me hace levantar mi rostro, para resucitar las prisiones de los borrachos semimuertos en las aceras, hacia aquel paraíso. Pues hay tantos lamentos que el peso suspendido en mis retinas no soporta el criterio del Barrio.

¡Oh, lodo mío, espejo de mis presentimientos, balanza del infierno y el cielo, tan vieja y moderna de luces! ¡Cuánta Soledad bastará para calmar mi dolor en aquellos Palacios de Hojalatas!

 

20


En un café veo tras los cristales las siluetas elásticas de los Gatos. Cada voz distorsiona los trazos infringidos en el humo de la soledad. Pues hay gentes que emergen del espejo a murmurarme el peso de mi conciencia. No me dejan por más que les suplico. Todo se relaciona quejumbrosamente y solo una figura se escapa; la contemplo desde mi lejanía que abraza los gestos maltratados, quebrados de mi cara como si fueran latidos ausentándose breves.

Él me brota por los dedos, mas perdido, sonrío por la pasión de un féretro redondo que me espera. Me arrulla sin timidez, bruscamente, inspirándome temor, que no me pertenezco, sino absolutamente a Él; y un impulso ensordecedor aplasta mi voz cuando deseo gritarle que me deje.

Indignado sostengo esta alquimia que sube reflejada en la levedad de la Nada o como un Demonio comiéndose la Muerte.

 

Sonrisa de agua

Aun existe la loca rondando desnuda
muy abiertos sus ojos lúdicos
el sexo estropeado por las luces clandestinas
ríe de agua en los capullos
le queda poco tiempo para irse a pescar
estrellas en la brevedad de la lluvia
junto a la humana ciudad
—palmotea a ciegas el muro escribiendo caricias
de repente sonríe largamente
al comprender que no envejece
que el reloj de su pecho poco importa
sostenerlo en los dedos
sino a la niña juguetona

 

Acerca de la Muerte

Mi pecho está lleno de luz
a veces resalta y resalta
y desea como algo vivo salírseme
voy a morir y la lluvia
transforma cada espacio de mi cuerpo
en mi corazón hay aves revoleteando
se encumbran, cantan, cantan dulcemente
aliviando este presagio
no tengo culpas y libre
de toda atadura dejé de temer
ahora sonrío frente a mi tumba
brotada en lirios y agua.

 

Morgue

No le ha devorado los dedos
la inmensidad de la noche
ni el día las voraces retinas
extrae explicaciones de abandono
me cuenta endeble la historia
le han dejado morir de intensa luminosidad
entonces y sólo entonces
es cuando canturrea el extraño tormento
de su piel plegada en el dorso de la mano.

 

La enemiga


La veo esparcir el humo
pide un cenicero
-habla de estatuas
quizás de esculturas de flores
de hombres cornudos-
el cuerpo meretriz se acerca
a una pintura de Botero
hay líneas y planetas rojos
verdes a veces naranjas
llenos de gravedad infernal
-ella entra varonil tendiendo
la alfombra de su voz
en mis tragos blancos-
la risa superficial baila
una música sacada de su lengua
grita y hace señas verosímiles
como seduciendo a los muertos
que han subido de senos traviesos
columbeándose en la fuerza
elaborada de Dios


Tritones


Cómo diablos se me ha ocurrido
taponarme los oídos de silencio
con esta pestilencia ahogándome los ojos
las olas son aves moribundas levantándose
y las nubes veloces genitales
el viento en mi rostro devastándose tierno
es un cuento perverso la música
durmiendo mis brazos
todo el pecho anchándoseme
y me poseen inesperadamente
saltando en las aguas hombres cantores
voy erguido y humillado sin ataduras
a beber de sus labios
a liar en las escamas mi sangre



*

 

Jesús Cordero (San Cristóbal, 1977). Miembro prominente de la Fundación Literaria Aníbal Montaño, que desarrolla amplias actividades culturales en su pueblo natal. Ha publicado Rito Circular (San Cristóbal: FLAM, 2008), Versos en L (San Cristóbal: FLAM, 2009) y Debajo de este sol (Santo Domingo: Ediciones Ferilibro, 2011), con el que obtuvo el Premio de Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro.

 

Versos en “L” 1

El vuelo es real, inevitable, confuso, la palabra es enigma, mundo, locación de especies, trance, ruptura de formas, el círculo se cierra con la brisa de un beso, la distancia empieza como todo, en tus manos.
Versos en “L” 2
Cuando esperamos sentados duele más, es menos oportuna la imagen corta de hojas cayendo, ya no se va uno descalzo con los pies extendidos buscando horizontes con ciertas formas chatas y cielos hundidos, y nubes, ya somos dueños del mundo cuando empezamos a odiarlo, hay alguien más que nos ama sin saberlo, y quizás es ahí donde empieza lo real, lo rutinario se rompe con un grito moderno, con la esquina de un puente o de una silla girando, la verdad, este mundo no está en este mundo, tampoco en nosotros.

 

Versos en “L” 3

Soliloquio, ruptura, reloj de lodo y carne viva, red de amargue y prostíbulo cercano, cielo monasterio sexo de mujer sentada y de espalda, rito, canto, miedo de encontrarme a solas y en la sábana, mito, cadenas, dos cuchillos, nombre y secreto, todo lo confirma, cuando es ajena es mejor.

Amar es mejor, mas barato, nos acostumbramos menos, y podemos decidir de las ausencias cuál nos duela más, llorar no es amar, es pensar los días, (pasados)  para que no se nos vayan secos y terribles, hoy, es mejor cansarse,  comenzar a colgar los ruidos, los nombres, las esquinas, en el mismo cordel donde se tienden ropas sucias, y mujeres solas.

 

In-defenso


Cuando a un hombre se le derrama su sangre, otro hombre siente la necesidad de recogerla y de meterla nuevamente en el interior de la herida. Se crea en la sospecha, el ruego tibio de los ojos, la noche, así de cerca, bajo los puños cerrados. Cuando a un hombre se le derrama su sangre, ya no hay por qué ni para qué despertar.

 

*

 

Luis Reynaldo Pérez (Santo Domingo, 1980). Poeta y editor. Ha publicado Temblor de lunas [Premio Único, I Concurso Nacional de Haikú, 2011] (Santo Domingo: Ediciones de Cultura, 2012); Toda la luz (Santo Domingo: Luna Insomne Editores, 2013); y Urbania [Premio Funglode de Poesía Pedro Mir 2012] (Santo Domingo: Editorial Funglode, 2013).

 

insomnia


tengo tu nombre reventando mis sienes 
y el temblor de tus manos 
me sube por el pecho 
y se hunde como un pájaro muerto 
en mi boca 

 

Escrito hace tres minutos


A veces sucede que tengo ganas de morder el horizonte

como un perro hambriento de cielo 
y me conformo apenas 
con ver desde estas cuatro paredes 
sin tiempo 
la esquinita de mar que se cuela por la ventana 
y en la que se mira el cielo 
como una muchacha vanidosa 
que se alista para salir de fiesta con los soles.

 

poestar


soñé que era un poestar 
un rockstar de la poesía 
y que las grupies me enseñaban las tetas 
y los muchachos vestían camisetas con mi rostro 
moviendo la cabeza 
drogados con las palabras que salen de mi boca como cucarachas 
se meten por sus oídos 
volviéndolos 
mecánicos zombie borregos 
poestar
llenando teatros estadios discotecas
las luces brillando sobre el escenario 
y yo allí sintiéndome Bono o Dylan 
cegado por el flash de los paparazzi 
alabado por peluqueros 
ministros 
putas 
colmaderos 
taxistas 
diputados 
plataneros 
homosexuales 
tecatos 
megadivas 
los versos retumbando en las bocinas de los colmadones 
los versos regándose como una humareda sobre santo domingo 
los versos ardiendo en café atlántico, en las kermeses, en la Guácara Taína 
los versos rodando en la boca de los buhoneros de la duarteconparís 
los versos inundando las avenidas llenas de hoyos y basura 
mi nombre en grandes letras de neón sobre la azotea de Plaza Central 
despierto
y sólo soy un montón de huesos 
que escribe poesía

que gasta la vida 
entre carros de concho y esquinas llenas de desperdicios 
entre vendedores ambulantes y árboles antiguos heridos por historias de amor
entre sueños que corren hacia la oficina y este cielo áspero que cubre la ciudad
albañil que construye casas de palabras 
en las que se esconde 
de un sombrío futuro 
en el que los poestars dominan al mundo 
y la poesía yace muerta sobre las paredes de los museos. 

 

La montra


yo soy la montra 
la que camina por la calle del conde 
como si estuviera en una pasarela de oscar de la renta
a los hombres se les sale la baba cuando me ven 
y yo de reojo veo cómo entre sus pantalones 
crece un animal siniestro que quiere morderme
el cuero más cotizado de la zona 
la que bebe romo a pico e botella en el colonial 
y cuando está borracha se sube en el mostrador a hacer striptease a ritmo de 
    dembow
la emperatriz celeste del parque duarte
la que enrola cigarrillos de luna sentada en la placita billini
la golosa la que se come un hombre de desayuno 
otro de comida y todos los que aparezcan de cena

la montra la que tiene el culo más grande que un vagón del metro 
la de las tetas de mango 
presidenta advitam de asodopica

ando con una navaja en la cartera para picotear a las putas que me hacen 
    competencia 
ahí la llevo junto al perico y el romo entre los libros de poesía y un cidi de omega

yo soy la montra la que planchando sábanas con la espalda 
compró un apartamento en naco 
la amiga de sobeida y de los poetas de los ochenta 
a la que el Terror le cantaba “mi amada es una perdida” 
la que se sienta a hablar sobre Cioran en el palacio de la esquizofrenia y para 
    matar
las tardes juega ajedrez con Roque 
la que escribe poemas de amor 
y anhela reencarnar en una megadiva o en un diputado que es casi lo mismo
la montra la degraciá 
la que llora escondida en el baño el maldito vacío que la carcome

ese bulto amoratado 
sembrado de gusanos soy yo

ese terreno preñado de puñaladas 
que Cavada muestra en el noticiero 
es todo lo que queda de mí.

¿Qué más quieres que te cuente? 

 

Punto final


La sangre como un torrente de luz 
recorre los túneles que reptan bajo mi piel 
y se apila en mis ojos plagados de asfalto

sale a recorrer certera 
pasea sigilosa los muros de las ciudades 
y se pinta en los rostros de los transeúntes 

regresa la sangre a mí 
como una canción desplumada por el viento
recorre mis dedos 
se vierte quieta sobre el teclado 
caracteres dibujados en una pantalla luminosa

la sangre se va haciendo poema 
y yo 
casi dormido 
coloco el punto final

 

*

Patricia Minalla (Santiago de los Caballeros, 1983). Escritora y Comunicadora. Autora del libro Medias Negras (Editora Nacional/ Ángeles de Fierro, 2008).

 

46

Matar el pájaro de la noche
apretarlo en las manos fuerte
hasta que nazca atroz la última palabra
llevar la palabra a las sombras
pasear el pájaro por la vereda de los sueños
de Park Avenue
cortar un pedazo de muerte
comerla en el tren regreso a casa.
La muerte es el placer del pájaro,
el libro la pérdida… el muro donde sube el pájaro ya muerto.

El pájaro se desangra por mis dedos
su sangre pintó mi  abrigo,
mis rodillas, mi espalda
la palabra cruza el puente
llega a casa queriendo hacer el amor a la Hollywood
el pájaro es la luz
estos dedos llenos de muerte la guía, el alivio.

 


Morir en New York

Morir en New York
una noche larga y de vicio
entre cuatro paredes enlazadas a un mismo piso,
entre la nostalgia y el miedo,
entre la música
y el ruido interminable de la violencia.
A veces estoy y no estoy,
y es como si un chasquido de vida se me esfumara
en la  bruma rancia que abraza la ciudad;
sin energía me limito a pensarme en otras carnes,
en otros huesos,
en otros momentos y otras paredes
sin importarme que la muerte me busque por los parques,
me persiga en el subway
o simplemente se harte del shoppin
y salga a tomar un café junto a mí.
¿Acaso estoy perdiendo las luces de otoño?

 

The musician house 

En la casa del músico están los polvos muertos
y Dalí recita a caballo bajo una lluvia fría
la noche de un otoño cualquiera.
A veces una nota musical subleva la televisión o casi siempre,
si no elegimos hacer el amor hasta los huesos y
ver alguna película que nos  deje sin instintos
con sordera, pero con mucho, mucho carisma de madrugada para llamar el taxi
y salir volando a la puerta de mi casa,
cuando un perro atropellado
es la cara divertida de un fin de semana sin censuras.

La casa del músico es la estancia del té
o un domingo de resurrección infinita.

 

19

Rastros de luna llena me persiguen
me muestran lúgubres tratados
obscenas ideas que perduran hasta el hastío.
Ya no tengo miedo,
hace tiempo que no lo siento
sólo este frío inmenso que me consume
que me lleva cabalgando a latitudes
por regiones absortas y despobladas…
Es un huracán el amor.

 

21

Necesito agua,
espacios vacíos,
silencio.
Y digo silencio en New York,
cuando la noche es  grima
y se aproxima una tormenta,
otra dentro de mí.

 

I Like to do

 (Para Waldo, Henry, Enma  y los demás…
ellos saben).

En las afueras de la ciudad
ves el correr de líneas amarillas despilfarrando el miedo a comerte las aceras
con el pasar de los segundos inconclusos
y ves el patinar de ideas creciendo, creciendo…
Creciendo en tu cabeza para esfumarse por doquier
Entonces pasas al desengaño de seguir viendo caminos y letreros,
de correr ciudades y cerrar otro libro,
porque Márquez ya viene y quieres verlo
porque sabes que es importante para ti,
como también sabes que hay tantas cosas importantes que no prefieres hacer,
como postear, poner comas y acentos, extrañar y mirar unos ojos frente a ti.

En las afueras de la ciudad están las olas, los motores y las vidas desangrándose
en el hastío de la media isla...
hay niñas que no saben inglés y que se embarran la cara con cualquier cosa,
hay tapices que no sólo se colocan en el alma,
hay besos y sonrisas leales,
ríos de agua viva que sorprenden los azulejos
y una niña que mira
y que tiene que ver comedias de mierda estrenadas como drama sin salida.
Veo la barra, alguien me escribe,
me diseña sirenas y palitos de fósforos con adaptadores para cohetes.

 

*

 

Lissette Ramírez (San Francisco de Macorís, 1983). Poeta, performer y actriz. Ha publicado Círculo diurno, Premio de Poesía Joven Miguel Alfonseca de la Feria Internacional del Libro en el 2005 y Sorbos de café (2013). Coordina el Círculo Literario Ricardo Rojas Espejo en su ciudad natal.

Ritual de los relojes

El viejo reloj está a mi espalda
Enciendo un cigarrillo
que se gasta,
me maltrato,
me soplo: soy llama.

El tiempo de la niña se extravía en el dolor
una música lejana lo soporta.
Es el viento,
es el dorso de mis sueños,
construyendo el pasatiempo de quemarme:
estoy feliz.
Puedo acusarme de no ser humana
si son vinos las palabras,
sangre limpia,
y puedo olerme, como un manjar sin dueño
que desea ser devorado.
También puedo convertir las lenguas en navajas
exorcizar los cuerpos que quebranten el asesino.

Las calles están llenas de relojes
y hay un poema en cada uno de ellos,
y yo rasgo lo escrito como una fiera sin memoria.

Miro hombres aplastados
tapizando con heridas
la mirada de la niña.
Pero la piel esta en otros horizontes
y las lágrimas perforan este lápiz.

Mi vieja espalda no alcanza las agujas.
Estoy en otras tribus,
otras palabras.
Deténganme en la tumba
poco antes del suicidio,
de que caiga en otra orgía.

Que me cante las niñas y me cuelguen del reloj
pero de frente, con los brazos abiertos.

 

La tristeza imaginada

Si inventamos el espacio de alas
la bocanada, el suspiro,
¿dónde encuentro un vaso de agua?

Si las palmadas nos desaparecen,
si la lengua es un poblado de diminutos duendes,
creo que esta urbanidad va a provocar mi suicidio.

Si la mecha se enciende con sangre
ya no busco en los ojos de mis enemigos
el zapato que corre sin dueño
y siente la arena dormida.

Los sentidos nos inventan
piedras de sangre para golpearnos.
Es tentador el soplido, el paño de lágrimas
si es que parezco un mimo o un acertijo del agua.

Pero el tiempo sembrado
nos tropieza en la barba de la mujer gorda.
Se está cubriendo el rostro con inventos.

Una tristeza ha sido descubierta cuando abro la boca.

 

El embustero

El embustero nos cuelga de las paredes,
nos exprime las mentes para su muro,
selecciona la mazmorra.

Su lengua cuelga vulgarmente en precipicios,
idolatra sus muecas y sus círculos.

Reaparece con sus dientes de acero,
no lo limita la luz
ni el tiempo.
Crece con nosotros: somos su abono letal.

Talvez quisiera ser su esposa.
Talvez quisieran ser ustedes sus hijos.

 

 *

   

Neronessa. (Santo Domingo, República Dominicana, 1988) Estudió Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y Nutrición en la Universidad Central Dominicana de Estudios Profesionales. En el 2005, a sus 16 años publicó su primer libro “La estirpe de las Gárgolas” con Editora Nacional/Ángeles de Fierro.

 

Dosis

Un solo humano cuadra:
ya mis tactos se quieren arrancar,
disimulados en la noción del mimbre.

El solo humano abarca
ciñe un tornado
de marfil en inyección,
le rebosan aires olímpicos
para soplar horas-por-tacto
sin que un toque sea la olimpiada
de la corteza ordinaria.

Si pudiera ser elástico
como la vagina de moler
mi tacto rústico
mi tumor de tactos.

Nabos
tetraédricos
tan moños
de nodriza.
Rinocerontes duros,
sicodélicos
son mis tactos;

el unicornio
en capa sanguínea.

Nos hemos extraviado
inmoderado,
descarrilado tacto:
Gemido de la membrana,
ópera de la célula,
Caballo tacto que relincha.

 

Vínculo de monopétalos

Entre los trigos negros mis neuronas están esparcidas;
entre jaspes de carbón, contorneadas por la granizada de labios,
asidas a una pelvis de cuarzo que gotea.
Florecen desconociendo el barro al que miman mis raíces.

Quiso que fuese cómodo,
así que eructé un cama de hojas de romero ortopédico.
Quiso que fuese cálido,
así que inyecté petróleo a mi útero
y le invité a irrumpir en mi siesta como todos los días.

La placenta está ungida
y aceitada borbotea vaporizando la sangre.
Dejé que la carne se propagara
arropando mi corazón hueco.
Se sirvió de mi candor y bebió de mis pulmones.
Se adueñó de mis huesos como escaleras
que llevan a embriaguez miope.

Quiso que fuese espumoso,
igualmente embalsamé en glicerina mis espigas
pero igual fueron segadas por una barba de clavos.
Todo fue disecado por tu aliento herrumbroso.

Constantemente ignoras la nube de avena bajo la cual te desvestías,
y lo cierto es que el cereal es espeso, a veces se burla chorreando avellanas.
solo a veces condensa besos que se aglomeran por momentos;
como la sal sordomuda en un útero de venganza.

 

Epidemia

Traga la pústula que cae, o lame la flema del rancio cenit.
Sus limones están hinchados/ sus hojas oxidadas bajo el lodo mucoso.
Cualquier embarrada sanguijuela debe extirpar los hierros
Niña en paños de espinas dorsales…
Todos han emigrado a engordar el becerro.

Solo queda su blindaje de coraje en un hechizo de jugos salinos
Queda la fibra de los gusanos.

Ella babosea un muñeco de tóxica saliva estancada
sus cuerdas vocales son una pila corroída/ su imperio cerebral
se anexa a una nueva potencia. Vomitará esperma ponzoñosa,
platicando brebajes cobrizos de la cópula científica,
en lo que fermenta el cuerpo virgen en su garganta.

Se marchita como saliva en el viento gélido,
en las clavijas del huracán tenebroso,
se difumina en los ojos del rocío amarillento.
Mientras pudre sus impurezas en las hidras y las lavas de un Snickers.

Publicado el 20 de mayo de 2014

Última actualización: 31/08/2023