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Adhely Rivero (República Bolivariana de Venezuela)

Fotografía tomada de Latralia

Número de suerte

Me puedo quedar la noche pensando
y sacrificar la tristeza del día.
Todos estos años le he pedido a Dios
muchos años
para contar la experiencia de la vida que tienen
los hombres viejos.
Uno se levanta a diario
sobre la luz del amanecer, sale al trabajo,
se sienta como un jefe a esperar las dificultades
que traen los otros.
Habla con sabiduría, delante de una biblioteca
de la poesía contemporánea del mundo,
recuerda un verso, un buen verso, y salva
la jornada.
Hay días difíciles para el alma,
nos recogemos para que el sueño
revele un número de suerte.

 

Mudanza

De abajo veníamos siguiendo la luz de unas hojas verdes.
Era invierno en los ríos. Empezaba a subir la corriente.
El pueblo se reconocía en una sola casa que aspiraba
el horizonte.
Yo no tuve grandes enseres que mudar, iba escotero
con los ojos inmensos como techo de cielo.
Llegando se sienten los colores
y uno los reúne en el temblor de la sangre.
Mi casa se quedó en la planicie ancha del universo.
Mi caballo se quedó en la doma del vaquero
que me cuida las reses en la sabana.
De repente dejé el pensamiento,
al garete rozaba el parabrisas.
Entraba a las carreteras. Largas cuerdas tendidas
hacia algún lugar.
Esta ciudad es muy grande. No es un pueblo.
En esta ciudad no hay caballos, ni vacas, ni toros.
Tendrá un río. Una plaza, una gallera y un cine.
Pero no es un pueblo.

 

En el cielo de Bagdad

A Caupolicán Ovalles

La luna en Irak no se puede ver
lastima la cara del nativo
que ha visto caer bombas todo el año.
De noche al lado de la luna llena
caen Racimos,
terminando por creer que una bomba se quedó
pegada al firmamento.
Lo mismo ocurre con una sirena letal
que socava los refugios.
Ni los ángeles están seguros en el cielo.
el día que Caupolicán visitó Bagdad,
Les llevó el humor y perdieron la paciencia,
todos lo besaban y él sospechaba y se reía.
Hoy nadie duda de la valentía de los hombres
y de los pájaros que se desgranan en el aire.
Cuando termine la pesadilla, dormirán eternamente
en las arenas del desierto
y podremos ver la luna llena en el cielo.

 

Mar afuera
 

Tengo el mar Caribe muy cerca.
Lo veo durante el día.
Me pregunto: quién me puso aquí,
mar afuera,
cuando mi cabeza es una cresta de olas?
Sé tan poco de estas costas,
algunos nombres de playas
malolientes a puertos y refinerías.
Calor y sudor.
En el campo es otra vida,
allí se siente el mar volando:
el mar y el amor de las mujeres en la playa.
Se come buen queso de vacas que pastan
en potreros salitrosos
que en el pasado fueron playas.
En la mañana pensamos
la mujer amada.
El mar lo corroe y lo borra todo. 

 

 
La vida austera

Tan austera esta vida
que la mesada redunda en especies.
Cuando llego a la calle e entro a la cuadra
de residencia algún pariente me espera,
circunspecto en la sala, con un saco o una caja, pesados,
de  olores agrios de estar a la intemperie.
Recibo la carta, la aprieto y siento el espesor de
la mesada
y contesto todo está bien, no es mucho.
Qué importan las letras, el disentir o algún
razonamiento en el papel.
Nada alcanza.
Cuídate en la calle, de noche, la gente.
Pronto te escribo, te envío queso y carne seca
y lo que me pides para conocer la ciudad.
Aquí la naturaleza es próspera y tolerante
con lo salvaje que somos.

 

 

        La casa

Cuando salí del pueblo pensaba regresar
a comprar la casa de la esquina suroeste de la plaza,
cerca de un puerto solitario y entiendo el arraigo
de los dueños.
A cada vuelta al pueblo visito la calle y bajo mi familia
a la costa a contemplar las aguas pardas bajar
eternamente.
Me enteré que vendieron la casa que me gusta,
cerca de la plaza y del río de mi infancia.
Continuaré a la espera de la oferta
en el tránsito del pueblo que crece y se desborda,
solicitándole a Dios la gracia
que no se me adelante un turco y la transforme en tienda.
       Por las aguas del río pasan las horas
mientras espero el día.


Adhely Rivero Arismendi, Estado Barinas en 1954. Poeta, editor y promotor cultural. Desde hace años está residenciado en Valencia. Es Licenciado en Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Se desempeñó como Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, Coordinador del EIPUC y director de la revista POESIA. Es Premio de Poesía Facultad de Ciencias de la Educación. Premio de Poesía "Cecilio Chio Zubillaga" de Carora, Premio Universidad de Carabobo, Premio Universidad Rómulo Gallegos, Premio Único de Poesía "40 Aniversario de la Reapertura de la Universidad de Carabobo". Es autor de los Poemarios: 15 poemas, 1984; En sol de sed, 1990; Los poemas de Arismendi, 2006; Tierras de Gadín, 1999; Los poemas del viejo, 2002; Antología Poética, 2003; Medio Siglo y la Vida Entera.

Última actualización: 22/11/2021