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Denisse Vega Farfán (Perú)

Denisse Vega Farfán en el 27º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Denisse Vega Farfán

 

 

 

 

Poema

 

A lo mejor hay una línea que sobrevuela la muerte y respira en el poema.
De pie ante un destino que muge, los trémulos ojos de extranjero
detenidos en el recibidor.  La espiral de insignias y sellos
que nada dicen de nuestro nombre apenas entrevisto.
Cuando de pronto, sin consultarnos, se nos echa de la vida
con la casa a medio hacer
o la pavesa de lo nunca sido entre los dedos.
Soñando con sujetar lo que veloz y fugazmente bate
en la opacidad del verano
nos confiamos al metal que cede en la hoja,
ligamento de una otredad que libremente gesticula,
agua llevándonos río abajo a una inviolada memoria.
Negados astros resbalan de nuestro índice
-poder incierto de las gloriosas aguas,
satélite ebrio de días siempre inaugurales–
y es nuevamente pura la confusión de los ojos.

 

 

Manos

 

Tienen mis manos las molduras de mi padre,
mas en ellas un viento sordo
construye su casa violenta a oscuras.
Adivino mejor, ahora que lucho con palabras
para encontrar el poema,
el cepillo de mi abuelo deslizándose
sobre la tosca madera recién cortada
hasta dejarla como el pómulo de un jacinto.
Persigo el camino del punzón sobre la piel de añosos árboles,
la figura que, al final, asciende a la superficie,
revelando su amordazado grito en la hondonada
-testigo de un origen proscrito a nuestra búsqueda-.
La labor de perforar en lo secreto, duro e inflamable.
La destreza de detenerse cuando, del otro lado,
algo nos advierte del peligro de seguir acercándonos.
Muerto, cuando apenas dispuse de seis días
para intentar saludar al mundo,
sus manos son ahora un indescifrable tallado en el aire.
En pie siguen las puertas, las mesas, los muebles que hizo,
receptando el tedio y la ventura de las generaciones.

 

 

Preguntas por la sed

Preguntas por la sed.
¿Y qué podría decirte sobre ella,
más que del seco golpe del remo en las domésticas aguas?
La sed que te hace seguir, ingobernable topo,
cada vez más abajo y más adentro
en busca del temblor exacto de tu cuerpo,
dejando tras de sí restos de piel en ruinas,
quebradas garras en el fósil de la hoja.
Devolverte con la primera desnudez a la superficie,
ése es tu sueño.
¿Qué podría decirte?, ¿si precede o no
al desgarrón de nuestros padres,
o está la respuesta en los innumerables astros?
La sed por la que sabes medir la noche y sus poblaciones,
el alba y sus apariciones reptantes.
Ésa que te usurpa el nombre al final del poema
y ofrece devolvértelo en la continuación de otro,
para nuevamente arrebatártelo y esconderlo
en una letra aún más profunda.
¿Qué podría decirte sobre la sed?
Tú que tienes, como yo, la frente hundida en las arenas.

 

 

Máquina de coser

 

para Irma

Por ese metálico agujero
viajaron todos tus hijos.
Un hilo arbóreo
arteria veloz
un tiempo frágil
pugnando por lamer más allá
de las desbrozadas sienes de nuestros precursores.
Las puntadas eran sencillas
repetidas para que no se rasgara la ropa,
y el petrel no cesara en su planicie
jamás tentada.
Cuando te fuiste, poco a poco
se les fueron cayendo los botones,
carcomiendo los cuellos,
desbastando las solapas,
reventando los fuelles.
Nadie llegó a comprender
sus secretos dobleces,
sus ociosas impiedades.
Por ahí también pasé yo, despacito,
agitando mis palabras
-delirantes ejes,
balbuceos de una fiebre desconocida-.
Era tan estrecho el orificio
que sólo pude cargar con algunas,
las necesarias para encontrar el poema.
¿Qué entalle final aguardabas?
-¿qué precisión en la armería falaz de la escritura?-
No llegamos a entender.
Tú solo cosías y cosías,
el pedal oxigenando la biela,
la caja de bobinas traqueteando
al albor de la prensa de tu aceitado ojo,
estuarios comunes, moldes de hastío
que pugnabas gobernar.
El traje de los cinco años languidece
como el plumaje de un inocente gallinazo.
Salvo mi cuerpo casi nada es diferente,
sigo con el mismo instinto dirigiéndome a las personas.
Quisiste coserme bien, por dentro y por fuera,
asegurarte que nada se desbordara.
Así la tentación del poema,
luchando por contener la señal impermeable,
la aurora exacta surcada de raudos vencejos,
la tensión de la nasa presta al bocado esquivo.

Por ese metálico agujero,
viajaron todas las palabras posibles
para ser traicionadas.

 

El oído del poema

 

Mírate en el poema hasta ser solo ruido,
ese mito que sostiene el armazón
que te transporta cada día y te niega.
Aparecerá entonces la música
de la gota a la cascada,
las siluetas que dibujan tu olvidado rostro.
Mira bien a ese nuevo y familiar que te saluda
y del que, sin saberlo, huiste desde el nacimiento.
Largamente convérsale hasta volver a ser uno.
Luego olvídalo, sin culpa.  En el reluciente vacío
sé la masa plural de otros rostros, la cámara que registra
el secreto murmullo que hace caminar la tierra.
Ya no el ruido, el oído del poema.

Poemas de “El primer asombro” (Animal de Invierno & Paracaídas Editores, 2014)

 

Poesía, medicina del presente

http://poesiadelmondongo.blogspot.com.co/

Por Denisse Vega Farfán
Especial para Prometeo

Nunca antes se ha hecho tan necesaria la palabra y, más precisamente, la palabra enfundada de belleza y autenticidad.  Dos cualidades con las que cuenta la verdadera poesía. 

La poesía no es un conocimiento cualquiera, es un conocimiento de la humanidad entera en toda su revelación y misterio.  La poesía es un ejercicio de la conciencia y el alma, un detenerse a contemplar y recibir la otredad.  Está ahí en lo que no se puede pronunciar, lo que no nos deja traducir el dolor, lo innombrable que deja la muerte, en nuestra más secreta trasgresión.

En tiempos mezquinos donde el poder derrama inagotable sangre y son los más vulnerables los que se llevan las más crudas consecuencias, generación tras generación; la poesía es una práctica que urge.  La poesía entendida como más que un discurso, un solaz transitorio; ésa que toma lugar en los engranajes rígidos de nuestros pensamientos y afectos y les provee una luz móvil a través de nuestros actos e intenciones.  Con ella asistimos al encuentro consigo mismos, a nuestra verdad humana, y se hace audible la voz del semejante.  Reparamos en que por sobre todas nuestras diferencias, válidas o no, debe primar el valor común de nuestra condición. 

El poeta austriaco Georg Trakl, quien vivió la Primera Guerra Mundial, afirmó en uno de sus poemas sobre la violencia: “y todos los caminos desembocan en negra podredumbre”.  Pues todos los caminos de la violencia conducen a la miseria, como personas, sociedad y comunidad internacional. Solo hay corrosión en el enfrentamiento de los unos contra los otros en un círculo de inagotable degradación.  “¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto/ hasta la letra en que nació la pena!”, cantaba César Vallejo, pues hay bienes como la vida que no se reponen, y detrás de ella proyectos de historias que nunca fueron.

Por eso, tengo fe en la poesía como una de las herramientas más idóneas para propiciar la paz y la reconciliación.  Estos dos conceptos tan maravillosos como frágiles, sin los cuales no se puede alcanzar el desarrollo, la unidad como país o por lo menos el derecho a la tolerancia.  No entenderlos es condenarse a repetir la tragedia, incluso, con escalas de horror inimaginables. 

Hablo de la poesía, sea escribiéndola, escuchándola, leyéndola, actuándola sin insignias, más allá de los auditorios, hasta donde casi nadie suele llegar y se ignora su poder transformador a través de la creatividad por sobre la pérdida.

Tal vez la poesía sea ese ojo ignorado que llevamos todos, y responde cuando el resto de miradas se han agotado por detenernos en una misma visión endurecida, o que nos han arrebatado cuando apenas nos abríamos al mundo.

“¿Quién/ dice que se nos murió todo/ cuando se nos quebraron los ojos?/ Todo despertó, todo comenzó”, escribió Paul Celan, este poeta alemán que también conoció de los horrores de una guerra y las consecuencias de una herida como un tren interminable.  “Todo despierta”, reparamos en dónde estamos y en lo que hacemos, en lo que egoístamente hemos ignorado: el peso de nuestras vidas y la de los demás, lo imperioso de descubrirnos en nuestra potencialidad. 

 


Denisse Vega Farfán (Trujillo, Perú, 1986). Autora de los poemarios: Una morada tras los reinos (Centro Cultural de España & Lustraeditores, Premio Poesía Joven del Perú, 2008), El primer asombro (Animal de Invierno & Paracaídas Editores, 2014), y de la plaquette Hippocampus (La propia cartonera, Uruguay, 2010).  Ha publicado en otras lenguas: Une demeure après les règnes (Paracaídas Editores, Festival International de la Poésie Trois-Rivières, 2013). 

Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, chino, italiano y alemán.  Su poesía se encuentra compilada en numerosas antologías como “Poetas peruanas de antología” (Ricardo González Vigil, Mascapaycha Editores), “En tierras del cóndor” (Taller de edición Rocca, Colombia), “Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente.” (Vallejo & Company, Perú), “Poesía que gira” (Amaru Cartonera, Chile), “Ladder made up of staircases of time” (China), “Transfronterizas. 38 poetas latinoamericanas” (UNAM).

Ha participado en diversos acontecimientos culturales en Perú y el extranjero como el “Festival Internacional de Poesía Trois-Rivières” (Canadá), el “Festival Internacional del Lago Qinghai” (China), Mé xico (2015), “Feria Internacional del Libro de Santo Domingo” (República Dominicana), “Festival Internacional de Poesía de Bucaramanga” (Colombia), “Hay Festival”.

-8 poemas Sol Negro
-Selección poética Otro páramo
-Selección de poemas Letralia
-Reportaje a Denisse Vega Urbesalvaje
-Poemas Alpialdelapalabra
-Breve reportaje Youtube
-Entrevista: "La poesía, además de goce estético, debe producir conocimiento”"

Actualizado el 3 de marzo
Publicado el 16 de enero de 2017

Última actualización: 20/11/2021