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Anna Francisca Rodas (Colombia)

Por: Anna Francisca Rodas

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 101-102. Julio de 2015.

1

Otra vez dibujo sobre los ríos sin nombre  un pececito para tu reino, un ánfora en su vacío para guardar la soledad en el vientre oscuro. 

Sospecho de todo, del paso y la cátedra ante su angustia vadeando el olvido

del temblor de la boca desnuda, del misterio ante los trazos de una mano fantasma en el desierto

doy cuenta del espanto de la lluvia cuando arrasa la semilla frente al lamento de una manada hambrienta y soy sólo una extranjera, un vasto hemisferio   donde se prolongan las interrogantes…

Con incertidumbre la prudencia nos convierte en otros

¿Quién velará los desencuentros mientras llegas al otro lado de la noche?

Hay que elegir entre la jaula y la soledad

El subterfugio va adosado a los espejos y ellos no perdonan el retorno hacia tu origen.

No caben, aquí, los caballos del apocalipsis, no cabe mayo con su luna quebrada, no queda rastro sobre la hierba presa del fuego; sólo volver al mundo donde  media  la sed bajo los puentes e impera la salvaje desnudez de la inocencia.

Hay tantas cosas inútiles aquí. Hay una paz devastada, una calle que absorbe  su aullido entre silencios.

Los vencidos cruzan el deseo con la culpa del cadáver a cuestas por no saber olfatear señales. 

Mi oficio, está claro, como el sueño que apenas te desnuda, agoniza y me devuelve a las sombras.

 

 

2

Envuelvo la memoria, indulgente, inalterable, para plasmar
el circuito del acertijo,
la escena del mañana,
el cadáver servido para la fiesta tras la fuente que hierve, a voluntad, frente al espejo.

Si bien, las calles son un trazado del engaño
para expandir el eco a quien distrae el camino del arrepentimiento,
me corresponde ajustar los ojos de Dios bajo el poniente.

Las voces del mundo viven en mi tiempo
se esconden como el letargo que nos funde al campo de hierba bajo
una noche en círculos de nieve.

Pauso el aliento
soy cielo al cardumen de peces vestidos de rojo que escapan
de un mar extinto, como ciertas palabras.

Hay un límite, la lengua saciada en las migajas de la ofrenda

y una voz que murmura:

NO camines a espaldas de tu asesino

 

24

Hoy déjame levantar la pared
hasta la cima del olvido

Mañana libraré otra guerra
Ya no será una voz
ya no serán los muertos ni la ausencia
abstracción apátrida de desierto
sin reglas para caminar
entre la sed de los recintos

Hoy, déjame ir contra el viento
a instalarme en la piel antigua de una ciudad
con horas fugadas
a susurrar canciones
que rompan el miedo

Hoy déjame
traspasar la angustia que cierra la noche
con este grito
que se niega
a escribirse

  

Podrás decir

No todos los pájaros  están preparados para la tormenta

huyen del campanario
antes del amanecer, huyen,
juegan a inscribir el misterio,  y mueren
sin una tumba,
sin un nombre
sin el epitafio de los mortales.

Es posible la nada:

los peces en el hueco de las manos
los peces en los nidos
el ocaso prendiéndose  alrededor de las carencias
el universo del instinto,
tus ojos,
tus ojos que interrogan el susurro
para llenarme.

Desaprendo los pasos, el ritmo
donde absuelven  los cristales gota a gota
la ceguera de la lluvia

para cuando todo falte, ir lejos
… Lejos

Podrás decir que me gustaba el silencio
que no pude detener  el vuelo de los peces
ni la precisión de los relojes
cuando entiendas de renuncias…
Podrás decir:  

Siente  el otoño,
  los pájaros,
   los peces,
    han huido

 

Una mujer

Reconozco el camino
las mismas hojas sedientas galopan su abandono.
Una serpiente se descubre, muta de piel
repta sobre promesas entre la sombra de su cuerpo. 
Las balas impactan el último beso entre una estación y la ceguera.
Los años mecen el cordón de los días
llevan gotas de nostalgia
ad-portas, al borde de los ojos.

Nunca vi arrodillarse la lluvia
ni  pedir perdón por caer a destiempo.

Toda visión fue perder  frente al milagro
perder el roce que dirime comienzos
acallar desvelos  con golpes esquivos
y vadear el mundo en las entrañas.

Por más que intento  esconder  la sed
ella saciará pasos relegados al vacío.
Es así el destierro
fuego entre líneas ocultas de un mandala
mientras pregonamos una libertad inexistente.

He visto el rótulo de insensatos cercenar al viento.
Los he visto aposentar  bajo el quedo sonido
tras la  aldaba
por miedo a cruzar el espiral de la memoria.

Miles de vientres traen al mundo hombres para la guerra.
Patria de tu vientre, vientres de tu patria
huérfanas de  nombres y presas del asalto cuando el fuego
apuñala sus sexos.
Trofeo del silencio ante una plegaria adversa.
Una mujer
Una mujer niña
Una mujer  joven
Una mujer anciana
Una mujer
sirve la mesa y queda proscrita al círculo.

Algunas rompen el cadáver
se atreven a edificar sobre ruinas
sin más fe que mantener la antorcha encendida para los ciegos.
 
De tarde a tarde, un espejo nos ignora,
es cuando la sal abona surcos de esperanza
y reescribo:
Toda espera
se cifra,
se disuelve,
huye de a poco hasta el olvido

 

Divagación un día cualquiera

Una última página de insomnios al límite   
Hora de infinitas ausencias, las del ocaso

Regreso al tiempo que deambula para alimentar las flores

Otra puerta enciende la ceguera

Leo el silencio
Arrullo en soledad los nidos de pájaros aprisionados en la historia

Todo se hace infinito y no alcanza

Vengo del instante donde vale una vida

Rescaté a José de la guerra
hoy José aluza y escapa de mi sombra para salvarse

Es mi calle, la calle del árbol que sangra mis raíces 
y es la sombra frente al árbol donde muere la calle
y es el árbol frente a mi ventana para extender pájaros
al interior de mi vientre
y somos calle, sombra, árbol,
y soy una ciudad vacía en esta cárcel de trazos
para habitar la inmensidad de su nombre

No es olvido la ausencia

La obsesión de un pájaro es volar

que se suiciden los poetas
al final solo el poema
debe salvarse

 

De vos sin voz

Pretendo las sentencias de alfiles a su gloria
matiz opiáceo que convierte huidas
en arrebatos tardíos.

Es lineal toda lógica de índices.
El terror acuna miedos
socava tributos
pinta bajo la lluvia pairos a rostros de olvido.

Hablar es un derecho de (no) uniformarse.
Preferible bañar en fuego las lenguas
abonar árboles al pandemónium del mañana
que se escuda en renuncias.

Merced del hambre, traspasan historias los ausentes,
se cobijan con tratados y marquesinas

Despiertan,
sólo el laberinto
conduce a espejismos de acerbo.
Los pájaros huyen
los fueros transgreden
el vértigo es manjar sobre desnudez ajena.

Que sigan los corceles desbocados,
desbocados del hombre que persigue su trono de bestia

por si acaso un día
… por si acaso

 

Debí escoger otro oficio  

el círculo incompleto reclama su forma sin quemarse          
-condición ominosa ante una plaza sin templo-

Cuán blanca se conjetura la condena.
Debiera cercar rutinas
ahuyentar el paso,
salvar
—si aún queda-
al prestidigitador que absuelve golpes quedos 
magnificando el templo.

Algunos no entienden por qué marchita la rosa.
Niegan la imposición de la carne
no admiten el lenguaje, prolongado lenguaje
de una mujer desnuda ante  la gloria.
Interpelan voluntad al abandono
… Nada se fortalece.
Llevo un cadáver trashumante de alboradas

debiera convidarte a oprimir el gatillo

todo puede escribirse tras los muros del silencio

Debí escoger otro oficio 
donde liberar mis muertos.

 

  

Habitante entre sombras

Infinita la sed
aun así me entrego

a la soledad del desierto.

 

Uno tendría que arrestar el tiempo
gritar: ¡Amor!, ¡Patria!,
cerrar surcos como costuras
sin salvedad de quien porte el hostil silencio.

Nada detiene la estación de las lluvias,
si acaso el asombro de un renglón pausado
descifrando el acertijo
fiel a la locura de nombrar el desarraigo.

Inútil no volver a ser gatos tras la niebla,
hacer del beso un disparo
instar
creer
nombrar
surcar cortinas que dobleguen los instantes,
regresar al patio y reconocer las cenizas.

¿Quién dijo salvaguardar nuestra memoria?...
¿quién?

Allí la estadística es sinrazón,
noche aciaga prematura ante el olvido.

Hoy, hoy vengo de tantas muertes
y
no
me
reconozco

 

 

2

Bastó una plegaria
Bastó un nombre elegido entre el abecedario de otras orillas
Bastó cruzar la vigilia      la rota vigilia 

-Aquí en mi corazón, tienes tu casa.

Los miedos no vencen    
Del cielo al infierno  entre la subsistencia o plegarse a la vida  
Entre la desesperación o la desesperanza para no apagar la luz
ellos se eligen    a tientas      como destino    y hacen de la boca una estación     un hilo rojo     rojo como la sangre del ritual de la noche
de muñecas sangrantes y una promesa de silencio

desde aquella noche      desde aquella luna   la sed tiene otro nombre

Es hora de cruzar la orfandad de las horas    De nuevo el día devora   y un mar en llamas   consume a los amantes 

vidas ajenas en el corto destierro para refugiar sus propias vidas

Es hora de esconder la huella   la implacable huella que deja el fuego
y arder por dentro como tierra madura ante una herida abierta que nos dice que aún            no estamos muertos


 

Anna Francisca Rodas  nació en Puerto Mosquito, Cesar, Colombia el 3 de mayo de 1968. Es poeta y escritora. Pertenece a la Corporación MECA (Escritores y Artistas de Medellín). Libros publicados: Obsidiana, 2010; La soledad de las clepsidras, 2014; y Poemas para la muerte en vida, 2021.

Colaboradora en HLC (Revista Horizonte Literario Contemporáneo), revista multicultural e independiente de edición rumana, que se edita en varios idiomas. Compiló el libro: Genealogía de los susurros. Poesía 82 voces (Gestión cultural que reúne en la edición a poetas de diversos puntos de Colombia y de otros países, 2014). Poemas suyos han sido traducidos al italiano, inglés, al rumano y al francés.

¿Qué es la Poesía? poemas de Anna Francisca Rodas. Revista Innombrable
Anna Francisca Rodas Iglesias. Gotas de tinta. 
Poemas Annafranciscarodasiglesias-tuti.blogspot.com/
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Poesía Demoliendo.blogspot.com/
A la mujer Youtube Mario Ramón Mendoza

Publicado el 21 de agosto de 2015

Última actualización: 28/02/2022