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La nieve está cayendo, nieve escrita está cayendo

Por: María Barnas

                             

 

El poeta mira hacia un muro. Sobre su escritorio - una superficie de trabajo,  que debe ofrecer  acceso al amplio mundo y toda la fantasía desenfrenada que hay detrás de él, o debo decir "dentro" o "por encima" de él, porque dado que quién sabe cómo se mueve la fantasía – levanta el muro, angular e irrefutable.

Desde mi habitación, miro hacia un muro. Hay un árbol entre el muro y yo. El muro de piedra me recuerda que todo lo que veo, todo lo que pienso, es una proyección. El muro permite que esto suceda. El muro es una superficie sobre la cual proyecto todo lo que escribo: la ventana, el árbol, la ciudad de Berlín, que sé que está detrás de esas piedras, la ciudad de Amsterdam, que también sospecho está allí. Está nevando en estas ciudades. Veo la nieve caer.

Está nevando en la mente del poeta y la nieve cae desde su boca. ¿Es el muro sobre la mesa un muro imaginario? Es muy posible. Es como si el muro le hubieran crecido piernas. Ellas son delgadas, estas piernas, pero se plantan aparte, robustas y seguras de sí mismas como los miembros de un hombre preparado para cualquier cosa. La máquina de escribir flota entre lo concreto y lo imaginario.

No me atrevería a escribir con esta máquina de escribir. Yo podría caer, entre la realidad y la fantasía. Siempre he sospechado que existe tal espacio, como el hueco sin fondo, flotante, de un ascensor. Cuando el mundo es demasiado para absorberlo, necesito ese espacio. Cuando no logro captar la realidad, ese espacio me asusta.

¿O es imaginario aquel espacio? Es muy posible. El poeta está abierto a cualquier cosa, no se cierra a nada. Sólo ahora nota que para ser de piedra, este muro es extremadamente delgado. Se trata de una pared hecha de corcho. Él podría tumbar el muro desde la mesa con un solo golpe, si fuera alguien que repartiera golpes.

Desde el escenario que he construido para mí misma como poeta, veo una realidad. En ella, un poeta pasa. Se mueve lentamente, sostenido por una gruesa capa de nieve. También veo una historia cuando creo que el escritor se acerca a su oficina y se aleja de ella. Él se congela en un momento, un momento que existe como una pequeña nave blanca, que se ancla y se va.

Cuando comienza a nevar, nieva todas las veces que puedo recordar cuando los copos de nieve se arremolinaban desde el cielo. Me veo a mí misma de pie en la cubierta de un barco, en medio del mar. Sólo el barco se vuelve blanco. El mar sigue siendo gris oscuro. Veo todas las veces que pensé que un mundo nuevo comenzaba, en la nieve silente sin pisar. Está nevando. Y nievan imágenes del pasado.

La nieve está cayendo, y nieve escrita cae.
La nieve está cayendo, en gruesos, difíciles copos de manejar, desde mi boca.

Publicado en abril 1 de 2014.

Última actualización: 23/11/2022