Athena Papadaki (Grecia, 1945)
Athena Papadaki (Grecia, 1945)
Huida de la pileta de lavar los platos 1
Oh! ceremonia de los dedosoh! lavado de la ropa.
Allí el jabón verde, puño de aceite espeso
sobre el mármol. |
territoriales del blanco.
Donde
la espalda se evapora
¡en qué paisajes!
La lejía y los humos negros de la caldera.
Los acueductos parten de mi columna vertebral.
Anochece en el pote de dulce.
Nubes, nubes de puchero, traen el invierno a la cocina.
¿Qué ofrecí entonces? Una decoración,
por un momento me retiro. Y cambia la marea del mosaico.
La otra cara.
En el canasto, berenjenas frescas
viudas nuevas
cortan el luto con algo de color violeta.
Me incita
Un plato de naranjas humeantes.
Sin embargo
Las escamas del pescado en la pileta de los platos,
lo transitorio. |
Alzo a contraluz los vasos de cristal,
¿están limpios?
Pedazos de diamante arrojan a mi rostro,
Sombrío
Que se desliza como un riachuelo.
Las lilas, las Lilas de un mercado de barrio
Me proyectan hasta el Paraíso.
Salva mis estremecimientos, cordera de vapores.
Planchar
Nubes en forma de cerebroreman sobre el vidrio limpio,
mientras lo azul se levanta
yo plancho,
evaporando en ráfagas, una camisa húmeda.
El orden de las cosas me rechaza.
Un ancla pesada me llama profundidad, o sea soy
necesaria. |
Sin embargo
Me dilato hacia la deserción, como si no hubiese
pasado |
¡Este, sí, éste
planeta nuestro con sus preciosas necesidades!
Qué resistencia para no sucumbir en lo de honorable
ama de casa. |
Hace años ya
el canasto de lavar
con la ropa como corderos enroscados,
me arrebata
devora mi canción.
Casi el pánico se apodera de mí.
Trato de encontrar un nombre para mis codos desnudos.
Mientras
el mueble silencioso
mira hacia el mar
y lo toco,
el polvo en mis dedos es una gran compañía.
Poner orden
Algunas veces la costumbre toca su plenitud.
Con cariño y sumisión protejo a mis hombres.
Frecuentemente, hiero con puntadas la ropa
en su beneficio. |
no supieron |
elevar mis humildes fundas a sacerdotisas de sueños.
Soy mujer, algo
como
medianoche, con la preciosa oscuridad
cruda aún. |
(1980)
Traducciones de Carlos Spinedi y Nina Anghelidis-Spinedi.