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Álvaro Marín (Colombia)

Álvaro Marín en el 18º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Álvaro Marín

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.

CANCIÓN PARA ELIANA

Y tú, niña, no te quejas si el cielo oscurece.
Juegas a las lamparillas bajo una manta de sombras
bajo un cielo de alas negras. Y si el día arde,
y si los fogonazos de la guerra incendian el sol
sigues indiferente en el juego, en el no saber que el hombre
                                                            es un ser oscuro
                                        que caza aves, que caza hombres.

Es mejor que no lo sepas. Yo quiero ser como tú
Yo quiero ignorar el país de los muertos,
donde un ave que pasa
puede ser el alma de un cuerpo segmentado.
                                                                   El alma coja
                                                 De alguien que abandonó la tierra,
                                                              que trabajó la tierra,
                                                                que fue hundido
                                                                  en la tierra.

¿Y por qué digo cosas tan tristes para una niña?
Porque la dureza ha fundado un imperio
Porque el juego de los niños ha sido suspendido
y de la selva huyen garzas con las alas en llamas.

Porque hablo desde el abismo.
Cosa terrible es hablar desde el abismo,
las palabras salen con tierra.

Yo excavo en mi aridez interior
hasta la más profunda de mis soledades,
                                                             hasta la soledad de ti.
                                                                  Y sin embargo
                                                               hay una dulce gota
                                         y una luz de azafrán en tus labios durmientes.

Tengo que confesar que estoy muerto,
estoy muerto, y canto. Te canto a ti niña, una dulce canción,
porque duermes, porque no entiendes todavía lo que pasa:

Mejor nos vamos que esta gente aquí no nos quiere,
sube a la bestia silenciosa de este tiempo.
Nos podemos perder entre sus pliegues,
por los escombros de una nave derribada
en cualquier fragmento de hojalata.
Huir por la hendidura del tiempo en el espacio,
entre las llamas del medio día o entre una herida del sol.
Montar a pelo el viento donde arrojamos la semilla,
por esa playa de Santa Marta por donde huyó el que aró en el mar.
Abandonar este abismo donde el sol muere,
huir de estas llamas que se agitan como el látigo
del tiempo perdido.

Colombia es una niña a quien todos atormentamos
el tiempo es el golpeteo de sus manos, y el sol una amenaza.
Hasta la niebla parece venir de abajo,
desde la oscura entraña de los holocaustos,
del fango y las lianas intransitables que nos acogen.

Ayer asesinaron, hoy es la fiesta,
la sangre es el verbo que se consuma.
¿Y acaso no hay otro lugar adónde ir?
No hay lugar.
Sólo existe esta herida: el cuerpo quebrado de la niña
como cáscara, como hueso de ave, como aire de nadie
como pájaro que ha perdido el poder del vuelo.
Y mi niña me pregunta cómo ha sido este día

entonces esquivo la respuesta con un juego de palabras
cualquier juego, todos jugamos a la nada.

Y sin embargo veo un frente de luz.
Y yo le digo que hoy
cuando el sol vetea el día con sus lanzas doradas
miramos el horizonte por infinitésima vez
en el viento cálido que traen los meses claros.

Cantamos para que la luz sea,
también la luz tiene su parentela.
La luz, ya se dijo, es hija de las palabras
pero también es hija del canto, y de la danza.
Cantamos para encender la llama al fondo de la noche.

Sin el mediodía el infinito no es,
Sin la altura el espacio naufraga.
Recuerda Eliana la luz del sol
Es el reflejo de la luz de tus días

No hay muerte
Esas aves que surcan el cielo
Revuelan liberadas de tu risa.

Eres música y silencio
de la oscura tierra el color de las flores
del profundo misterio la claridad.
Dime si te gusta este ramo de girasoles
bajo el claro de luna.

También tu sombra es una niña
Que juega a ocultarse más allá del mar.
No hay muerte
Hay la llama que enciende los días
Las olas trazadas en la hoja
en donde te dibujas niña que ya no estás.

Regresas al silencio por un arco de estrellas
Aprendes, como querías,
El arte de danzar y volar al mismo tiempo.
Vuelves
Al sitio de donde venías con un ramo de luz
A espantar la luna de la muerte.

Eres la flor de una planta que en la tierra no crece
Cantas tus días en el lugar sin nombre.
Eliana, salva estos abismos
Huye de este frío que quiebra las alas
de las mariposas.

Los callados árboles te observan
Cómo pasas veloz en la danza del amanecer.
Navegas en el barco de vela que dibujas
Y lanzas una rosa de bengalas
Sobre esta noche oscura.

No hay muerte
Hay nube y árbol y pájaro en silencio
Hay la niña y la madre ocultadas,
no para siempre.
Sólo por esta noche.

Hay mariposa y sol
Cubiertos por la sombra
que será a su vez ocultada.
Ahora entiendo lo que es la luz
Que rompe en silencio la oscura dureza
Eres el árbol contra la niebla,
El ave contra la noche.

¿En dónde abres ahora tus alas de niña?
En dónde cantas y ríes ahora
Que forman cirios las nubes y
Se toman el aire crueles pájaros rojos.

Los cometas, y los peces de tinta
vienen preguntando por ti.
Dime, ahora qué les digo,
dime ahora dónde voy a encontrarte.

 

Olvidos

 

Nadie recuerda
cómo se funda un pueblo.
¿Quién traza el lugar de la intemperie,
quién las lí­neas de vuelo de los pájaros?
Y la casa,
la casa que ya es otra, ¿cómo era una casa?
¿Y quién es el doliente de la sangre,
quién su curandero?

Ya nadie recuerda cómo se prepara el dí­a,
cómo se enciende la luz, cómo es la brasa
del carbón de la noche.
¿Quién estará al cuidado de las tempestades
quién al abrigo del fuego?
¿Y quién pronunciará los conjuros?

¿Quién despertará la mañana y que sea de verdad
la mañana?
Ya no sabemos cómo convocar la luz y cómo
deshacer las trampas de la muerte,
¿quién irá entre las cosas diferenciando lo venenoso
y lo comestible?
¿Quién será el guardagujas del viento?
¿Y quién entonces fabricará el agua?
¿Alguien recuerda cómo se hace el agua?

 

Versión del extraviado


Dios no cree en nada ni en nadie.
Dios hace tiempo que a nadie saluda ni a nadie le da la mano.
Dios no cree en sus feligreses
Ni en lo que decimos quienes estamos aquí.
“De nuevo la enfermedad, dice, todo es locura en este lugar” 
Mientras los días se repiten: los muros, las malas nubes,
y la amarga tintura del veneno. Hasta caer pesadamente dormidos.
Hasta que amanece y somos de nuevo la lenta anaconda,
nos despertamos lerdos y silenciosos, como surgidos del fondo de un pozo.

En la calle se dice que mataron a Dios, otros dicen que está en la cárcel,
que vieron a la policía subirlo a una jaula.
Lo cierto es que nadie ha visto a Dios por estos días.

Un hijo suyo dice que Dios lo torturo y lo crucificó, y yo le creo.
Un día vino protegido por dos guardias: “mentiroso” me dijo.
Traté de taparle la boca pero sus guardias saltaron sobre mi espalda
y me llevaron de nuevo a la celda.
Uno de los guardias trajo el veneno en una mano y en la otra el electrizador.
Cerré mi boca y escribo desde entonces. Guardo silencio, igual
al oscuro escarabajo sumergido en los agujeros de la noche.

 

Transiciones


El verde crece sobre un espejo de algas muertas,
Y los hombres sobre el silencio de otros hombres.
Habitamos el lugar de quienes fueron antes,
Nos hallamos siguiendo sus pasos perdidos.

Y los seres otros que no somos. Los otros, los inconsumados,
Legiones que ya no serán nunca.  Este es el oleaje de todos los tiempos,
somos el viaje y la estación, el paso aventurado en el desbarro.

Llevan el mismo destino los movimientos de rotación de los óvulos
Y los vuelos migratorios de los planetas.
Este es el sueño, la verdadera jornada. Funda el espacio con estos fragmentos,
El necesario resplandor sobre la ósea arquitectura: esta es la contienda entre el amor y la muerte.

 

Ofrenda


La luz está en la infancia. 
Un niño es un hombre erguido sobre la cáscara del planeta,
No ha sido tocado por la antigua enfermedad de la muerte. 

La infancia es ausencia de muerte, el llanto del niño es dolor cósmico,
La supresión del juego de pequeño  animal reconciliado con  la naturaleza.

Lo otro son revenidos malestares
El escándalo de las  viudas y  el sufrimiento de un clan que no conoce
el don de la  ofrenda. Dramas sobre los que desciende a jugar la muerte.

Otra cosa es el dolor,
El llanto del niño aislado en un rincón del arca  mortuoria.
Lo demás es la muerte de la infancia y la podredumbre de los dioses. 

 

 

Jornada


La espiral del caracol puede ser el camino a las estrellas. Y las vertientes
De los ríos el caudal de la tierra alimentada con nuestras sangres. 
¿Y qué sabemos de la danza sonámbula de la hoja que cae?
                                                                       Nuestro viaje ¿hacia dónde?
¿Por qué el azul velando en tu noche? ¿Por qué este anhelo en la sangre?

Estos que ves son dioses, están muertos. Acoge en su finitud a los dioses.
Ofrecemos nuestros días a los espíritus de la concupiscencia y de la saliva,
A los dioses de la vida y la vegetación. Somos primarios, silvestres, somos provisorios.
Entona una alegre canción, es nuestra jornada.

 

El Muro


Estos trazos son la tinta del tiempo en la concavidad de la noche.
Estas gotas de tinta son el rastro que deja en el camino un herido de muerte,
son nuestras manchas, nuestras manos tatuadas en el antiguo muro.
¿Qué es lo que tratas de decir con tus manos,
por qué estas heridas en la piedra, por qué esta hoja manchada de tinta?

Sangra la sombra azabache, vas dibujando el mapa de tus duelos.
¿Son acaso las palabras vestigios de alas, son las huellas de una caída
al fondo de tus huesos?
Cincela esta espesa niebla con el pico enjaulado del corazón.

La escritura es la sombra que pregunta por sus alas.
Si rayas abres las alas, si escribes
dejas tu rastro como un silencio vegetal contra el antiguo muro.

 

Erofanías


Y si nuestra nación es el fuego, dancemos entre sus llamas.
En la furia del deseo expiamos los ramalazos de la angustia. Hacemos
De nuestros cuerpos dos alas en llamas, luego alzamos el vuelo.

Danza, balancea el bastidor del aliento. Pulsa el dolor del destiempo,
el furor de la nada.
Este es nuestro viaje, somos un sueño encabalgado al lomo del deseo.
Convierte el polvo en arcilla. Danza, enséñame el sentido de los movimientos de tu cuerpo danzante.

Agita el mar, la tormenta interior, como en el vértigo del origen.
Danza entre las ráfagas de la muerte y los destellos de luz.
Camina sobre este herido relieve, sobre este tiempo de signos talados.

Nuestros cuerpos trazan puentes entre abismos.
Somos un barandal de manos, somos una caída de agua, un árbol danzante.
Somos el golpeteo del agua que limpia la grisalla de las hojas empotradas
en las piedras dormidas.

Golpea la orfandad de los elementos contra un arco de luz.
Auxilia el despertar de los aerolitos errantes en el tiempo baldío.
Socorre la desnudez del carbono, guarda el ámbar derrotado.
Custodia la fortaleza y el resplandor del cuarzo.

El mundo se nombra desde sí mismo, desde sus aspas giratorias.
Todo es un manifestarse de las señales, todos los elementos son signos.
Y la piedra es el reposo de una fuerza dormida, y la hoja que se mueve
Es la luz que sonríe y lo sabe todo sobre la risa.

Danza entre las cárcavas de la historia, en el tránsito del vacío. Camina
Sobre la superficie de la sangre y las demás formas del agua. Hiende el pie
Desnudo en la piel de la tierra, golpea la señal hiriente de todos los días.
Vibra entre las estrellas que caminan en puntas, entre las heridas de las líneas de fuego.

La piedra es música nacida de un duro silencio. Danza
Con tus venas arbóreas, cuando la fiesta del agua hace temblar
Las ramas del aire. Aborda el movimiento que surge de los complejos
mecanismos de las aves en vuelo y de sus remos que huyen
                                                                          de la oscuridad del invierno.

Danza en la estación de la luz, con las alas que se le habían perdido a los seres implumes.
Y en este día, 
Y en este sueño.
Y en las aspas de los molinos que beben el mineral de las aguas profundas.
Danza,
Escribe tu nombre en los espejos del agua, danza en el delirio de las yemas de mis dedos.

 


Enlaces relacionados: Las armas milagrosas Por Alvaro Marín.

ÁLVARO MARÍN Nació en Manzanares, un pueblo de la zona cafetera de Colombia- murió en Garagoa, 7 de mayo de 2021. El año de su nacimiento en 1958 coincide con la instauración del Frente Nacional en Colombia, una alianza de dos partidos que gobernó el país durante 16 años, eliminando todas las formas de oposición política. Publicó su primer libro de poemas Jinete de Sombras, en 1992. La publicación fue un reconocimiento que le hizo la Casa de Poesía Fernando Mejía de Manizales. Recibió otro reconocimiento en poesía al ser destacado uno de sus libros: La noche líquida, en una convocatoria latinoamericana del Festival de Poesía de Medellín. Publicó en 1997 La brújula no quiere marcar más el norte, un libro de ensayos sobre cultura, política y literatura. Escribió ensayo, poesía, notas periodísticas en diferentes medios, colaboró con procesos de comunicación y de reflexión en comunicaciones; en Le Monde Diplomatique y periódicos de iniciativa popular, como Desde abajo y Periferia.

Última actualización: 12/01/2024