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Nuevos poemas de Dunya Mikhail, Irak

Fotografía tomada de la web de Wittenber University

Por: Dunya Mikhail
Traductor: León Blanco para Prometeo

La extraña en su signo femenino 


Todo tiene género
en árabe:
La historia es masculina.
La ficción es femenina.
El sueño es masculino.
El deseo es femenino.

Las palabras femeninas terminan
en un círculo con dos puntos encima.
Llaman a este símbolo el círculo atado,
anudado con deseos
que se cumplen sólo cuando se olvidan
o se reemplazan por los deseos de los demás.

En el pueblo de los deseos atados
la gente siente gran expectación
porque una extraña llegará
hoy, en su signo femenino.
Alguien dice que la vio,
dos puntos titilantes
refutando la visión de otro
con ojos de gato cazando en la oscuridad.
Tan temible, dice, la forma en que la luna
se oculta en su círculo rojo

 
Todos están ocupados hoy
haciendo una lista de deseos en pedazos
de papel que entregarán al viento.
Cuando la extraña los encuentre
en su camino, los recogerá
y los fijará a su círculo,
desechando algunos viejos deseos
para dar espacio a los nuevos.
Dicen que los que caen
se cumplirán.

La tardanza de la extraña
preocupa a aquellos que esperan.
Alguien dice que ella está buscando
una palabra para completar
una frase especial,
el regalo que traerá al pueblo.

Otro se pregunta si ella busca
un verbo o un sustantivo,
y se ofrece a encontrarlo.
Un tercero advierte que la extraña
puede convertirlo, con una caricia,
en una flor que brota
sólo por un instante
antes de marchitarse y morir,
su palpitante círculo de canciones
que causan tristeza y júbilo
y algo tan inusual
que nadie tiene un nombre para ello.
¿Completará un verbo
o una frase nominal? ¿O irá sola,
una palabra completa en sí misma?
Se preguntan…

Cuando finalmente escuchan pasos,
saben que la extraña debe estar cerca.
Asegúrate que la puerta esté abierta,
se recuerdan entre sí.
Escuchan un tintineo,
¿Una pulsera? ¿Una cadena?

 

Un poema más de amor


Si me sobrara un día
escribiría un poema de amor
compuesto por una palabra
repetida como un código binario.

Lo multiplicaría por el número
de días que pasaron
sin decírtelo
y agregaría los días

cuando lo dije sin palabras
porque quisiera decirlo
más. Y como una abeja
recogiendo polen, recogería

todo lo que se dijo
en una palabra, como una raíz cuadrada
multiplicada por la potencia de diez.
Contaría incluso aquel día

cuando mi rabia contigo
o por ti, me convirtió en
una piedra, y también los días
cuando yo estaba lejos

enviando mis canciones como
postales a los solitarios,
sintiéndote en cada caricia
de amor que di al mundo.

Contaré todos mis días,
incluso los nueve meses de los días
de antes de nacer, para decir
este exponencial y creciente “te amo”.

 


Mi poema no te salvará


¿Recuerdas al niño acostado bocabajo
sobre la arena, y las olas retirándose suavemente
desde su cuerpo, como si fuera un sueño olvidado?

Mi poema no lo pondrá bocarriba
ni levantará
sus pies
para que pueda correr
hacia un regazo familiar
como antes.
Lamento que
mi poema no
frenará los cartuchos
cuando se descarguen
sobre un pueblo dormido,
ni impedirá que los edificios
colapsen
alrededor de sus residentes,
ni recogerá la flor de la pierna rota
bajo las esquirlas,
ni resucitará a los muertos.
Mi poema no desactivará
la bomba
en la plaza pública.
Pronto explotará
donde la chica le insiste
a su padre que le compre chicle.
Mi poema no los apurará a
dejar el lugar
y montarse al auto,
que justo escapará de la explosión.
Muchos errores en la vida
no serán corregidos por mi poema.
Las preguntas no serán respondidas.
Lo siento,
mi poema no te salvará.
Mi poema no puede recuperar
todas tus pérdidas,
ni siquiera algunas,
y a quienes se fueron lejos
mi poema no sabrá regresarlos
a sus amantes.
Lo lamento.
No sé por qué los pájaros
cantan
durante sus travesías
sobre nuestras ruinas.
Sus canciones no nos salvarán,
aunque, en las épocas más frías
nos dan calor,
y cuando necesitamos tocar el alma
-saber que no se está muerto-,
sus canciones
nos brindan esa caricia.

 

100 años de sueño 


No quiero ser la princesa.
Sólo quiero ser su sueño
por 100 años.

Quiero saltarme los problemas
del siglo veintiuno,
la contaminación del agua
el virus asesino
la guerra nuclear
los barcos volcados
llevando polizones
lejos de sus patrias.

Puedo perderme inventos importantes
y nuevas canciones
y fines de semana
cuando sale la gente
a sus citas
todos seguidos por una luna.

Puedo abrir los ojos por un instante
echar un vistazo al universo en su belleza
y luego cerrarlos de nuevo.

Pero, ¿y si mis seres queridos
me rodearan
y susurraran en mi oído
uno a uno?
Me despertaría, por supuesto.

Poemas Prometeo # 91-92


Dunya Mikhail nació en Bagdad, Irak, en 1965. Es poeta y traductora. Su poesía, catalogada de innovadora, satírica y subversiva, narra en imágenes la experiencia de crecer en un país devastado. Actualmente vive en Estados Unidos, donde se ha desempeñado como profesora de árabe en la Universidad de Oakland en Michigan.  Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: La guerra trabaja duro, 2005 (Premio de Poesía Griffin); Diario de una ola fuera del mar, 2009 (Premio al libro árabe-americano); Las noches iraquíes, 2014; La teoría de la ausencia, 2014; La apicultora: rescatando a las mujeres robadas de Irak, 2018 y En su signo femenino, 2019. En 2001, recibió el Premio de los Derechos Humanos de la ONU a la Libertad de Escritura.

Última actualización: 25/04/2022