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Keijirō Suga, Japón

Por: Keijirō Suga
Traductor: Javier Bozalongo / Yaxkin Melchy

Colibrí 

En la casa que se levanta repleta de bugambilias,
innumerables colibríes se están reuniendo,
van paradas en medio del aire, con el sonido apenas perceptible de sus aleteos.
Combinándose hábilmente, las colibríes sorben en lo inmóvil 
el espléndido néctar que va fluyendo por sus cuerpos, 
y en un instante lo consumen para convertirlo en su enérgico movimiento.
Sus picos como largas agujas
enseguida sacan la esencia 
de flores, frutillas y también semillas.
Cuando ellas bailan el néctar va convirtiéndose en un torrente en el aire
al punto que hasta en el desierto va brotando un largo río vertical.
Y cada colibrí, cada hummingbird,
con su cuerpo parece imitar el resplandor del arcoiris
e ir recortando su contorno preciso desde la ausencia.
Fuertemente, fuertemente, pequeñas pajaritas de rica existencia
y enérgica forma de vuelo, tanto que se puede sentir la incandescencia de sus corazones. 

                             Traducido por Yaxkin Melchy

 

Cabra 

 

 
En la primaria de mi pueblito tenían una cabra,
durante el día la tenían en un rinconcito de pasto del patio escolar
y por la noche la hacían dormir en cierta cabañita donde había un caldero para hervir la sal.
La cabra con sus pupilas rasgadas de forma horizontal siempre veía el mundo de otra manera.
Si la vertical que vemos, según nosotros, es para ella su horizonte,
¿cómo verá ella a las golondrinas? que al vuelan y giran sus cuerpos súbitamente como si estuvieran bailando.
La cabrita se veía como si fuera algún viejito sabio, 
pero lo cierto es que yo sabía que no sabía nada.
Cierto día, un cartero que andaba cansado de la vida
y que se había quitado el uniforme y lo había puesto sobre su maletín en el pasto,
se tendió y mientras miraba al cielo se quedó dormido.
Nosotros estábamos excitados y emocionados (lo digo en serio),
pues la cabra que no sabía nada de letras y ni de cartas, se fue acercando al maletín, sin hacer ruido,
y ñam ñam, comenzó a devorar las cartas tirándolas por aquí y allá.
Toda la correspondencia era para la cabrita su colación,
asuntos y sentimientos de la gente por igual, todo se convirtió en una masticable masa de celulosa.

                      Traducido por Yaxkin Melchy

 

Pingüino 



No se había hecho aún la conversación entre la mar y el cielo
y no tenían palabras en común.
La mar no conocía el silencio
y el cielo no conocía otra lengua más que el silencio.
Ella murmuraba, lloraba, aullaba
el cielo repetía sus centelleos una y otra vez sin responderle algo siquiera.
Sin embargo, parecía como que podrían complementarse.
En el mar había peces silenciosos
y en el cielo había aves ruidosas.
Los peces y las aves se parecían bastante,
hacían ondear sus alas o sus aletas,
solían nadar como si estuvieran volando
y solían volar como si estuvieran nadando.
¿Y sabes?, ¿quién enlaza el mundo de los peces y de las aves?
pues un ave que vuela dentro del agua, un pez que se levanta con dirección al cielo,
un mensajero que terminó yendo libremente por los dos mundos, el pingüino. 

                    Traducido por Yaxkin Melchy

 

Caminando como una oración

 

“Caminar tiene en sí mismo el valor de una oración”.

Los niños de esa tribu lo aprenden desde temprana edad.

En efecto, caminan mucho.

Paso a paso, hacia un punto fijo cada día,

hacen su peregrinaje en una tierra sin territorio.

Nombran pastos y flores,

tocan los árboles con sus manos

y conocen el vuelo de los pájaros y el movimiento de los insectos

que sólo perciben en las esquinas de su campo visual.

En cada rincón tienen un objeto al que rezar.

Aquí, la tierra, es la materia prima que sustenta la vida.

Aquí, el agua, organiza el movimiento con su flujo y circulación.

Aquí, el fuego, da calor al mundo y seca la vida.

Aquí, el viento, es el último secreto de un ser que parece nada.

Así la tierra se ha convertido en su altar.

Su caminar se convierte en una forma de oración.

                Traducción de Javier Bozalongo

 

Poemas del cuervo

 

1.

El cuervo ve cada uno de tus movimientos.

Ve cómo miras las flores y tocas sus pétalos.

El sakura estará pronto aquí, la primavera se hará más profunda;

los tulipanes empiezan a florecer con colores antioxidantes.

Las flores se inclinan hacia la luz y se vuelven transparentes en la luz.

El cuervo también mira la penetrante luz.

El cuervo también mira tu mente indefensa,

viendo cómo miras al cielo y sigues las nubes a la deriva.

Pedacitos de nubes despliegan múltiples formas blancas.

Cada pieza se separa y vuela como un pájaro.

El cielo es siempre uno; no puede fragmentarse,

sin embargo tú escuchas las canciones y los pájaros son creados por el sonido.

El cuervo nunca se sorprende, no importa lo que pase.

El cuervo nunca sonríe, no importa lo que vea.

Pero el cuervo observa cuidadosamente

y te informa de lo que guarda en su memoria.

 

2.

“Dime, ¿puedo comerme esto?”, pregunta el cuervo

acerca de las mazorcas de maíz

y las semillas y la corteza de sandía que has desechado.

Cuando empieza el verano y la potente luz da calor

las plumas del cuervo se vuelven tan negras como el universo.

Ten bien en cuenta la relación entre el vuelo y el frío.

“Tal vez pueda ir solo”, dice el cuervo como hablándose a sí mismo.

Como un perro, siente que estás a punto de abandonarlo.

“Puedes ir tan lejos como quieras. No me importa. La topología del globo

anuncia laberintos. No importa en qué dirección vayas”.

El cuervo es un alegre compañero de viaje, una compañía de confianza,

porque el cuervo nunca espera nada.

El cuervo nunca desea nada, incluso cuando hay demasiado.

El cuervo nunca abandona lo que es necesario.

Entonces el cuervo, con la sangre hirviendo,

traza una línea recta hacia el infinito a través del caprichoso cielo.

 

3.

El cuervo es muy preciso dando la bienvenida al otoño.

Es la estación en la que la vida cambia sus engranajes

y cambia la combustión por la conservación.

Caramba, debería haber ganado algo de peso; no te rías.

Los felices gorriones disfrutan del festival de la feliz cosecha.

Los obstinados caracoles están a punto de esconderse en sí mismos.

El cuervo no lamenta el otoño, ni le canta alabanzas.

Si te diriges a las montañas, él te hará compañía.

Si buscas setas, él te ayudará.

Toda materia es sueño dándole forma.

Las contingencias de un mundo inmaterial

sólo aparecen así, bajo una determinada luz.

El cuervo no se preocupa si su cuerpo no es más que un sueño.

El cuervo está tranquilo, incluso si sus sentidos fueran ondas.

Él controla su azúcar en sangre antes de volar.

Incluso si eso no fuera nada más que la sombra de un sueño llamado vuelo.

 

4.

Si quieres saber la verdad, el cuervo ama el invierno.

En las grandes ciudades, no se preocupa por la escasez de alimentos.

Y ama la nieve, espera tener tanta nieve como sea posible.

En la superficie renovada de una blancura atemporal

piensa en transformarse en un jeroglífico

quitándose una o dos plumas.

“¡Oh, corona, cuervo, my credo es crucífero!”

Como una uña dirigiendo su credo en forma de cruz hacia el corazón

él murmura su canción desde el fondo de su garganta “cr, cr”.

Yo soy una corona sin adornos para relativizar el humano mundo.

Mis ojos son noches portátiles color azabache.

Es la oscuridad en la que todos quieren fundirse en azul.

Cuando tu mundo brilla y se vuelve de un blanco puro,

volando sobre la superficie de la tierra inocentemente purificada

te enseñaré la unidad del negro, el blanco y la luz.

Eso es todo, mi cola dorada y mis dos alas relucientes.

                       Traducción de Javier Bozalongo


Keijirō Suga (Ehime, Japón, 1958). Es profesor de Teoría y Crítica en la Universidad Meiji de Tokio, donde fundó el Programa de Grado “Lugares, Artes y Conciencia”. Es autor de diez libros de ensayos críticos, entre los que destaca Transversal Journeys (2010), galardonado con el Premio de Literatura Yomiuri, uno de los más prestigiosos de Japón. Es también un experimentado traductor del francés, inglés y español al japonés, y su trabajo en este área incluye autores como Edouard Glissant, J.M.G. Le Clézio o Isabel Allende.

Entre 2010 y 2013 ha publicado cuatro poemarios bajo el título genérico de Agend’Ars, una selección de los cuales fue traducida al español por Cristina Rascón y Eiko Minami y publicada en México, en 2015, por la editorial Cuadrivio. En 2017 publicó su quinto poemario, Numbers and Twilight, y en 2018 publicó su primer libro en inglés, Transit Blues (Universidad de Canberra, Australia). Este es traducido al español por Javier Bozalongo y publicado por MACASAR en 2019.

Publicado el 10.09.2020

Última actualización: 22/12/2021