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Diana Bellesi (Argentina)

Por: Diana Bellesi

He construido un jardín

 

He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
ahí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
 

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Solo digerible al ojo el terror

 

si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.

Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.

 

El ungido

 

Vertical y orlado
en rojo el carpintero
real. Eu xaristos,

mundo de aparición
¿Los años al ojo
afinan, o es el alma

volviéndose más fina
como el paladar
al vino, eucaristía?

¿Nimiedad? No la hay,
todo es cuerpo divino
y la hermana muerte

el auriga en la rueda
que gira, malabar
de gracia, xaristos

transforma y da lugar
a esa sucesión
atroz y preciosa

que es cerrada y es
abierta, vacío,
cáliz de la forma

y líquido informe,
dulce torbellino
fijo en el instante

ungido por el ojo
¿o el espíritu? Gota
regia –xaristón

en la tormenta. Vida
decidida y audaz,
cruz y grial siendo siempre

volviendo a ser como ese
carpintero real,
vertical y orlado

en rojo, espléndido
nimio, único, llevando
el eco de lo múltiple

donde voy también

 

El cordero nuevo

 

                En su oración final el moribundo                  
                deja de decir ayúdame para decir gracias.
                                          del Bardo Todol

                 Cuando se muere la carne
                  el alma busca su centro
                  en el brillo de una rosa
                  o de un pececito nuevo
                                                Violeta Parra             

Cargando su cruz primero
en el largo Gólgota del cuerpo
mi padre dijo “¿Por qué
hay que sufrir tanto -me has
abandonado- para morir?”

Mis brazos fueron su madero
en la camilla de hospital
donde la sangre derramaba
Sometido a las leyes del blanco
carnicero, herr doktor, fräulein caba,
aparatos y enfermeras
y el sol de marzo cayendo dulce
tras las ventanas. Un hombre

viejo a quien se trata
como a un niño que molesta
Desobedecer su derecho
en la hora última, no dejarlo
partir desnudo y digno
bajo la sombra de su casa
Te pido perdón, mi cordero

¿Pietà, Pilatos o Pedro he sido
sosteniéndote en mis brazos?,
dolor y miedo me hicieron
traicionarte, puesto a merced
de centuriones aguijoneando
tu cuerpo hasta la muerte
Quise retenerte y luego quise
dejarte ir

Hora tras hora recé en silencio,
mecí tu cuna diciendo no
tengas miedo, todo 
está bien, dejate ir, menos
las horas últimas,
en exilio y solo, fría
luz de neón sobre tu rostro

Entubado y amarrado
Tus heladas manos y los pies
inmóviles en la cruz,
el mecánico gemido
del respirador y la melena
siguiéndonos
como una estela funesta

Solo, apenas una hora
junto a vos, inerte en las últimas
veinticuatro. El matadero
de terapia logró acallarte.
Tu demanda “quiero sentarme”,
tu demanda “¿por qué?” y el alma
dónde, rondando, buscando
la salida hacia esa luz

que deseo estuviera
para vos, llamándote,
lo que no escuché, la ausencia
que me sigue, lo que no
escuché: “gracias”

Envuelto en sangre decías
“qué verguenza” y dejé
que te hurgaran las entrañas,
no custodié tu vida yéndose
en sangre hacia tu muerte,
no le dije no, fraulein doktor
¿para retenerte?, por acortar
la escena del dolor y otros

se encargaran de tu muerte?
Te he negado, he negado tu deseo
de morir en casa entre los lares
conocidos. Tu cara de niño,
de cordero degollado
entre las manos de los médicos
No fui tras de vos, no te acuné

en los instantes lúcidos del fin
Los dejé, hacer. Tu muerte
comunicada  por extraños,
ajetreo en los pasillos
decírselo a mamá
cavada como sombra
en los sótanos del hospital

Ese hombre dulce y manso
con tanto miedo en su final. Tanto
dolor, tanto miedo tanto frío
alrededor. Ser el brazo
funcional que actúa. Mamá
abrazando tu cadáver dice
“me esperó, sentí su último

aliento” ¿y tu alma? El sonido
del respirador ya cesa,
ser el brazo funcional 
que actúa, el viejo cura
con su sotana negra ¿bendijo
tu partida? Bendijo la cabeza
de la esposa del cordero
Ella me dio la bolsa

con tu ropita dentro, lista
para llevarte a casa, vivo
o muerto en el ataúd de cedro
Ponerte los pantalones,
las medias, los pies hermosos
de un hombre joven. Atender
los negocios de tu muerte,

este ataúd, no, éste, arréglelo
bien. Cara amoratada por la venda
que sostuvo el caño
respirador entre tus labios,
que no te dejara hablar no
te dejó decir aquel “¿por qué?”,
o aquel “gracias” que mis noches

inventan ¿y tu alma? Ser el brazo
ejecutor, ser el padre
que sostiene, no llorar,
la invisible viga, la promesa
de cuidar

El acto magno de una vida:
velar. Vodevil de pueblo
y pathos de la tragedia
Las flores que sofocan, café,
tener hambre, tener sueño,
conversaciones en las tinieblas y ser
un noble, lo sé, así lo hubieras hecho

Los yuyitos brillan vivos
tras las ventanas, deseos
de terminar. Los otros
necesarios del afecto
necesarios en la escena
de frontera: declararte
muerto, honrarte con frases
automáticas, el vía crucis

de los deudos Padre nuestro,
los pasos tras el féretro, última
caminata con nosotros,
las campanas que repican, tan,
lento, a vacío, tan,
a corazón partido. Y el dulce
cementerio somnoliento
del domingo tardío

Mamá que dice “enterrarlo
junto a la madre no, no quiero
devolvérselo”. No puedo
despedirme y huyo. Tanto
sol tanta belleza la semana
siguiente a tu partida. En cada
atardecer salí a buscarte

por el campo, la oración dulcísima
del llano. Y no te hallé
Dije “gracias”, a vos, por vos
por mí. Y a la semana
de tu muerte fui al cementerio,
saludé a tu madre, a tu padre,
a tus hermanos y parientes

Lloré en la tumba de la abuela
En la tuya, no lloré. No pude
despedirme. Te dejé,
pegadito al ataúd, semillas
de araucaria. Todo empieza. Amén

 

 

Milonguita

Acodadas en la barra
de un bar por la estación
terminal de colectivos
charlamos mi hermana y
yo de bueyes perdidos...

digo algo de unos versos
que se andan escribiendo
y su cara se ilumina,

me recuerda momentos
muy antiguos, encanto

de niña ante el relato:
así que también de eso
puede hablar la poesía,
dice cuando le cuento
que tengo mis visitas

Sí, digo, gente de antes
nítidos y vestidos
de domingo, como eran

o con lo mejor puesto
en trotecito lento

vienen a recordarme
que yo también, sabés,
me vuelvo gente de antes
Ensombrece su cara
y siento que pasa el ángel

de la muerte, es decir
el tiempo, vuelto puro
resplandor y recuerdo

al principiar y después
noche, sólo silencio

Mi padre me enseñó
hace ya algunos años
a caminar tranquilos
por el pequeño y amable
cementerio del pueblo,

parándonos en frente
de las tumbas con cierta
rememoración, era

la gente de su vida
y para mí un eco

Pero me voy volviendo
yo también, cosa tierna,
la fila de los que entran
al umbral de recuerdos
tan soleados y dulces,

no da miedo quisiera
decirle a mi joven
hermana, así nomás

te llega con anuncios
extraños al principio

y luego, hay una fe
que celebra el polvo
en reverbero, esto
fuimos para seguir
siendo en la única

memoria que cuenta...,
allí donde nos dimos
como ahora, vos y yo

 

 

La voz de lo amado

 

La noche se aposenta ligera
y lenta también, no sólo la luz
declina hacia su sombra, suena
cada instante diferente, trino
en despedida, solistas dramáticos,
ladridos de perros opacándose,
un croar, un latido de luciérnagas
y la luna en mitad creciente y
las estrellas aquietando el mundo
desde su cielo abierto, altar
visto desde aquí, desde el intenso
temblor contenido en el silencio
de la tierra, y al fin, el sonido
de los búhos llamándose así
como sólo criaturas monógamas
pueden hacer, para siempre dicen
en la noche y la noche se queda
sosegada, pura noche ya,
sin vestigios del día, y todos
los que tocamos a cada rato
lo sagrado porque simplemente
está ahí, nos adentramos en ella
Tan amorosos y solos, rostro
del vecino o de la amada limpios
por el lustral misterio de aquello
que empieza o acaba, por el umbral
del silencio y la distancia, noche,
dados por vos como si vos fueras
madre de Dios, puente, manto que une
lo tan presente, indescifrable 

 

La enseñanza silenciosa

 

Dicen que dijo Lao Tse a WenTzu:
todas las cosas misteriosamente 
son lo mismo, así que mira con fijeza                        
hacia delante como un ternero
recién nacido lo hace para ver
lo que parece ausente siempre ahí;

en la gentil mirada del maestro
yo imagino su amor ante las cosas      
sobre todo lo terso y lo pequeño        
alzándose en sus formas del vaivén
donde se gana eso que se pierde
como lo hace la brisa entre los juncos                          

o en el agua dejándola los juncos
pasar en un susurro ágil de amantes
que se saben opuestos sólo un rato
para afinar la voz en el concierto
y bienaventuradamente luego
tenderse juntos sin abandonar                                    

nunca la fuente, ciertos en la voz
sincera donde lo alto y lo bajo
no se destronan ni definen entre
sí al cincelar su mutuo exceso; así
aireadas las florcitas que el granizo
agitó ayer sobre las ramas se abren                                                      

hoy en el aura nívea del manzano
donde suena gentil esa llamada
de la dulce torcaz como si fuera
la propia voz de Lao Tse a WenTsu                                  
diciendo misteriosamente todas
las cosas son lo mismo, mi ternero

 

Y la poesía atrás…

 

Un bichito negro entró por la puerta
y creyéndolo un cascarudo le tiré
la toalla para sacarlo, entonces
empezó a gritar: cuik cuik violentamente
hasta que lo solté afuera, dice
la tía Porota asombradísima
de que el bicho hablara, y tan fuerte!
me dice mientras ríe contándome
el suceso del día y vuelve a contármelo
después agregando detalles: nunca
oí a un bicho quejarse, cuik cuik
como si me pidiera que lo dejara
ir, nunca en mis ochenta y eso que estoy
un poco sorda, me decía, con la
risa abierta ante el misterio sin igual
la tía más querida en este pueblo
de Zavalla, que me llamó a las ocho
para tomar juntitas unos mates
y contarme al final del día esta
historia fenomenal, cuik cuik gritaba
el bicho hablando con la tía, porque
sabía ella lo escuchaba, y la poesía
atrás…                         

 

La pequeña voz del mundo Ensayo de Diana Belessi para el 29º Festival Internacional de Poesía de Medellin


Diana Bellesi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946. Algunos de sus libros publicados son: Tener lo que se tiene (poesía reunida, Adriana Hidalgo, 2009); Variaciones de la luz (Visor, 2011); La pequeña voz del mundo (Taurus, 2011); Zavalla, con z (Editorial Municipal de Rosario, 2011); Pasos de baile (Adriana Hidalgo, 2014); Fuerte como la muerte es el amor (Adriana Hidalgo, 2018).

En 1993 le fue  otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996 la beca trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas; en 2004 el diploma al mérito del premio Konex; en 2007 el premio trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; en 2010 Premio Fundación El Libro –Mejor Libro Año 2009-  Feria del Libro de Buenos Aires; en 2010 el XXXII Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España; y en el 2011 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía.  

El video recoge momentos de su participación en el 29º Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el Parque de Los Deseos, en junio de 2019.

-El jardín secreto Documental dirijido por Cristián Costantini, Diego Panich y Claudia Pradosobre sobre la poeta Diana Bellesi.
-Tener lo que se tiene. Lectura de poemas de Diana Bellesi, presentada por Benjamín Prado. -Video-
-"Si el corazón no lo empuja, no hay poema" Entrevista de Valeria Tentoni. Eterna Cadencia
-La poesía en viaje. Breve entrevista a Diana Bellessi. Por Mario Pera. Vallejo & Co
-Diana Bellesi leyendo un poema inédito Casamérica
-Poemas El Placard
-Diana Bellessi: La voz de lo amado ensayo de Valeria Melchiorre. Cuadernos LÍRICO
-Diana Bellessi: ventana a su morada poética, ensayo de Isabel Aráoz. Universidad Complutense de Madrid
-Diana Bellessi: una erótica de la palabra, entrevista de Graciela Ullán. El Gran Otro
-Diana Bellesi, Entrevista por Claudia Prado, Confines

Publicado el 06.04.2019

Última actualización: 12/03/2021