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Firas Sulaiman, Siria

27º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Sara Marin

Por: Firas Sulaiman
Traductor: Nelson Ríos para Prometeo

 

 

 

Libertad

En medio de un extraño arrobamiento
hablábamos sobre la libertad
mi madre remendaba
los calcetines de mi hermano menor
de repente estalló la guerra
todo se volvió escombros
excepto los calcetines de mi hermano
que quedaron colgando
del tendedero como una
bandera

 

 

Qué le queda

¿Qué le queda al gitano cuando
lo han encarcelado en la ciudad, 
le han matado su caballo, le han robado
su daga, y a su mujer,
sino forjar una herradura
de palabras, riendas de aire
podrido
para su nueva cabeza?

 

 

Un extraño en la casa

Dejo la canilla
abierta toda la noche
para disfrazar
la felicidad
que entra sigilosamente a mi habitación;
así mi padre no creerá
que hay
un extraño en la casa

 

 

 

Maldito yo

Maldice la alegría que me
vuelve loco, reuniendo tonalidades
caídas de una pieza musical;
Maldice al doctor
que confirma mi depresión;
Maldito yo,
odio mis manifestaciones malcriadas
de dolor en la sala de
espera, y en resumen, mis ojos son
enormes y mis manos 
tiemblan en el lavadero

 

 

Padre historia


Dedos largos 
pacientes como un espejo 
buenos para tocar el piano 
y halar las orejas 
de niños que insisten 
en crecer; 
Largos dedos quebrados 
porque quieren 
tocar la barba 
del Padre
Historia 

 

Soy mi invitado tardío


Pensaré de mí 
que soy mi guardia ciego, de viejo
me acordaré de mí,
soy mi amigo olvidando mi nombre cuando
me halaga,
me amaré, 
soy mi madre en otro continente
preguntando qué come ahora mi hijo flaco y 
llorando,
confiaré en mí, 
soy mi aprendiz que nada aprende, 
me reiré de mí, 
soy el invitado tardío que nada se perdió, 
simpatizaré conmigo,
soy mi enemigo, quien está perdiendo,
me mataré
cada vez que me pongan atención
soñaré conmigo
tan tremendo y real como algo 
que nunca sucedió


El fin que se repite sin cesar

 

Foto del autor

 

 

Por Firas Sulaiman
Especial para Prometeo

¿Qué hacen ellos en la guerra? Algunos muelen los huesos y los cráneos tan rápido como pueden para olvidar que se han vuelto asesinos; detrás de las murallas, detrás de los cadáveres de otros, disparan a otros cadáveres. Algunos se aprovechan de silencios tempestuosos para exprimir sus corazones sobre el suelo frío en una noche rajada que espera el día, que puede venir para atar lo que queda de venas y arterias a los alientos entrecortados de sus hermanos.

Niños, mujeres y ancianos cuelgan de un agujero en la pared de aire que separa los frentes combatientes como algas colgando de barcos llenos de sangre.

Al final, esto se repite sin cesar. Algunos observan aterrorizados la desintegración de los nombres y las cosas y dividen los arrepentimientos -¡por tantos números!-, luego los lanzan aleatoriamente. Al final, esto se repite sin cesar.
Los vivos tratan de escupir, gritar hasta que sus tripas exploten en descomposición.
Que la historia tenga sentido explota en errores fatales.
Al final, esto se repite sin cesar. Todos esperan, serviles.

Cada lado va armado con sus ataúdes.
Cada lado es un recuerdo torpemente esbozado.

¿Será que los refugiados tienen que agradecerle a Dios que sus tiendas no tienen ventanas para ver el cielo arruinado?

Aquellos que huyen de la muerte, quienes no han muerto todavía, viven como ecos en lugares que ya no existen, viven en el refugio sangriento de sus recuerdos.

Dios se derrite como afilada herramienta fatal en manos ciegas.

Cada texto sagrado, una barriga de males.  Cada interpretación, un asalto.

Porque el dictador ve sólo su fotografía, y porque no suele ver su fotografía temblando, él no cree. Se sienta en el momento congelado pensando que él hace la historia. Al dictador no le faltan nacionalistas, aquellos que estabilizan lo que él ama ver –sólo su fotografía-. Ahora, cuando la fotografía tiembla, cada uno ve excepto él. No ve, no escucha, él sólo tiene sus engaños y órdenes. Pero la gente rasga tus fotos ahora, oh dictador.  El dictador sale de su burbuja/su momento, y cuando lo hace, pisa sólo para reprimir, refrenar, matar, representar el futuro en su pasado; si sale, sólo lo hace para representar su fin.

Pero nosotros, quienes pensamos que el escenario fue preparado para nuestras voces, nuestros pies, advertimos ahora que fuimos sólo lentos caminantes en un largo corredor conduciendo hacia algún afuera. Los asesinos, quienes fueron y aún están entre nosotros, aquellos cuyas ingenuidades solíamos empujar con nuestros codos con un montón de arrogancia y una pequeña simpatía, ahora ocupan el espacio. Los asesinados y aquellos que serán asesinados, cuyos gritos y lamentos se elevarán más allá, quienes vienen de los agudos colores de la vida voltean el escenario patas arriba, mientras nosotros, en nuestro largo corredor, quienes solíamos pensar en salidas, estamos perdidos llorando ahora. 

Y su líder dijo, “es posible aplanar esta tierra de agujeros con cadáveres.”

En este maldito Oriente, la nación también tiene un término de vida.

En la guerra, la inutilidad que lucha por su pureza puede escapar del significado que la creó. La inutilidad va puramente hacia sí misma, arrastrando con ella asesinos y víctimas.

En la guerra, cuando observas toda esta muerte, acaricia el hombro del cadáver sentado a tu lado; y si estás solo, acaricia tu propio hombro.

En la guerra, puedes llamar al agujero en el tanque, una herida.

En la guerra, el dolor no tiene armonía ni disonancia.

Escribo aquí y ahora acerca de la guerra para alabar la paz.
Escribo acerca de la guerra porque el país donde nací está ardiendo hasta el suelo, ya chamuscado.
Como si escribir le recordara al futuro toda esta sangre que aún gotea de la memoria de guerras pasadas.
Escribo sabiendo que la escritura no terminará con la desolación o la devastación.
Escribo porque escribir es un acto de vivir en medio de los agonizantes.
O para probar que nosotros los humanos seguimos equivocados y pecamos contra nosotros mismos y contra este pequeño planeta. Pero, también, perpetramos ofrendas a la poesía y a la paz.
Somos los niños de la música y del lenguaje. ¿Podemos salvar a la Tierra de morir y dejar mensajes para quienes vienen a construir una vida con amor y paz?


Firas Sulaiman es un poeta sirio con múltiples publicaciones en árabe incluyendo diversos libros de poesía y dos colecciones recientemente publicadas en inglés (Olvidando y Su espejo es un cazador desarmado), así como un libro por aparecer en español. También ha publicado un libro de relatos breves, un reciente libro de aforismos, ficción experimental y numerosos artículos, además de aparecer en varias antologías.

La obra de Firas ha aparecido en inglés en Banipal, The Wolf, The Manhattan Review, 22 Magazine y Washington Square. Además, su poesía ha sido traducida al francés, rumano, español, sueco y croata. Actualmente vive con su esposa en Nueva York.

-Tres poemas bilingües, inglés-español
- Selección de poemas en inglés
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Publicado el 9 de febrero de 2017

Última actualización: 02/03/2022