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Presentación del 31º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Fernando Rendón

La poesía es la reserva del espíritu, que salvaguarda siempre al mundo. La pesadilla del hombre lo mantiene prisionero del abismo. Pero las palabras nunca son sumisas. El sueño no canta en una jaula, como un pájaro cautivo.

En el lago transparente de la memoria, se revelan los rostros de antepasados sin edad ni patria. Estamos vivos todavía, hombres y mujeres de Sumeria. Una sola lengua expresa la sustancia compartida.

Evocamos una secuencia de palabras y de imágenes, para oponer al conflicto antiguo, que aniquila toda esperanza.

El poeta chino Li Po escribió en el siglo VIII: “Los fuegos siguen ardiendo sin cesar / Y las prolongadas campañas nunca han tenido tregua / Los hombres se despedazan en los campos de batalla… /

La guerra arrecia. Todavía no es posible fraguar un acuerdo de paz en los genes. Intuimos muchas veces que no habrá más mañana. Pero es inevitable resolver las letales diferencias, para que la tierra no sucumba. Solo el amor socava con serenidad al odio.

No se celebra en el mundo el aniversario de las olas del mar o del nacimiento de los ríos, que fluyen entre los pliegues de las montañas. Tampoco conmemoramos la irrupción del viento que transporta con suavidad las semillas hacia la tierra negra, mientras aviva el incendio de la historia.

La leyenda narra que una rara especie de pez se adaptó a vivir sobre las playas. Un animal se transformó en otro y subió a los árboles. Entonces surgió la danza. Pero no festejamos jamás el umbral de las metamorfosis.

No se hace una fiesta en memoria de las piedras, que brillan como joyas todavía en el tiempo del origen.  Celebramos una y otra vez la poesía y la vida, en contraposición a las bombas y a la sistemática matanza.

Los poderosos se regocijan con las diarias utilidades de la muerte y de la guerra. Pero nuestras palabras no permanecen prisioneras y escriben con su propia luz. La sangre no es el río del olvido.

“La vida es el orgullo de la muerte”, se dijo. La vida se levanta sobre los escombros cada mañana, contra todas las manifestaciones y anticipaciones de la aniquilación.

De momento, como escribiera el poeta francés René Char: “Inexpugnable bajo su tienda de ciprés, el poeta, para persuadirse y guiarse, no ha de temer servirse de todas las llaves que han acudido a su mano. No obstante, no debe confundir una animación de fronteras, con un horizonte revolucionario”.

Cuando consigamos recordar el lenguaje cifrado del rocío y nos reunamos de nuevo los humanos y los pueblos del orbe, abruptamente separados por interminables estaciones de crueldad y dolor, nuevos soles prevalecerán contra el oscuro tiempo adverso y podremos juntos construir en paz la tierra de la vida, desde siempre prohibida.

Medellín, agosto 2 de 2021.

Última actualización: 19/12/2021