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Ramón Cote Baraibar (Colombia)

Fotografía tomada de El Ángel Editor

Por: Ramón Cote Baraibar

 

Inéditos

 El árbol del deseo

Cruzan por encima, ligerísimas, bordadoras, y mi hija no sabe si esas bandadas de garzas son flechas disparadas desde una batalla remota o una extraviada promesa de ángel. Pero las señala, una a una, y las despide.

Después de recorrer todo el valle y anunciar como emisarios el final del día, a cierta distancia de su destino aminoran su marcha, se demoran en el aire. En espera de otras bandadas rezagadas giran alrededor del árbol hospitalario y planeando eligen, como si se tratase de un cortejo, su rama.

Reunidas en blancura, incapaces de contener por más tiempo su impulso, en su desordenado descenso dibujan aleteando al revés un árbol inmenso delante del árbol, un árbol tan desbordante como su espejismo. En plena confusión de plumajes, ya cayendo, son en el aire el árbol que traían desde lejos palpitante, antes de cantar victoria entre las ramas.

 

El árbol musical

Un canto sacude cada rama. Manchas blancas aturden la calma de la tarde. Como tijeras sus picos van cortando el calor acumulado del día. De un extremo a otro se celebran los encuentros y corre por el valle una brisa sonora como si alguien sacudiera un bosque de bambúes.

Ya canta el árbol de las garzas, como un campanario. Su algarabía incendia la primera estrella y las chicharras se contagian de azufre hasta el final de la noche.

 

El sueño del árbol

Abrió los ojos el árbol, el árbol apartado que nunca esperó ningún reconocimiento y en un lugar de tímidas flores en sus ramas vio garzas culminantes, delgadísimas como doncellas sonámbulas. Su sueño transcurrió en el centro de un jardín escuchando el canto de una fuente.

 

(Platónica)

Asoman solamente las aristas más afiladas de los astros, olorosas a menta por la constante fricción nocturna.

En orden de incandescencia van ocupando su posición en la noche. Y por su intermitencia sabemos de su diáspora.

Es este el mundo el árbol inmenso que rodean y que imitan en curvatura. Cada percusión suya retumba en la tierra y los vemos temblar, como garzas de otro árbol.

 

Sonata del ángel

AL extranjero no se le reconoce únicamente
por su soledad. Apartado y oblicuo
observa cómo el tiempo es en otros tiranía,
lumbre discutible. Aunque mucho se demore
en otro país que no es el suyo
y pierda sus giros indelebles y el lenguaje
que no le bastaba para cubrir su timidez
ahora le resulte en cierto modo familiar,
intenta descubrirle cerca de sus hombros,
bajo su única camisa amarilla,
los vacíos orificios de sus alas.

 

Aviso de tormenta

Pasan las horas de la tarde y este gris
acumulado durante semanas no se decide
a ser tormenta.

Por todas partes de la ciudad se siente un presagio
de trueno, por todas las esquinas se huye
de su amenaza de metal,
como de un temible cuchillo.

Quizás eso explique el esquivo
perfil de sus habitantes, el retroceso
de palomas en los parques,
el angustioso pregón de los loteros y hasta la impaciencia
de los vendedores de paraguas.

Sucede que de su veredicto depende
tanto cautiverio. Basta una advertencia,
un tácito relámpago rasgando el cielo
para que Bogotá sea limitada y muda,
y para que los cerros del oriente,
que parecían protegernos,
se conviertan en cómplices de su resonancia.

Así se vive en esta ciudad de las alturas:
esperando que pase lo peor
y llegue el día en que todos
podamos habitar la merecida inmensidad
del azul
que desde hace siglos se nos niega.

 

Segundo testimonio de soledad

Errante entre todos los nombres todavía,
oculta detrás del sol, o a un lado,
ya que aún no eres
pero vas a llegar a serlo,
si puedes, si eres capaz
mírame fijamente a los ojos y memoriza
estas palabras que ahora te dirijo:
si en vez de mano tuviera el aire
y si en vez del aire tuviera el cielo
con ese cielo te haría un pájaro,
para que el día en que decidas
llegar desde muy lejos
te reciba como un árbol
con los brazos abiertos
y pueda saludarte y besarte y decirte:
bienvenida tú de vuelo en vuelo,
ave de alivio.

 


Ramón Cote Baraibar nació en Cúcuta, Colombia, en 1963. Hijo del gran poeta colombiano Eduardo Cote Lamus, ha dado a conocer los poemarios Poemas para una fosa común (1984) y Poesía (1992), que lo revelan como un poeta de sorprendente madurez y de elevado tono. Informe sobre el estado de los trenes en la antigua estación de Delicias fue editado en Venezuela en la colección Pequeña Venecia, en un volumen que recoge buena parte de su trabajo. Ramón Cote ha estado desde muy joven vinculado al mundo cultural y diplomático. Es autor de una importante antología de joven poesía latinoamericana, Diez de ultramar, publicada por la Colección Visor en Madrid en 1992.

Última actualización: 12/11/2021