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Amanda Durán, Chile

Por: Amanda Durán

              A Marcelo Cataleya Ramirez


El año 2019 viajé a Guatemala, en el marco del Festival de poesía de Quetzaltenango. En este festival conocí la realidad de de mujeres que buscan a sus desaparecidos y a través de la cruz roja supe los casos de cientos de nombres migrantes que no tienen quién los busque. Por eso adopté uno de esos nombres: Marcelo Cataleya Ramirez, para amarlo como ellas amaban y reactivar la búsqueda emocional y física. A él escribí este libro poema, pero también a mi madre, Tamara Durán, muerta por ser mujer, porque aún hoy ser mujer es ser migrante en cualquier país del mundo. 


Hoja blanca

Me advirtieron
que a las mujeres que buscan se les descose el rostro
que andan por ahí
chorreando esa herida horrenda
que están solas
tan solas
que se les calca una foto en blanco y negro y un adónde
y ellos dicen:
no hay nadie.

Las fotografías son abrazos -murmuré 
y les pregunté adónde.

Ellos me hablaron:
tenían en la voz muchas botellas quebrándose, 
botellas vacías 
tanto 
y todas 
reventando en sus dientes, su voz escupía vidrios rotos
abrían la boca y las astillas se me iban incrustando;

Ahí metieron sus dedos, y las botellas 
tuve que cerrar los ojos
-Ahora quisiera cerrarlos-
Me dijeron que estaba loca 
“No se busca el amor”

Amor, me preguntaron cómo eras
 Y yo les dibujé tu olor en una hoja
pero la hoja quedó en blanco apenas ellos la tomaron, 
Y eran 3 o 4 metiendo sus manos en mi rostro
querían sacarme el pellejo, 
yo lloraba porque te borraron,
apenas se las pasé  
tuve que cerrar los ojos
mis ojos
-ahora sueño con cerrarlos.

Tuve miedo, y grité 
¡Monstruos! Grité

Estaba
chorreando,
Caían
Al piso mis gritos;
Amor caía.
Tanta Sangre

Sin piel y sin rostro los ojos pueden abrirse,
Se expanden por todo el cuerpo, como una infección; 
Por eso
ahí las vi, las vi ahí 
y eran miles:
tenían las manos amarradas al regreso y volaban 

Volaban,
no se puede caminar cuando el piso es un pantano así tan rojo, 
Volaban 
y ellos no podían verlas, 
sonaban
sus alitas hermosas sonaban
Y ellos sólo escuchaban “¡dónde están!”

No se busca el amor, dijeron.
-Y ellas eran el amor.

Yo las veía volar por todas partes
quería 
tanto estar con ellas,
pero ellas tenían plumas, las repartían por el techo, 
las suspiraban.

Por eso escalé las paredes 
Me afirmé de los vidrios, a las botellas y a sus bocas
chillando escalé, ellas me ayudaron,
Pero no pude alcanzarlas. 


Aun no aprendo a volar, pero intento
y tengo, tantas ganas
porque tengo un papel en blanco, 
el desierto de una hoja en el que te ves hermoso.
Amor, amo tanto ese pedazo de nada; 
Lo amo de día, pero mejor de noche, 
En ese papel que me dicen vacío está la más linda carta de amor
Esa, que no alcanzaste a escribirme.

 


(cuando vengas)

Hay pájaros bajo la cama en que dormiremos
También están en medio de las vigas,
Son grandes montañas de pájaros que solo pueden calmarse frotándose unos a otros; 
Sus ojos son feroces, pero aún peores sus plumas,
Querrán morderte la barba o encajarse en tu pecho, 
Igual que yo, son feroces y no querrán irse,
Porque el vuelo ahoga a los pájaros tristes
Porque cada vez que encuentro uno lo llevo a mi cama
y no duermen;
querrán morderte.
No quiero que te espantes cuando los veas,
Llevo con ellos tanto tiempo que traigo plumas pegadas por todo el cuerpo.
Cuando vengas me desnudaré primero
Y te pediré que cierres los ojos
No te espantes 
He visto a otros como tú corriendo 
No te espantes
No me gusta la soledad, 
Olvida que lo dije, tengo a mis pájaros y ellos me tienen.
Quédate esa noche y yo te entregaré mis piernas
Tómalas cómo se toma lo más importante del mundo
Estas piernas un día serán ceniza o carne de lombrices, 
Tómalas bien, porque la muerte es tan cómoda y posible.

Voy a darte amor como si fuera néctar, como si solo ese día vivieras
como si te trajera de la tumba y me trajeras
voy a apestar a amor, me vaciaré en ti como una plaga
bebiendo tu sudor como si fueras vino
para humectar mi lengua seca 
rota por el polvo de estas plumas
son tantas y se me han ido pegando a la garganta, por eso la tos.
Sabes, me gusta tanto tu olor, quiero tanto dormir contigo.
Si lloro un poco pon tu mano en mi mejilla
Eso hacía mi abuelo,
Pero quédate, aunque sea solo esa noche,
Sería tan lindo que pudieras soportarlo.

 


Cantos a la Perestroika


           A la muerte de Tamara Durán Canales

Con la boca llena de blonda vomita encaje y portaligas,
la siempre negra siempre arrastra un tumor de semillas
viejas, angostas, traposas semillas florecidas,
incrustadas en su piel de muñequita punk.
Tan desnuda toda, inmensa era
una cicatriz rugiendo océano,
rugiendo líquida en ese,
el último alarido de su sexo,
un gemido esponjoso o consumido.

Esa noche la ciudad era un catre
un lecho de bultos,
cada bulto una muerte
crujiente esa noche un llanto
que acanalada o celeste aullaba 

(arcadas)
arcadas
arcadas
arcadas que rompen el labio
y una pierna negra,
tanto,
se deja lamer la angustia.
(otra vez arcadas)

Esta noche su piel es el discurso
este poema puede ser su piel o ella la hoguera
que lo empapa todo de ceniza.
Tan linda : chorreando papeles del encaje.
Dibujos rojos,
más rojos que su carne;
fotografías instantáneas del biógrafo infectadas de Pachulí.

Ahí Paría la under-póstuma, negra como dije,
ronroneando los nombres de sus hijos
con el llanto sofocando el que pudo ser corazón y fue desgarro.
cansada paría
con la carne saturada de ternura
amontonada
dejaba brotar una sonrisa, esa
que cargaba a cuestas el patio 29
y una cuna sin niño acurrucada.

Un canto de protesta se enrosca en su cuello
un niño blanco, transparente como Dios
cayéndole a pedazos del rosario, ruego adentro, en la arteria y sonoro,
tan chiquito que pudo ser mentira.
Es un parto que no termina nunca
Tan cerca de la piel que puede herirte.

Ella 
se desploma
en mi boca
es un 
desagüe.

 

El último vagón 

Todas las estaciones de metro están vacías
Trepan apenas unos niños las paredes con su textura de arañas
Alameda hacia abajo es un funeral constante; 
un ruido de trenes que se agolpa en la entrepierna
de la que no pudo parir más hijos.
Ya nadie piensa en suicidarse,
Quitarse la sombra al borde del anden
Y repetir a media voz 
un poema de Bertoni a una chica de grandes tetas
(ya nadie sabe poemas de Bertoni, pero la chica sigue ahí).
Antes, había quien se sentaba por horas a ver pasar los trenes,
Mientras enviaba y recibía mensajes de su celular prepago,
A mí me gustaba mirar desde un vagón una y otra vez esas mismas estaciones
Donde hoy flota la loza cargada de afiches rotos.

El vagón más hermoso quedó al filo del cerro,
Se puede escuchar al acero descomponerse, dulce como un durazno,
El invierno se deshace en ese techo que es un barco, 
Una ventana abierta, una piedra atragantada de subsuelo tosiendo restos de aire.

Ella vuela en este vagón vacío nocturna y enorme,
La memoria es un asco,
La mujer que no grita es un asco,
Se convierte en polilla, humectada toda de gusanos,
Chocando una y otra vez en esa luz parpadeante de esta estación del metro
Justo en el reflejo de una publicidad rosada que apenas se lee.

¿Está triste? -pregunta-
Tal vez siempre estén tristes las mujeres muertas
Con pedazos de piel pegados al holograma que son
Con pedazos de piel pegados al holograma, Como quien dibuja alaridos en el aire.

Se ve linda así, vacía y frágil como una virgencita de yeso.


Amanda Durán nació en Chile en 1982. Es escritora y artista visual chilena. Su obra -prologada por escritores como Nicanor Parra, Patricio Manns y Luna Miguel- ha sido publicada en Perú, España, Chile, Uruguay, y Argentina. Ha participado además de antologías en Suecia, Francia, Guatemala, México y Canadá. Sus libros son: Zona PrimaveraOvulada, libro publicado en Chile (MAGO Editores), España (Amargord Ediciones) y Perú (Altazor Ediciones); Antro; misa para señoritas, presentado en Uruguay (La Propia, Cartonera), Argentina (Arbolanimal) y Chile (Ediciones Colectivas periféricas); La Belleza, España (Amargord Ediciones) y finalmente Nudo en Chile, (MAGO Editores) que reúne un extracto de los últimos tres libros.

Última actualización: 08/11/2022