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Alessio Brandolini, Italia

Fotografía tomada de Aerea,

Por: Alessio Brandolini
Traductor: Martha Canfield

Lagos árticos

Las torres hubiéramos abatido
de Babel, las crueles incomprensiones
los diálogos: cocteles de palabras
arrojadas allí
como una bolsa de harina
deformadas a patadas, a puños
pero los centinelas estaban bien colocados
armados con fusiles, bombas y cuchillos.

Demasiado arriesgado
acercarse al recinto electrificado
asomarse a la ventana
o detenerse en el umbral de una panadería.

Queríamos relaciones más genuinas
esenciales, secas,
y en cambio nos arrolló
la sequedad
de una vida inundada
y nos redujimos
hasta exhibir el revés
de una calavera
quebrada en varios puntos.

Recostados en la barca pintada de blanco
postrados, con los brazos caídos
la nariz enrojecida
el rostro entumecido por el frío.

Las recíprocas indiferencias habían levantado
altas vallas de terror: diques infranqueables
detuvieron el torrente impetuoso del amor
nuestro, arruinado, que corrió hacia el valle
por eso liberarse
se volvió finalidad prioritaria
de nuestro gélido viaje.

 

El sol en un pozo

Había un lisiado
uno que no veía por la calle
nosotros fingíamos no darnos cuenta estábamos ahí parados
detrás de la casa conversando
y masticando chicles.

Luego vino un chaparrón tremendo
que detuvo el polvo de las calles
diluyó los colores de los palacios
inundó los huertos de los jubilados
el jardín de la plaza principal
maltrató los árboles de tronco débil
hasta un farol dobló ese viento.

El lisiado se puso a correr
sacudiendo con las manos
el vacío que lo rodeaba
nosotros fingíamos no darnos cuenta
estábamos ahí escondidos
dentro de la casa
mirando para la calle
pasándonos
un cigarrillo tras otro.

Desde entonces el sol no volvió a salir
teníamos que hacer cola para verlo
sofocado dentro de un pozo
allá abajo, en el fondo.

 

El embudo

En el sueño las preguntas
duelen y crecen
son flechas en la carne
libélulas que rozan
porcelanas
que vuelven a volar.

Maquinistas que devoran
bocadillos enormes
astillas de sol se vuelven
sal entre las llagas
en las heridas hondas
y el embudo recoge
destila
las punzadas de dolor.

Carente de palabras
el sueño
se sale de la curva
desvía y atropella
el futuro
que llama a la puerta
más pálido que nunca.

 

Los pasajes del silencio
 

Tienes que ser abierto
como una herida,
porque el verdadero nombre de las cosas
está escondido.

Kajetan Kovič
 

Los primeros meses fueron pesados, luego la hierba cósmica
envolvió rampas y detritos, ahora semillas perforan la pulpa.
Es el momento de podar corto: subo y la vorágine encuentro
el aislamiento extendido. Dos palabras por su día
cumple 80 años, la tierra que duerme y al partir no basta
un abrazo. Las raíces quisiéramos llevarlas con nosotros
las fibras de nuestra especie. La oscuridad curva los olivos
absorbe los fragmentos de luz pateando en los guijarros. 

En el refugio levantado a mordiscones, en el lodo de los adioses
fiesta de la mirada arrastrada por los pasajes del silencio.
En las paredes los retratos, con gestos groseros
hemos arañado el origen poroso de nuestra especie.
El ansia es la misma: equivocarse y romperse un costado.
Las ventanas abiertas nos dejan percibir el jardín
y recordar que afuera todo es distinto.
Con su pico el ruiseñor indica un campo incendiado
manos de cortes. El agua las flores el viento los lobos la ligereza
de las hojas, de las nubes plácidas que arrancan clavos. 

Suena el teléfono y nadie contesta, solamente gruñidos
entre nosotros y ése, que ha vivido en la casa días divididos.


 
Insectos y voces 

¿Me odias porque me parezco a ti o por lo que digo?
Las manos no aferran las voces, ahora en otros lugares:
cronometrar las fuerzas, usarlas contra el enemigo.
El olor de la corteza de los nogales desanida la energía
de los bulbos. Los huesos tintinean, arrancan astillas
a la lengua. Atado a un palo un perro ladra
elogios al verdugo. Has hecho bien en arrojarme
al fondo de historias que nunca hubiera comprendido.
Caracoles siembran la meta que fermenta bajo
los pies, se alimenta de plumas la cúpula de San Iván. 

Descubrir las causas de esta compañía zumbadora
hablamos con moscas, abejas y mosquitos, nos lanzamos
dentro de nosotros mismos. Proyectamos fugas, incursiones:
cosas que hacer por cierto no faltan, ya esto es
un efecto. La hierba cortada se lamenta reclamando
una tumba propia, el fuego la convierte en hongo
en fases de vida. No me digas que lo hubieras deseado
hay que recomponer el futuro, proteger una vía que conduzca
hacia zonas ilesas, intactas. Nado entre delfines y cangrejos
los insectos tienen alas luminosas con reflejos cristalinos.


 

Palpo tus ojos
 

Ladrillos evocan casas, color negro del ojo.
Deberías pero no puedes bien firme en la maraña
en el canto de los pájaros nocturnos: ¿verás las huellas
si las borras? decir te amo será fácil ¿o tendrás
que arrancártelo de la boca? Tratas de agujerear el cráneo
de introducir hormigas y el dolor te atrapa como un lazo
en el granizo que cae sobre los olivos y en la huerta.
Andando más abajo me encontré el incendio
de la infancia por eso no puedo alzarme en vuelo
entre las nubes. Las naves esperan el momento de zarpar
y los marineros juegan naipes en un bar del puerto. 

Tenías a tu cargo el reloj de agua, el ojo
dulce de las sirenas, ahora te evades en el aliento, en el río
y en la sombra pasa la línea quebrada de los días.
De par en par abres los pasajes para descubrir dónde te ocultas.
Una cena entre amigos y quieres que sea distinto
sin saber lo que pasa regresa la molestia
de sí mismos y no puedes decir que está equivocado: afianzas
los muros, oscila la luz de la mañana. Emanaba ráfagas
de energía cuando venía a buscarte al trabajo.
Según donde uno esté, será lo que pueda: separarse
de la gusanera, concederse a las heridas, a las constelaciones.


Alessio Brandolini nació en Frascati, Roma, Italia, en 1958. Vivió sus primeros veinte años en una pequeña casa sobre la cima del Monte Compatri, en la provincia romana. Luego se trasladó a la ciudad de Roma, donde vive, trabaja y obtuvo el título de Doctor en Letras Modernas. En 1991 ganó la sección inéditos del Premio Montale con un poemario, más tarde publicado por el editor Scheiwiller. Varios textos suyos pueden encontrarse en antologías y revistas, entre ellas, vibrisse Bollettino di letture e scritture, que se difunde vía e-mail. Organiza lecturas y encuentros literarios, sobre todo con el grupo I libri in testa (Los libros en la cabeza). Libros publicados: L´alba a piazza Navona, Scheiwiller, Milán, 1992, Premio Montale 1991 -Sección inéditos-) y Divisori orientali Manni, Lecce, 2002 (Premio Alfonso Gatto 2003 - Obra primera).

Última actualización: 19/01/2022