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David Marín (Colombia)

Por: David Marín

          Lo irreal intacto en
          lo real devastado.
         
René Char

Entre los brazos se recogen y un rumor de hojas sin fin los arrastra. Ya están aquí las mareas de los signos húmedos y frescos. Nombran el peso de una boca y la duración en la que han sucedido los desgarros. Nombran las heridas por donde el deseo aventuró la desobediencia. Nombran las dos caras de un solo enigma y anuncian la perfección del silencio. Duermen los cuerpos. No se sabe aún si despertarán para el anhelo o el desdén.

* * *

Están cautivos en el éxtasis y se acarician en los resguardos de un invierno áspero. Reciben con fijeza la luz del blanco nocturno. Es bello enloquecer en el oro que la noche esplende. Aquí el silencio mana y se reconcilia con el abandono.

* * *

Fundirse en los rostros más bellos. No en los que surgen del rayo implacable de la máscara, sino en los más oscuros, en los rostros que se sustraen a la multiplicación errónea del simulacro. Fundirse en el ritmo de las noches, cuando los insectos proclaman su vertical suspenso, y abandonan su habitual forma de ir en estridencia, con alas de frágil interrogación. Y a la menor señal del deseo, en la mínima ceremonia de la carne enhiesta, abalanzarse en el cuerpo, escurrirse en su claridad, más alto cada vez y en desordenada obediencia. Y defender el ritual de los secretos en la corriente inmóvil de las posesiones, para que en un atajo subterráneo los cuerpos se proyecten sedientos, al dorado camino donde se acoplan los arroyos seminales, con la fuerza de las usurpaciones, con las mordeduras inscritas en el lomo, bajo el brillo desolado y la dura materia de las pesadillas.

* * *

Sin duración en las hojas, sin duración en las piedras, la luz avanza con adherencia torpe. Los lugares en los que esta luz reposa son los lugares de la desaparición. En las mañanas más claras, cuando todos los ríos descienden vírgenes, a esta luz apacible se le impone el error fatal de los condenados al desencuentro. Es la misma luz que tiene en contra no el deleite de las pieles sedientas, sino el muro descomunal de ese sueño todavía sin deglutir en la horas primarias. Es la luz que asiste en los placeres de la materia, justo antes de que en los cuerpos se hayan solidificado, al borde de las fauces y por entre los acoplamientos, cada uno de los torrentes que se mezclaron en el hervidero del yo. Es la luz que sopla de donde ha escapado la sustancia del deseo bajo el signo de la tortura, y su torpeza es la pérdida de la distracción.

* * *

Bordean el lago. Advierten que es el verano de los nacimientos. Una música de pájaros los conduce al interior de los frutos. Están presos en la locura de los hongos. Ni siquiera el aroma del rosal ocultará el detritus para el que están destinados. No saben que cosechan la traición.

* * *

¿Cómo pueden mirarse con indiferencia un par de animales sosegados? ¿Cómo pueden suponerse colmados dos cuerpos a los que se les impone la transparencia de unos labios expertos en vértigos y desapariciones? Han morado lo suficiente en el deseo como para olvidarse. Pueden escapar a la opacidad de una noche, y luego sobreponerse a la fugacidad. Pueden dejarlo todo, sumidos en el residuo de un cause blanco entre las manos. Que la humedad preserve esta serenidad de los cuerpos y que no se extinga la luz en la posterioridad de la eyaculación.

* * *

Han sido tragados otra vez por la oscuridad. Y son pacíficos ante las fieras nocturnas. Ya se reconocen en el nombre impuro de las traiciones. Los aromas en los que consultan la nostalgia es materia aborrecible. Se dejarán seducir por las palpitaciones del bosque como lobos que cohabitan la irritación. Indiferentes al óxido y al olvido, de la verdad solo conservan la lágrima.

* * *

La posibilidad es acechanza y pervive en la inclinación de unos párpados. ¿Después de la sombra, quién participará de los falsos instantes? Ya separados e imprecisos arribarán al ácido nombre de la desaparición.

* * *

Ante la ausencia y el olvido inminente la libertad es otra dádiva de la destrucción, como la luz y el perfume de un árbol simplificado.

De Remanencia. Corazón Negro Editores, Medellín, 2014.


David Marín nació en 1990, realizó estudios de literatura en la Universidad de Antioquia (2008-2013). Es autor de los libros Abro la noche, (Fundación Arte y Ciencia, 2011), Sórdida verba (Astrolabio Editores, 2013) y Remanencia (inédito, 2014). En 2010 recibió la Beca de Creación de la Alcaldía de Medellín por su libro Abro la noche. Publicaciones suyas han aparecido en la Revista Universidad de Antioquia y el Pequeño Periódico. Actualmente se desempeña como docente de la Red de Escritores.

Dice el aurtor: He querido recurrir al lenguaje poético para confrontarme con los delirios, las miserias y las alegrías del misterio de existir. El experimento al que me he entregado encuentra su raíz en la figura, ya mítica, de Rimbaud. Aquel muchacho, un poco irreverente, un poco resuelto. El Rimbaud de Abisinia es esa imagen del hombre que se resiste ante lo inevitable bajo el sol del desierto. Entiendo que su algarabía juvenil, aquella que acaso me hizo falta, es un soplo brioso, tan necesario como el de la reflexión. Lo que he querido hacer, entonces, es penetrar el tiempo y el espacio buscando imágenes que construyan instantes poéticos, tal vez febriles, de esa agonía última de Rimbaud. Eso y no otra cosa es este libro. Las páginas que conforman los Fragmentos de la noche estrellada son frívolas y casuales. Su publicación obedece a un deseo, todavía no logrado, de olvidarlas. Y a un intento por dejar de corregirlas. Esto último aplica para el resto de la composición. Comprendo, con W. Gombrowicz, que todo experimento artístico ignora su lógica: eso es precisamente lo que intenta descifrar el innovador. Espero, estimado lector, que perdones la ingenuidad y la ignorancia, la vaguedad y el exceso, la necedad y la sensiblería que no alcancé a tachar. Aprovecho la ocasión para ofrecer disculpas a quien se sienta remedado en su estilo: no fue otra cosa que una desinteresada muestra de afecto.

Última actualización: 23/11/2021