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Francisco Madariaga, Argentina

Francisco Madariaga en el 9ª Festival Internacional de Poesía de Medellín
Memoria Fotográfica del Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Francisco Madariaga

 

(Inéditos)

Otra vez

Pasaban los trenes
como telas extendidas
por un Dios blanco,
y yo, rendido a los cocoteros.
Cantaban las palomas
en la paz del misterio de las casuarinas,
y otra vez mordían mi corazón
las palabras de las hadas,
con la levedad que tienen los
bandoleros del sueño,
me entregaban a la sangre de la poesía.

¿Te acuerdas, gaucho arcaico,
del jinete que dormía con su
redomón en los palmares?

 

LA PROFESORA DE QUÍMICA

(Un poema de adolescencia)

Un aire de cedros verdes sobre las casas amarillas,
un sol de nieve de leche, ácidos y profesores de química:
está tan cáustico el aire entre las tablas del gabinete,
oh el zinc marrón hierro de las primeras casas
y los cedros encerrados entre paredes amarillas,
y mi sed sobre el aire y ese leve sol de agua pálida,
las municipalidades amarillas, el viento eterno entre los árboles
y la profesora amarga de treinta y cinco años duros pero hermosos:
ojos nublados por un azul de laboratorios y oscuras prácticas,
sigue siendo la misma causticidad de labios duros,
y el vestido marrón ceñido de brillante madurez,
tan concentrada en tantos pálidos estudiantes de voces mediocres e infantiles.
Oh los dedos hermosos de ácidos y cristales y combustibles
que arden con colores rabiosos y tristes como yo
cuando la miro tan diluida, dura, hermosa;
ardiente, acaso, y dulce, en su lejano domicilio.

 

NUEVA ARTE POÉTICA

No soy el espectral, ni el sangriento, ni el cautivo,
   ni el libre, ni el trompudo de labios de lata, ni el
   acordeón del mal-ayer, ni la blancura del futuro,
   ni el bobalicón del espacio, ni la academia de los
   astros, ni el planetario de las correspondencias.

Yo soy aquel que tiene los deseos del celo de la tierra.
Aquel que tiene los cabellos del lado del amor.
El peinador de los pocos retratos de desgracia.
El cacique de la boca arrojada sobre el lecho de
   la mujer que sangra.

¡Manantial para mis heridas!, que no son más que
   cosas de hadas.
¡Buen beber para mis ojos!, que no son más que
   sombras de desgracias, devueltas por el agua.

¡Loor terrestre a mis amigos y hermanas con temblores
   De bocas de duraznos, besadas por el agua!

 

LAS JAULAS DEL SOL

I

¡Oh niño de la siesta, sentado hasta en el aire de tu odio!

Lujoso y verdadero rey del hambre que incendia, que
    destapa, que acomete hasta en el velo natal el
    arco iris de calor su gran serpiente, su gran corriente,
    su profesión de ser arrodillado que se lanza porque
    así lo quiere el agua, las comarcas subidas a las
    hojas, todo lo recogido por las palmas por su gran
    alimento, su corriente de dios, su arrancamiento
    del seno de las joyas-mujeres.

Oh mío, pedazo de recuadro del mundo, recibido
    antiguamente por las fieras: en nosotros se levanta
    y camina, pero lo acosa el fuego -¡su velocidad
    elimina! –hacia donde resoplamos nuestras galas
    de enredos de todos los colores, los calores, los
    olores y las grandes pestañas destruidas de mi tigre
    en el corazón de una provincia.

 

II

Vengan allí a la casa del diamante calentado por
    el agua, al huerto donde el hombre se recoge
    para no caer del globo.

Un día, un paso, un día mil pasos, un bestia sueño,
    pero con todos los amores permitidos por su amor.

Ni una pérdida.

No, no, tribu mía de mi raza. Raza de ganancia y de lujo
    acopladora, niveladora para el fuego, tambora para
    los vientos dementes que saben adorar.

Tenía un camino de patos y de rezos. Al fondo, el agua;
    luego, los ojos de los hombres con sus telas
    flotando sobre el sol y aquí la misma marca
    de globo entre las piernas ¡y un odio por lo estéril!

Oh madre de todos los amores, ven a mí, adórame con
    tus hijas. Tiernísima del bosque, ven a mí, yo tengo
    una bolsa de fuego cautivado por los gatos
    monteses pegada sobre el labio,
¡reviéntame en tu olor!

Cortina de cuero y olor a ojos de infierno matándome
    En el bosque.

No tienen puerta para huir los amores.

Círculo del sol repleto de pájaros; tranquilidad de María,
    la mecedora de la tarde.

 

ELMALGARZAREAL

Cualquier cosa…
con tal de barrer de la memoria
el mono errado de la muerte.

Yo no tengo País,
tengo isletas voladas por el agua.
Siempre he sostenido un placer de confesión
violento en el honor de mi memoria.

Islas de patos amarillos
para las mujeres más niñas de la voluntad,
mi sol, mi sol, mi sol,
he resuelto seguir hablando,
seguir bebiendo los juncales de los terrores de la suerte.

 

PUENTE FLORENCIA

a Oscar Portela y Florencia Madariaga

I

Todo se olvida.
El rumor es un puente.
El color es un puente.
La mirada de un ciervo que olfatea  un tesoro,
    es un puente,
y vuela con el ave que se aleja del invierno natal.

Vuelan todos los puentes.
Las comunicaciones estallan en fuego y transparencia.
Sólo nos queda el puente del olor del infinito,
la pasarela para el tigre de los sueños.

 

II

Ya se aproxima el viejo invierno
con su canción de baja zona;
el horizonte eleva un puente
con el terror de una paloma.

En el estero hay una brisa
con una garza que reposa
sobre la escarcha de una selva
que al agua entra y se desfonda.

Tiene el sonido una esperanza
de libertad, y un fuego de oro.
Olor de ciervos que olfatean
entre las pajas un tesoro.


Video: Celestes ojos italianos

Francisco Madariaga nació en Argentina en 1927 y falleció el 24 de septiembre de 2000. Publicó casi una veintena de libros, entre ellos: El pequeño patíbulo (1954), Las jaulas del sol (1960), El delito natal (1963), Los terrores de la suerte (1967), Aguatrino (1976), La balsa mariposa (1982), y Una acuarela móvil (1985). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, alemán, italiano, sueco y portugués. Bajo el título de El tren casi fluvial, ha sido reunida toda la producción poética de Francisco Madariaga. Recibió muchos premios y reconocimientos, entre ellos: Premio Gran Búho, en 1988, de la Sociedad Argentina de Escritores, Seccional Corrientes, por su libro Llegada de un Jaguar a la Tranquera; ese mismo año, el Premio Esteban Echeverría de Gente de Letras; en 1991, el Premio Municipal de Poesía, Ciudad de Buenos Aires, por el libro Criollo del Universo; en 1991, el Premio Trascendencia Cultural, del Fondo Nacional de las Artes, a trayectoria; en 1994, el Premio Konex en Letras, Poesía; 1997, Tercer Premio de Poesía, Fondo Nacional de las Artes, por su libro Aroma de Apariciones; 2000, Gran Premio de Honor 2000, de la Fundación Argentina para la Poesía; 2000, Reconocimiento a su prolífica Obra Poética y aportes a la cultura correntina y nacional, por la Fundación Torres Vera y Aragón, de la Provincia de Corrientes; 2005, Primer Premio Nacional de la República Argentina, Producción 1996/1999 por los libros Aroma de Apariciones, País Garza Real y Criollo del Universo.

Última actualización: 31/01/2022