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Tyehimba Jess (Estados Unidos)

Por: Tyehimba Jess
Traductor: G. Leogena

Proclamación jubilar de fisk (Coral)


¡Canten al Señor una nueva canción! (Salmo 96)

Canten, hagan que el mundo se derrumbe con cantos azules,
de gargantas recién liberadas.  Cantos que broten de pulmones
antes aherrojados en la piel esclava.    Que el látigo y cadenas arañaron desde el alba
hasta el atardecer. Que toda lengua
se despliegue como bandera del cuerpo.  Que se conjure cada aliento
a pesar de lo que hemos perdido. Den testimonio del nacimiento de nuestro himno,
desde las complejas profundidades del pecado de Estados Unidos. 
Salmos de un alma desgastada, benditos
en nuestra sangre por las tenebrosas lecciones del pasado,
luchan por ser escuchados.  Helos aquí—el sonido audaz
que hemos descubierto escondido en nosotros, expulsado
del jardín de la libertad.  Es alto e invicto,
y suave como el rostro de un recién nacido—
sus notas rompen las amarras del cautiverio.

 

 

Infernal

Hay un disturbio del que formo parte,
un lugar del que escapé, conocido como la Ciudad del Motor.
Tiene una historia vieja y olvidada,
como los hornos de la planta Packard,
tan arrugada como la palma de mi mano en un
verano, cuando aún era demasiado joven para recordar--
1967.  Mi padre salió a las calles
a capturar en su Kodak algo de la ira
de mi pueblo, un retrato de la llamarada
que fue nuestra bandera lo suficiente para
enseñarnos que no había marcha atrás,
que nos habíamos prendido fuego a nosotros mismos
para purificarnos de toda duda. Esa es la evidencia
de la que fui testigo. La vi de cerca y en los titulares,
un veredicto que explicaba por qué la casa de mi madre vale ahora menos
que el Honda de mi hermana, y por qué la noble ira
de mi padre no vale nada.  En medio de todo,
mi gente tuvo algo de suerte.

Sobrevivimos, más que todo al escapar
de las llamas mientras guardábamos su calor
en nuestras mentes, de la forma en que un banco
guarda una hipoteca—o en que un padre toma a su hijo de la mano,
mientras la ciudad arde alrededor de él… Casi olvidé
mencionar al canario de la proverbial mina de carbón de
Detroit, que cantó para mis padres su canción empapada en sudor
y dulce de promesas, cuando ellos huían del infierno del Sur.
Ahora yo canto.  Canto lo mejor que puedo acerca de cómo
he escapado de un incendio a otro.  Tengo la cabeza
en ebullición, llena de cantos.  Llevo conmigo un retrato
de mi padre.

 

 

Contra el silencio

Mi nombre es Tyehimba Jess.  Soy un poeta negro.  Soy dueño de un silencio al que hay que hacer justicia.  Soy dueño de un silencio tras cada matanza. Sigo siendo una nación a la que no han silenciado. Soy un poeta que asesina al silencio. Mi nombre es Eric.  Mi nombre es Bell.  Mi nombre es Leonor.  Mi nombre es nación. Mis derechos caben en cualquier reporte de crimen. Mis restos quedaron tirados en el pavimento cuatro horas, mientras la multitud gritaba para reclamar mis derechos.  Luego, al silencio que fui lo subieron a una camioneta y lo acarrearon a la morgue. Mi nombre es poético: Trayvon, Diallo, Ousmane, canta mi negritud en los titulares. Mi nombre representó alguna vez todas las posibilidades, pero ahora se pronuncia con furia y dolor.  Tengo derecho a la furia. Tengo una morgue en mi silencio. Tengo un brazo que me estrangula y una bala en la cabeza.  Tengo una boda a la que asistir, un desfile de graduación que me espera, un hermanito con quien pasar el rato, y ahora soy un rostro en una pancarta en un mar de furia, una nota periodística, una pregunta que pasa de generación en generación, una lección sobre el miedo, y lo único que en verdad deseo es irme a casa.  Mi nombre es asesinado.  Mi nombre es una foto muda en el folleto de la funeraria. El policía guardó silencio.  Lo programó la ira de una nación, un silencio de penas que nació bajo el yugo en un barco negrero. Pregunten si él es un dron que recorre las calles del país, programado para matar lo negro. Pregunten a un dron sobre la poesía de los sin derechos que ha asesinado.  Pregúntenle al silencio sobre los derechos de ustedes.  Mi nombre es Pearly Golden. Mi nombre es Tariq Aziz.  Mi nombre es Kayla Moore.  Mi nombre es Aiyanna Stanley Jones.  Mi nombre es Fazal Wahad.  Mi nombre es una nación de funerales. El silencio después de mi nombre es asesinado por el sonido del siguiente. Mi nombre es Michael Brown. Mi nombre es Kimani Gray.  Kendric McDade. Mashooq Jan. Mohammad Yaas Khann. El dron furioso me descubrió cuando iba de la tienda a mi casa, camino al trabajo, rumbo a una boda, caminando por la calle.  El dron me miró desde su gran altura y poder y el cielo estaba lleno de sus crímenes. Mi crimen es un derecho que enfurece a esta nación.  Mi nombre es un poema.  Mi nombre no es silencio. Soy un poema negro escrito sobre el silencio que ha quedado atrás.

Mashooq Jan, Fazal Wahad, Mohammad Yaas Khann, and Tariq Aziz son niños muertos por ataques de drones estadounidenses en Yemen y Paquistán.  Todos los demás fueron asesinados por policías en Estados Unidos.

 

 

Blues de jubileo (coral)

Una vez zafados del cautiverio humano,

¿será que nuestros cantos aún remolcan, como mulas, nuestro dolor?

Dime, si nos zafamos del cautiverio,

¿será que nuestros cantos aún cargan, como una mula, las heridas?

Arrastran océanos tronantes de pisos de subastas

hacia el hogar, halando nuestra carga perdida al más allá.

Si este cargamento de salmos se estrella contra una piedra

Haremos igual a lo que hacen los ancianos.

Si este peso de cantos alguna vez se da contra la piedra

haremos lo que nacimos para hacer-

haremos todo un mundo más de fuerza- ni pararemos

hasta que el cielo entero se desangre de todo su azul.

Cada vez que rajamos nuestras bocas para cantar

Ensangrentaremos el aire con la atadura del aleluya.

 

 

Jubileo: Isaac Dickerson (1852 - 1900)

Hervimos el aire con el bálsamo del aleluya
porque cada uno de nosotros tiene una historia para gritarla
en canto. La mía empieza con mi solitario
llanto en la oscuridad. Papá susurraba: Hijo, Me van a vender
cuando llegue la mañana
. A los cinco años,
ya era un huerfano. A los ocho, llegó la guerra.
Me reclutaron los Rebs. Me decían
que los Yanks no merecían vivir. Que luchaban para
violar y saquear la piel del negro. Que
el libre albedrío era solo una trampa. Un naipe
donde el negro perdía. Pues, ahora veo bien lo que
ellos no querían que yo creyera. Es mucho
major que esas cadenas que nos ataban en cautiverio,
¡ni crean que cantaré Dixie desde la finca hasta el palacio!

 

 

Jubileo: Eliza Walker (1857 - ?)

El canto de mi madre transformaba nuestra choza de esclavos en un palacio.

En la tonalidad suave de la noche, su voz brillaba más

que cualquier luna – gemía con un anhelo

que rompía el agarre del invierno y nos calentaba. ¡Ay, sí! Aún

siento su tarareo de lana.  Especialmente cuando

cruzaba el campo caminando y cantando el Jubileo.

Así cantó cuando papa hizo el último pago y

compró nuestra libertad.  Se consiguió la plata almacenando el frio

de invierno durante el verano. ¡Resulta que

el hielo del Negro congela igual al del Blanco!

diría. Ascendimos de la choza de esclavos hasta el congelador

gracias al calor del sur. Vea, tengo el cool de papa, templado

por los himnos ardientes de mama. Cuando cantamos, siento

esas canciones liberándose del enredo de los sembrados de caña.

Iglesia High Hope Baptist, Dawson, GA, 1962.
Iglesia Mt. Olive Baptist, Albany, GA, 1962: Iglesia Mount Mary Baptist, Albany, GA, 1962.
 Iglesia St. Matthews Baptist, Macon, GA, 1962: Iglesia Shady Grove Baptist, Albany, GA, 1962.

 

 

Jubileo: Ben Holmes (1846-1875)

 

Escuchaba estas canciones nacidas crudas desde los sembrados de caña,

enredadas en la lucha con la tierra con

el herir del látigo. Ahora, fui realmente

afortunado. Era un aprendiz de sastre.

Pero luego me vendieron a un comerciante de esclavos.

Pasé de enhebrar agujas al escuálido corral de esclavos

a comer cabeza de vaca vieja y colada de maíz... hasta más

tarde, cuando alguien me pasó esa Proclamación

de Lincoln. Fue llegando esa libertad tan demorada...

luego viene aprender de libros.  Nuestro viaje ha sido arduo,

cada lengua hilando spirituals a billetes de diez y de uno

para comprarle a Fisk sus libros de ortografía y ladrillos. Aquí estamos,

cada voz resplandeciente  como el rapto de la Estrella del Norte...

hemos llegado muy lejos a punto de pulmones fuertes y citas bíblicas.

 

 

Las bendiciones de “el ciego” Boone 

 

John William "Blind" Boone contrae encefalitis cuando tiene seis meses de edad.
El tratamiento es sacarle los ojos.

Bendecida sea la fiebre de esa noche
en el sexto mes de mi vida.
Bendecida sea la fiebre, porque me permitió ver;
me hinchó el cerebro a la talla del don que me dio Dios.
Me trajo la mano que separaría
cada ojo de mi cráneo infantil. 
Bendecido sea el sudor; mi lloriqueo de bebé.
Bendecido el caballo que llevaba
al cirujano por lo oscuridad del atardecer,
medio-borracho y maldiciendo, hasta la mía.
Bendecida la llama – que esterilizó
el metal de la cuchara.  Bendecido
El camino entre párpado y hueso,
Metido y deslizado, el instrumento
que me libera de ver. Bendecido
el manejo del cuchillo.  Bendecida
esa noche que me dio la noche,
que con ella envolvió mi rostro
ensangrentado, y susurró que podría ser
notas de gracia, arpegios, un rollo de pianola
de sonido copiando cada nota
de todo a mi alrededor.
Y así, seguro al comienzo
había solo la herida
y el dolor calcinante.
O también puede ser, bendita
sea la memoria, demasiada corta,
de un bebe. Lo único que conozco es
lo que queda más allá de la luz.
He aprendido que esto es lo correcto
para este aquí .  Sí, bendita sea
la fiebre, así que escuche bien.
Préstale un oído a este piano
y cierra bien cerrados tus ojos...

 


Tyehimba Jess nació en Estados Unidos en 1965. Es poeta, performer y profesor. Autor de los libros de poesía: Leadbelly y Olio. Olio ganó el Premio Pulitzer 2017, el Premio Anisfield-Wolf Book y el Premio de Autores de la Sociedad Midland en Poesía y es calificado como un “ambicioso proyecto poético que aborda la historia del blues estadounidense, los himnos de la iglesias y las canciones de trabajo de la comunidad afroamericana; un abanico de los músicos no registrados entre la Guerra Civil y la Primera Guerra Mundial”. Leadbelly fue ganador de la Serie Nacional de Poesía 2004 y calificado como uno de los "Mejores libros de poesía de 2005". Obtuvo igualmente el Premio Lannan Literario 2016, en poesía.

Última actualización: 03/11/2021