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Thaís Espaillat (República Dominicana)

Por: Thaís Espaillat Ureña

Telegrama

 

Pequeña lista de imágenes en orden aleatorio:

Una fuente que se desborda
en un parque con luces naranjas,

una funda roja huyendo de los carros
en medio de la carretera
(nota al margen: parece un ramo de rosas),

un jardín que crece
en un techo rojo, al lado de una pared casi blanca,

una muralla morada y verde
del lado derecho, siempre del derecho,
que no deja salir al Sol,

unos insectos intentando besarse
en la luz de una lámpara,

unas manos que buscan algo
en una mesa,

unas alas cayendo
en el agua,

una mano que agarra un papel que dice:
"esto todavía me hace sentir sola."

 

 

Sin título

 

Una noche abracé un árbol
y lo sentí tan cerca,
casi igual que cuando
me abrazo en el espejo

Debe ser porque él sabía
que tenía a sus hermanos
ahogándose en mi barriga
y les quería decir adiós

Desde que no como carne
las flores me saludan,
me escupen escarcha dulce por la calle.
Un gesto tan lindo
como la digestión
de las berenjenas,
los ajíes,
los melocotones sonrientes
en los platos blancos

Abraza a tus tíos perdidos,
flora intestinal,
que los tallos visitan corto
La misma noche que abracé el árbol
una trinitaria me cantó una canción triste:
quiere ser tulipán
y tocar el cielo con los dientes

Ah, si algún día voy a Holanda
correré por los campos de tulipanes
con canciones también tristes en la boca,
cogiendo a las flores por las manos
y les cantaría
cerca, cerca
hasta que se caigan
y que el piso les ponga nombre.
Imagina, Trinitaria,
un pétalo azul seguro se llama Daniel,
uno rojo, Carlos,
uno blanco, Eduardo
y así
y caen
y corro
rápido por la lluvia
de los volcanes florecidos
mientras pienso sólo en ti, Trinitaria.

Me dijo que gracias
y otra cosa que no recuerdo
y yo le dije adiós
mientras ella se iba volando
hacia la ventana de alguna floristería
a esperar que abran
para oler las nuevas flores

Qué lindo huele la muerte, ¿no?

 

 

 

Sin título

 

Ustedes fueron
los que destruyeron todo esto
Así que no voy a ser yo
la que cosa las frutas a los árboles.

La lluvia seguirá cayendo sobre la ciudad,
yo seguiré pretendiendo hablar con vehemencia
de cualquier cosa sin importancia
Como la cordillera de nubes en la ventana de la tarde
o la taza de café amarilla, demasiado llena

La música lejana,
los carros,
las alas,
los niños,
otra advertencia para el fin del mundo
A mí que no me vengan a buscar
cuando me vaya me iré yo sola
agarrándome la mano con la otra,
mirando un punto rojo en el cielo
que saldrá directo
desde mi rayo láser.

 

 

Invadirnos sería perder el tiempo

 

No creo que los extraterrestres se parezcan a mis vecinos
o a los tuyos,
que tengan cabeza gigante,
piel morada,
ojos en la nuca.

Seguro se parecen más
a las medusas invisibles,
al polvo que flota en la luz,
a las manchas de aceite.

Y no nos hablan porque somos aburridos

Seguimos
caminando,
corriendo,
volando en círculos
y paralelogramos.
Y ellos existen en las grietas de los relojes,
las venas de los planetas que le huyen a los telescopios.

O quizás sepan tanto que ya ni hablan,
y sólo mueren lento y sin sentirlo
o sintiéndolo tanto,
en camas que viajan entre nuestros satélites
y salen en algunas fotos
sacándonos sus mil lenguas,
con baba que despierta un volcán a lo lejos.

Los extraterrestres seguro no escriben poesía,
ni hacen películas,
ni cocinan en televisión,
pero estoy casi segura de que tienen internet
y usan Tor para espiarnos.
Ahí es cuando se dan cuenta
de que no valemos la pena,
y nos dejan con nuestras drogas
y nuestro porno
y se alejan con sus tentáculos
o sus cosas sin nombre todavía,
temblando de lo estúpidos
que hemos sido siempre
mientras apagan la regleta
y de este lado todo se vuelve
color morgue,
fosa común,
suela de bota.

Los niños miran al cielo
y se dan cuenta
de que ya no hay más deseos.
Los astronautas se quitan sus cascos en protesta,
no llegaron a la NASA mordiendo la capa de ozono
para ser mineros.
La gente común en los supermercados y las oficinas rodando y tecleando
con latas de garbanzo y plantas de plástico como último paisaje,
gritan uno encima de otro,
piden ayuda,
ayuda-por-favor-botella-vino-rota-jefe-renuncio-mamá-te-odio

Y los extrarrestres cada vez más lejos
y más grandes
y más pequeños
y más con formas ajenas,
sus alas de fuego,
sus dientes de nitrógeno,
sus partes que no sé armar,
ahogándose
o respirando
o abriéndose
entre la basura
y la escarcha,
sonriéndole a los millones de bebés tragones
que han parido las estrellas muertas.

 

 

Mi casa ha sido tomada

 

Amigo,
te escribo esto
desde el escondite

He visto dos arañas
guardando las esquinas
del techo del baño.

Me han amenazado de muerte
con un mensaje en macramé

Te adjunto foto:

xxxx       x
  x  Xx
               x
           x       x    x
  xx

Tengo tres sábanas escudo
encima y como quiera tiemblo.
Espero este mensaje
te llegue pronto

Evito el Internet
como a mí misma.
Las arañas hablan
en unos y ceros
y HTML5.
Las redes,
la fibra que une
las placas tectónicas
del ciberespacio,
ya están bajo su control

Han tomado al rosado
como rehén,
prisionero de guerra,
camisa sin fuerza.
Está todo perdido.

Me miran de cabeza
con ojos que se repiten
y se repiten
en el microscopio,
en el microcosmos
detrás del polvo
y la cortina manchada de azul.

 

Confío que este mensaje
servirá de bengala,
o que su completa autodestrucción
no será en vano

(Fin de la transmisión)

(Poemas de Pudo haberse evitado, Eloísa Cartonera, 2017, reeditado por Ediciones Cielonaranja en Santo Domingo, 2018)

 

Sería un honor poder llegar a ser abono

 

Perdón por la interrupción
pero me parece importante decir
que ayer en la mañana
un tractor me hizo una reverencia

O quizás no fue una reverencia
sino un movimiento de cabeza
como quien dice
“yo te entiendo”

¿Qué pensabas que pensaba
cuando me viste
del otro lado de la carretera?
Ahora mismo no te puedo responder porque no me acuerdo
pero, si te interesa,
en este momento estoy pensando
que sería bonito
quemar toda una plantación de arroz
y correr y bailar entre las llamas
y lentamente quedarme sin piel,
sin músculos,
sin huesos,
quedarme pegada al suelo-ceniza
y quizás algunos años después
amanecer dentro del tronco de algún árbol
que ojalá pudiese ser de tamarindo
y sentirme feliz
con lo simple que sería
imaginar a alguien bebiendo jugo
a la orilla de un río
mientras piensa en mi nombre.


Thaís Espaillat Ureña nació en Santo Domingo en 1994. Es poeta, editora, artista audiovisual y tallerista experimental de poesía. Ha publicado los libros de poesía: Eres un pixel, 2015; Pudo haberse evitado, 2017; A veces quisiera dormir dentro de un pomelo, 201; y ¿Tienes quién te cuide la mula?, 2020. Ha publicado igualmente los zines: Me voy a morir en Costa Rica, 2017; Este título es un secreto,2017; Alguien por favor make me stop thinking, 2018; La verdadera violencia de las verduras, 2018 y Panfleto de poesía política: Poemas para presidentes, 2019. Dirige la Editorial Hacemos Cosas, que ha publicado algunas de sus obras, así como las de otros jóvenes autores latinoamericanos. Sus poemas han sido publicados en México, Argentina, República Dominicana, Puerto Rico y España.

Última actualización: 09/11/2021