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Jorge Montealegre (Chile)

14º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Jorge Montealegre

Fosa ardeatina

Mordaza raída
voz de hiel
Mortaja roída
piel de cal
Ánima
hórrida
Lonquén


 

Epitafio

Descansarás en paz
algún día pero hay
recuerdos que despiertan
ay de las piedras

                  De Huiros, 1979




 

Gallo

 

Entras en la arena. Un saludo inflado. Una venia elegante.
Un paseo.
El gallinero se revuelve y grita. La galería está contigo.
Volarán plumas esta noche.
Harás finta, blocaje. Arriba campeón.
Suena la campana. Lanzarás un gancho. Juego de piernas.
Las cuerdas.
Recibes un swing, sangra tu ceja; un uppercut,
estás mareado; un directo de izquierda, tambaleas.
Silencio.
Te sacan la cresta. Caes. Te gritan gallina.
Tratas de lanzar un espolonazo.
El ruedo se voltea. Levantas la cabeza.
Pero antes de llorar
o de cantar
la barra te niega una, dos, tres veces
y knock-out.

                    De Zootipos, 1981



 

Alta poesía
 

Todos los vecinos de mi barrio duermen siesta,
pero hay chicos que golpean puertas fastidiando:
piden pan y no dejan
escribir los mejores poemas sobre el hambre.

                 De Exilios, 1983
 

 

Lagos congelados
 

Bajo un cielo de hielo nada la poesía
eterna en su escondite como si no existiera

Recibe los temblores de un tragaluz herido
y sube deslumbrada por el ojo del mundo

La hipnotizan preguntas de acero, diminutos
arpones que buceando capturan las palabras.

Encandilado el poema se agita en el aire
como una trucha recién pescada en la memoria.



 

Huesos

 fragmento
 

Soplan los científicos haciendo su faena: limpian la osamenta con pinceles
como artistas
Lavan los restos con agua, como sacerdotes. Marcan los huesos
como tahúres. Los toman con pinzas como filatélicos. Y ordenan rayos
como dioses

No es tu pensamiento lo que busca la pericia forense / ni el corazón
que se tragó la tierra / ni el sueño / que anidó en tus cuencas sin permiso

Las obras no tienen importancia cuando las sobras tienen la palabra

             De Huesos, 2006



 

Poema al margen
 

Estos versos están marginados del resto del poema
Se han tomado este papel
No tenían dónde cobijarse sino al margen del margen
Escribiéndolos
no soy más que mi propio allegado
instalándome con una carpeta
de poesía prestada bajo el poncho
En la oscuridad lanzo los enésimos terrones de la toma
palabras
que se quiebran como botellas de cerveza
en las retinas de hormigón
¿Quién seguirá leyendo en estas capitales?
Los ciegos
ayunan con la boca vendada porque nadie los ve
(salvo el tacto de la muerte
con las yemas de Bobby Sands y las llamas
de Sebastián Acevedo en un círculo de tiza)
Cerca del llanto
me fui deshabitando en el poema
Descascarándome
(¿Cuánto miedo habrá detrás de esta fachada?)

La tipografía se descompone en la última página
Se terminan las palabras cruzadas, el juego consentido
Los encabalgamientos
En esta carrera de centauros sin parlamento ni parnaso

A estas alturas
La uniformidad se llama a retiro
acaba la mono-
tonía del caos. Cada verbo
se contradice en su guerra interna
Los lugares comunes siguen
viviendo: todavía quedan niños y parientes y funerales y colegas

Al tío Iván lo enterraron en la jardinera de su casa
En la población Santa Adriana
su hermana –la Nidia- murió sola en la Juanita Aguirre, de Conchalí
a Benjamín Moloise
se lo llevaron a la horca desde el suburbio negro de Soweto

Autor, al fin y al cabo
yo me escondo en este sitio en estado de hoja
soportando versos
que serán revisados por el dictador que suscribe
Entrelíneas
dejo un nicho transitorio
que responde al guiño de los tuertos.


                  De: Título de dominio, 1986

 

Madonna

Con ese micrófono inalámbrico                                               
podría ser una telefonista escuchando al presidente                         
o una hechicera                                                             
lanzando al mar una burbuja negra: el eco de una pompa antigua               
Teje en la gruta su propio corpiño, cortando la oscuridad                   
con los hombros desnudos de una llama blanca                                 
que se apaga y arde como La Madonna de Munch                                 
Negra la ceja es un paréntesis abierto en un recodo marino                   
El pestañeo, la mano de un náufrago enterrándose en su piel                 
de pincoya latina                                                           
En remolino los hombres entran y salen volando de sus ojos Navegantes       
con una caracola en cada oreja para escuchar el canto                       
*                                                                           
El único que la vio fue Homero                                               
cuando el video-clip era una cinta con olor de algas en sus manos           
(¡sedúceme, Circe, susurrando!)                                             
Con boca de lamento y de lamido nos convoca lomo al aire                     
sabiendo que no repta la mujer que se arrastra como una pantera             
Vía satélite la diva canta y encanta con su escote brillante                 
Nos castiga: de un varillazo mágico nos vuelve puercos                       
una galería en celo                                                         
un aullido que viola su corset de abuela renacida                           
Somos el coro edípico de la madrona que nos canta, la madrastra             
que siempre quisimos revolcar en el chiquero                                 
En el embrujo del show su brasier es un brasero, una tenaza                 
al rojo                                                                     
para castrar a los chanchos                                                 
Circe nos humilla desde el fondo del tiempo y de los sueños                 
Nos tiene a gatas en una porqueriza                                         
transformados en criaturas de pecho abriendo los ojos, lechones             
mirando un video-clip                                                       
El único que la vio fue Homero, recorriéndola como a un sargazo.             
*                                                                           
Con botas go-go, tacos de aguja o descalza como una Isadora                 
podría ser una telefonista de Michigan                                       
bailando a medianoche con Ulises                                             
Hila su memoria con ruecas del Mediterráneo. Sus deseos los teje             
con lana de oveja descarriada                                               
Madonna Ciccone se masturba con la bandera del sueño americano               
Explora su pálida playa quemándose en su hoguera                             
mientras le apunta un voyerista con el control remoto                       
Se vuela con los ojos cerrados y vuelve a las grutas de Circe               
como una bruja teñida en Nueva York                                         
Platinada, espera el retorno de su canto y la respuesta                     
de la rubia que mira en el espejo                                           
Tiene fax en su limusina                                                     
y bajo las sienes los fonos de una línea libre                               
para cuando la llame                                                         
Marilyn Monroe.       


Jorge Montealegre nació en Santiago de Chile en 1954. Es poeta, periodista, ensayista y guionista de humor. Ha realizado estudios de Cine y Gerencia Pública. Tras el golpe militar de Pinochet, fue encarcelado a sus 19 años, en 1973. Tiempo después fue liberado y escribió en su exilio en Roma su primer libro Chacabucho, 1974, donde describe sus experiencias en prisión. Ha obtenido, entre otros reconocimientos: la Beca Guggenheim (1989), que le permitió escribir Historia del humor gráfico de Chile; Premio Municipal de Literatura de Santiago 1996 por Bien común; Premio Mejores Obras Literarias Publicadas 1996 por Huidobro, la marcha infinita (Consejo Nacional del Libro y la Lectura); Premio Altazor 2004, categoría ensayo, por Frazadas del Estadio Nacional; Premio Altazor 2008, categoría poesía, por No se puede evitar la caída del cabello.

Otros de sus publicados: Huiros, 1979; Lógica en Zoo, 1981; Astillas, 1982; Exilios, 1983; Título de dominio, 1986; Bien Común, 1995; El tren en la poesía chilena, 1996; Rostros y rastros de un canto, 1997; Wurlitzer, 1998; Prehistorieta de Chile, 2003; Huesos, 2003; No se puede evitar la caída del cabello, poesía, Asterión, 2007; Puro Chile. Sátira humorística y (anti)patriótica, dibujos de Hervi, Rufino, De la Barra, Palomo; LOM, Santiago; Coré, el tesoro que creíamos perdido, Asterión, 2012; Carne de Estatua. Allende: caricatura y monumento, ensayo, Mandrágora, 2014; Sentido del Rumor. Monitos y monadas bajo dictadura, dibujos de Eduardo de la Barra, Luis Albornoz, editorial Asterion, 2019. 

En sus palabras: “Mis primeros versos nacieron en una atmósfera de solidaridad, de estímulo fraterno, que determinó las referencias de mi escritura. La atmósfera chacabucana, de dolor y esperanza, fue iniciática. Dejó una marca ética más que estética. De la experiencia con la prisión y los prisioneros quedó una mezcla extraña de horror y ternura. El encierro, el desierto, el cemento son parte de un imaginario que perdura y se transfigura. El poeta que nace en cautiverio muere en cautiverio. La prisión, como el exilio, no es un lugar que se abandona. Se lleva para siempre. Aparece y desaparece. Nos visita y se visita”.

Última actualización: 09/11/2021