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Horacio Benavides (Colombia)

Por: Horacio Benavides

Conversación a oscuras

 

—¿CIERTO QUE las que zumban son las abejas

en torno a los caballos que comen caña?

 

—Sí hijo, son las abejas

 

—¿Cierto que uno es el caballo negro

y la otra la potranca alazana?

 

—Así es, el uno es el caballo de paso de tu padre

y la otra la potranca alazana de tu abuelo

 

—¿Cierto que es una mañana de sol

y los caballos cabecean mientras comen?

 

—Bien dices hijo, los caballos están adormilados

y cabecean por la resolana

 

(Cómo decirle que no se ve nada

y que las que zumban son las moscas

sobre nuestros cuerpos insepultos)

           

              —NO DEJAN de pasar las mulas

¿Pasan por mi cabeza

o son mulas de carne y hueso

cargadas de café hacia el puerto?

Verifica por la ventana

 

—En la ventana estoy

pues las vengo oyendo hace rato,

esas mulas llevan otra carga,

la misma que te desvela

 

—¿Llevan oro?

 

—Algo que vale más y menos que el oro,

cadáveres sobre sus lomos

Las cabezas sin sangre de los muertos

alumbran las calles desiertas

             

              LAVO tus heridas

            pongo paños de agua tibia en tu frente

caliento con mis manos tus manos frías

 

Subiré la montaña de rodillas

entregaré mis ojos

el resto de mis días

por tu vida que apenas comienza

 

No habrá Dios en mi corazón

si te alejas

 

Pradera sin límites

Como acabada de salir del diluvio
a estrenar la pradera
sin límites
viene la vaca

su tiempo es purísimo

y cuando las trompetas del fin
recuerden nuestras cenizas,
ella estará de pié
rumiando
los ojos en duermevela

Bagdad a oscuras

Cuando de la herida del niño
empezó a brotar
la dulce agua del sueño

y la anciana
hubo apagado
con sus dedos la última llama

y los perros sin dueño
se entregaron
a su suerte

en el abandono
de la ciudad en ruinas
se escuchó de nuevo
la antiquísima voz de la sangre

He llegado a saber
oh rey afortunado...

 

Ricardo Reis ha vuelto a Lisboa

He vuelto a la orilla del río
y te he visto salir Lidia
del pasado que no regresa

Te has sentado junto a mí
plena de palabras no dichas
pagana y sosegadamente triste
con la fragancia de las rosas
en la memoria de las manos

En este crepúsculo
oro mate y azul
en que la noche va entrando
como una nave oscura
en el puerto

Donde estuvo el sueño

Has vuelto

Tu boca ha madurado
en el hilo invisible
del verano

Dunas barridas por el viento
y el deseo de posar los labios
en los pliegues de la arena

Aroma de flores
no vistas

Acaricio tus manos
e igual que entonces
me inclino al vacío

 


Horacio Benavides nació en Bolívar, Cauca, en 1949. Cursó estudios de pintura en el Instituto Departamental de Bellas Artes en Cali. Ha sido profesor y coordinador de talleres de literatura. Actualmente dirige el Taller de Literatura con niños Viento Sur, coedita la revista de Poesía Deriva y coordina la Ruta de la Literatura, un proyecto de talleres de Literatura de la Gerencia Cultural y la Secretaría de Educación del Valle. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Orígenes, 1979; Las cosas perdidas, 1986; Agua de la Orilla, 1989; Sombra de Agua (1994) y Sin razón florecer -Premio Nacional de Poesía Instituto Distrital de Cultura de Bogotá, 2001- (2002); Todo lugar para el desencuentro (Premio nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, 2005), De una a otra montaña (Poesía reunida, Universidad Nacional de Colombia, 2008), La serena hierba, antología, Monte Ávila, 2011, con el que recibió el Premio Nacional de Poesía 2013 del Ministerio de Cultura de Colombia. Ha publicado también los libros de adivinanzas: Agua pasó por aquí, y Ábrete grano pequeño.

Sus poemas han sido incluidos, entre otras, en las siguientes antologías: Tambor en la sombraPoesía colombiana del siglo XX, México, Editorial Verdehalago; Para conocernos mejor, Poetas colombianos y brasileros, Editorial Universidad de Antioquia y Universidad Estadual de Sao Paulo; Antología de la Poesía Colombiana. Colcultura y Ancora Editores.

Última actualización: 03/06/2021