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Aurélia Lassaque, Francia

28º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Sara Marín

Por: Aurélia Lassaque
Traductor: Zingonia Zingone

La balada del Ave Fénix

 

En el bistró de la plaza
la cafetera todopoderosa
martilla las primeras medidas
de la larga noche.
  
Para burlar sus miedos pueriles
los hombres
se ríen a destiempo
al caer de los primeros copos.

 

Rebotando sobre sus bicicletas
una histérica pandilla rasga
la sombra azul de las calles.

Es la hora de las chicas
que cruzan los pasillos
arrastrando faldas pesadas
como redes de pesca.

Cuando la sombra de los manteles
abriga a los jóvenes de ojos tristes
que exploran sus geografías.

Es la hora de las ancianas
envueltas en chales
cuyas estelas dibujan recuerdos
de bodas y encajes.

Desnudas bajo la luna
las chimeneas alzan
un canto nuevo a las estrellas
en el lenguaje de los fénix. 

 

Fantasía

 

Hace frío en mi alma;
es romántico, anticuado.
Yo
me embarcaría en Grecia.
En Santorini,
a lomos de burro,
me deslizaría hasta el mar.
Colgaría mi lámpara a la rama de un olivo.
Y en una casa blanca
yo, me entregaría
a los pescadores espirituales
y a los monjes
exclaustrados.

 

Crimen

 

La persiana golpeaba la pared.
Ella estaba sola dentro de la casa,
en su cuarto
velando al muerto.
Sola con él
y sus miedos
y sus juguetes esparcidos por el suelo.
Pensó velarlo hasta la madrugada,
hacerle una tumba,
un entierro.
Al minúsculo lagarto
que ella había matado.

 

Bebió la leche de su madre

 

Bebió la leche de su madre,
comió la carne de su mujer,
quemó el cerebro de sus hijos,
pero no sabe descifrar su soledad.
Su casa se toma la lluvia,
su tierra se traga las piedras.
Siempre será el rey del cuento que relata,
ese es el privilegio
de los monstruos de aquí abajo.

 

El rey de seda rubia

 

Él engaña a los pájaros y tutea al viento.
Erguido entre el pasto silvestre
ha perdido sus ojos
robados de la chaqueta de un soldado.
Vinieron tres jóvenes
a esparcir sus tripas por el suelo
a coger a alguna chica desgreñada.

Privado de su cuerpo de seda rubia,
el espantapájaros
sueña sueños desenfrenados
que atolondran las aves.

 

Su piel oscura y caliente

 

Su piel oscura y caliente
como una noche de verano
se extiende
y engaña el amanecer
cuando su cuerpo de yegua salvaje
se despliega de nuevo
y cava en las profundidades de sus piernas
un paraíso cazador de aves.

 

La negra soñaba

 

La negra soñaba
naranjas redondas y rojas,
un espejo vegetal
de sus senos chorreantes de leche fresca.

Había parido a un niño,
el cabello rojo y los ojos verdes,
que ella guardaba en secreto
dentro de un canasto de fruta postiza.

 

El sueño de Orfeo

 

En el inframundo donde hombres
no son más que sombras,
yo me haré sombra adentro de tu cuerpo.

Levantaré ciudades de arena
para secar el río de donde nadie vuelve.

Danzaremos sobre torres que nuestros ojos no ven.

Yo seré tu lengua truncada que no miente.

Y maldeciremos el amor que nos extravió.

 

El sueño de Eurídice

 

Excavaremos surcos nuevos y los cubriremos con ceniza.
Veremos morir el viento que arrastra el olvido.
Tendré en el bolsillo manzanas robadas a uno más pobre que yo.
Las partiremos con espadas.
Y con los restos de nuestros sueños
forjaremos otros,
más allá del fuego y la frontera de las miradas.

Poemas de Para que canten las salamandras
Versión original occitano y francés :Pour que chantent les salamandres
© Editions Bruno Doucey, Paris 2013.


 

Este lenguaje que llamamos “poesía”...

 


Especial para Prometeo

Hasta ahora, el Festival de Poesía de Medellín era para mí similar a los seres fantásticos que son los faunos, centauros y quimeras. En todos los países del mundo donde la poesía ha guiado mis pasos, ese nombre "Medellín" apareció en los labios de todos con una sonrisa extática. Agradezco a Fernando y Luis Eduardo y a todos aquellos que, a su lado, se dedican aquí a la causa poética y gracias a los cuales, en el corazón de los poetas, Colombia rima con poesía.

    Responderé de una manera muy personal a la pregunta del festival sobre el papel de la poesía. Todos venimos de todos los rincones del mundo, con nuestras historias, heridas, paisajes, luchas, creencias. Para compartir con ustedes mi profunda convicción del papel que puede desempeñar la poesía, desde el punto tanto individual como del punto colectivo, debo en primer lugar explicar con precisión la situación lingüística del país del que vengo.

    Nací en 1983. Crecí en el sur de Francia. Crecí en un territorio donde la gente habla francés con acento. Este acento es comúnmente llamado "acento del Medio" (o sea del Sur). Tuve que crecer y aprender otro idioma para entender que este acento no es un acento que pertenece al francés, que este acento es lo que queda de otro idioma que abandonó las calles y las plazas públicas; un idioma que perdió a su gente. Esta lengua, que se hablaba en todo el sur de Francia hasta la década de 1950, es la lengua occitana.

    Mi padre me enseñó occitano en una época en la que ya no es natural hablarlo a mi edad. Ninguna escuela o programa escolar en Francia enseña la literatura occitana, los cuentos o canciones cuya tradición oral tiene siglos de antigüedad. Y sin embargo, este idioma proporcionó algunas de las páginas más bellas de la literatura en este país. Pienso en los líricos trovadores medievales, madre de la poesía europea. ¿Sabías que en occitano en el siglo XII había una palabra específica para las mujeres poetisas? se llamaban troubaïritz. Eso muestra el lugar que se le dio a la mujer en esta civilización. Pienso en el teatro occitano del siglo XVII al que dediqué mi tesis doctoral o en el movimiento poético del Félibrige consagrado por el Premio Nobel de Frederic Mistral...

   Sin embargo, el occitano soló es una lengua entre otras en Francia, porque la diversidad de sus lenguas regionales es fantástica: hablan bretón, una lengua celta; alsaciano, una lengua germánica; vasco, una lengua no indoeuropea, y también corso, catalán y occitano...

   A pesar de eso, Francia ha rechazado durante varios siglos su diversidad lingüística. La palabra patois, intraducible en cualquier otra lengua del mundo, es el síntoma. Sólo esta palabra designa todas las lenguas de Francia, privándolas de su estatus de lengua, y las reduce a esta primera definición de la palabra patois que data del siglo XVII: “Lenguaje rústico, grosero como la de un campesino, o de la gente baja.” (Diccionario de la Academia Francesa, 1694). Así, todas estas lenguas están hoy en día en gran peligro, asociadas con el campesinado y el analfabetismo. Yo misma, hablando occitano, me enfrenté al desprecio, a la risa, al rechazo o a una especie de condescendencia benevolente.... Sin embargo, es en el sur de Francia, donde el occitano todavía se hablaba comúnmente dos generaciones antes que la mía, donde estas reacciones son más comunes y vívidas. Este fenómeno recibió incluso un nombre: la vergonha, la vergüenza.

   En mi trayectoria por la preservación y rehabilitación de esta cultura, me enfrenté muy pronto a una situación de malestar. Mientras frecuentaba los movimientos en defensa de esa lengua, me di cuenta de que muchos activistas se dejaban llevar por un discurso reductor y maniqueo, oponiendo el francés al occitano en una dialéctica del opresor y el oprimido. Entonces observé que la mayoría de los que actuaban y pensaban de esta manera eran de la generación anterior. La que presenció directamente la desaparición de la lengua y todavía lleva los estigmas.... Pero una vez que la tierra tembló, tienes que reconstruir tu casa. Debemos reconstruir nuestra casa en un nuevo paisaje, para siempre diferente de nuestro recuerdo y del que conoció nuestros antepasados.

   Tomé conciencia de que mi generación tiene el deber y la oportunidad de inventar nuevas posibilidades. Y en este camino, en estos territorios desconocidos, la poesía se convirtió en mi guía.

   Desde entonces, realicé un trabajo de exploración que me llevó a componer poemas en mis dos idiomas sin que uno preceda al otro, como es el caso en un proceso de traducción clásico. Elaboré un proceso de escritura que no sólo reconcilia estos dos idiomas, sino que me permitió disolver la idea misma de las fronteras lingüísticas. Si mis poemas estuvieran encarnados, tendrían los rasgos del dios Jano, el dios de los comienzos y de los fines, el dios de los pasajes, el dios de las dos caras... Así, cada poema acabado existe en dos versiones, occitana y francesa, sin que una u otra versión haya precedido a la otra, sin que una sea la traducción de la otra, porque en el curso de la escritura, el poema se desarrolla en un diálogo, en un juego de analogía, concordancia y contrastes, en este espacio en blanco entre lenguas, precisamente donde se rompen todos los obstáculos...

   La poesía también me permitió hacer retroceder la clásica reducción de la identidad a una frontera geográfica y lingüística. La identidad, tal como yo la percibo, se define por el mero hecho de ser. Estar en el mundo. La frontera, la última frontera, todos la conocemos. Es tanto físico como mental. El resto, son construcciones históricas, sociales, políticas, culturales, religiosas y de género. El territorio es sólo un criterio entre muchos que participa en la definición de una identidad, un criterio que la propensión del hombre a dominar a sus semejantes estableció como paradigma...

   En mi opinión, la creación poética debe liberarse de las contingencias. Nunca confundí mi pluma con una bandera. Las últimas décadas trágicas de la lengua occitana nunca fueron el tema en ninguno de mis poemas. Creo sinceramente que la mejor manera de servir a una lengua en peligro es tratarla en poesía como cualquier otra lengua, como materias de sonido, de ritmo, como el hilo que conecta el signo con el sentido. Y así alcanzar lo universal. Coloco mi investigación poética en una temporalidad que no está ligada ni a la actualidad ni al pasado, porque me parece que el poema más bello es aquel que da la ilusión de un eterno presente.

    Esto me lleva a una reflexión final sobre la identidad misma de la poesía y del poeta. Los trovadores y trobaïritz utilizaban en la Edad Media el verbo trobar, encontrar, para designar el acto de la escritura poética. Pero me parece que los poemas que pude escribir no fueron creados por mí, sino descubiertos y revelados a través de mí. Los trovadores nos enseñaron que los poetas son buscadores, de aquellos que exploran un territorio donde todo es un misterio y vuelven a nosotros con nuevas canciones, nuevos lenguajes, piel tatuada con signos.


Aurélia Lassaque (1983) es una poeta occitana y francesa. El occitano –idioma de los trovadores y del premio Nobel Frédéric Mistral, hablado en el sur de Francia, en Val d’Aran en España y en Piamonte, Italia– es una lengua en peligro. Aurélia Lassaque ha representado el occitano en numerosos festivales de poesía en Europa, América Latina, Magreb, Noruega, Indonesia e India. Suele combinar la lectura de poesía con el canto y colaborar en escena con la música, el vídeo y la danza.

Comprometida con la promoción de la diversidad lingüística, es consejera del Premio Ostana, Scritture in Lingua Madre, en Italia, dedicado a los idiomas poco comunes y minoritarios, y es consejera literaria, junto con Boubacar Boris Diop, del festival  Paroles Indigo, dedicado a la literatura africana y del Medio Oriente. Su poemario más reciente Pour que chantent les salamandres (Éditions Bruno Doucey, 2013), ha sido traducido y publicado en inglés, hebreo, holandés y noruego.

- Poemas web Festivaldepoesiademedellin.org
- Poemas El Coloquio de los Perros
-Poems Versopolis.com
- Chant Occitan à l'antique Tipaza Canal Youtube de Aurelia Lassaque
- Lire des poèmes Festival Voix Vives 2015
Publicado el 14.05.2018

Última actualización: 25/04/2022