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Carmen Alicia Pérez, Colombia

Por: Carmen Alicia Pérez

                 De La sed, el silencio y los espejos


Música del hombre

       “Ahora tienes el mundo y un camino."
       Héctor Rojas Herazo.

Música de huesos que se rozan,
gota de agua en hoja seca,
chasquido que anuncia otra lluvia
           que no es mía.
Así, el estrépito de unos huesos corroídos,
quizás anuncie el nacimiento de un hombre
           que sea más que ruido.
Entre ruido y ruido, como el brillo de un machete en la espesura,
aparece la poesía de la música, camino negado a los ciegos.
En medio de la incertidumbre, de la vastedad del trayecto,
el silencio encapsula una música antigua,
           lumbrera en el poema de las sombras,
para escucharla, el poeta envejece sus oídos,
           traduce con sus dedos alguna verdad,
verdad que a veces duele, cansa, reconforta o estremece;
verdad que le indica al poeta que en cada latido,
en cada pájaro que toca con su pico la ventana,
en cada cuerpo sediento que se profana en otro,
hay una gama de sonidos que configuran la música del hombre,
en medio de esa melodía compleja y antiquísima, la poesía germina.

 

Ceguera

Los ciegos deslizan sus manos por los bordes de las formas,
desatar un nudo, implica tensar una cuerda que ya no es lisa,
para ellos el agua es la misma en todos los tiempos.
¿Por qué cuestionar el origen histórico de las cosas,
si todos provenimos de aguas distintas?
Nadie cree en la metamorfosis de la gota que brilla en el pasto.
Los ciegos se adentran en las profundidades de las cuevas
con la certeza de seguir caminando, en la ceguera.
Despertar no es una opción, aunque de golpe,
La luz de un espejo, les vibre los párpados.


Ausencia

He habitado el silencio de la casa,
en el tiempo destinado para los silencios.
Me he asentado en ella como sombra líquida.
En cada superficie hay un abismo lleno de sonidos;
en cada rendija, indicios de otras vidas, de otras formas.
¿Podrá una casa desprenderse del peso de agrietarse,
si en sus cimientos no hubo tierra suficiente
           para saciar toda la humedad?
Ahora soy una enorme grieta en la pared del patio.
Allí me hundo de a poco con las risas de los niños,
las raíces de los árboles frutales,
el peso de las sombras de sus habitantes…
La casa no sueña, aunque exhala un olor característico
y se impone en los sueños de los olvidados.
Yo he soñado el olvido de esa casa,
el susurro de la puerta, clamando ser tocada…
O quizás sea yo, adulto solitario a los afueras de un funeral,
anhelando de la casa el abrazo eterno de los años idos,
           aunque en el recinto, solo haya ausencia.


Corazón de lámpara

              A Derly, la que ofreció su corazón…

Cuelga un corazón de las manos de una madre,
se escurre entre los dedos,
represado en el latido de la oscura selva.
Carne hinchada, agrietada.
¿Para qué gritar un dolor,
si no hay oídos que puedan recibirlo?
De noche una mujer lamenta los muertos,
de día ofrece un pedazo de pan para los hambrientos,
arrastra consigo un costal de heridas
que cose con la impaciencia de una niña,
lo arroja al río con la furia de años
cuando la sed de otros la espera.
Hay una voz en las profundidades
que soporta el peso de muchas voces,
en lo más recóndito…
perturba los sueños de los que no tienen paz,
aún después de la muerte…
encuentra oídos para descansar,
corazón de lámpara en las puertas de los lisiados.


Duele

Duele la piel al roce con las hojas secas
y los huesos sedientos de humedad.
El sol es inclemente.
¿Habrá piedad para las pobres que amamantan
con la sed incrustada en sus espaldas?
Ella recoge los últimos granos del día.
En casa, los niños lloran de hambre.
La madre es un río interminable
perdido en el maizal,
tiene sed de encontrarse,
y los hijos detienen el vertimiento.
Es imposible abandonarse,
cuando el cuerpo se divide
           y algunas partes son el oasis.


Un hombre tiene sed de amar

          A Toño Cardona

Un hombre destella hilos de colores
que atraviesan la piel de los sedientos.
Tiene sed de hilar y despertar sed de amar.
Para él lo pensado es posible.
En cada sueño, en cada encuentro,
humedece los labios resquebrajados.
Hay quienes transitan fatigados buscando amor,
y quienes se derraman de este como el mercurio,
           aún a riesgo de endurecerse.
Hay un hombre que tiene sed de saciar una sed,
es oasis que aparece justo cuando la sed exaspera,
para él lo pensado es posible,
en cada sueño, en cada encuentro, “la vida acaece”.


Carmen Alicia Pérez nació en Cereté, Colombia, el 31 de octubre 1992. Licenciada en lengua castellana de la Universidad de Córdoba, especialista en gerencia de proyectos, poeta y gestora cultural. Textos de su autoría, han sido publicados en medios impresos y virtuales de carácter local, nacional e internacional, y ha participado en eventos literarios, como la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la Feria de la Lectura de Montería: un río de libros, el encuentro Nacional e Internacional de Mujeres poetas, entre otros. Finalista en el concurso nacional de poesía Casa Silva, “la palabra, espejo sonoro” (2019). Ganadora del primer concurso internacional de poesía, “Manuel Zapata Olivella” XVIII Parlamento Internacional de Escritores Cartagena de Indias 2020 - VI Parlamento Joven. Libro publicado: Silencio en el espejo; Editorial Torcaza; Sincelejo (2020) Obras inéditas: Poemas de La Sed (Poesía), La casa (Teatro), Olvido (Cine). Poeta invitada por la Convocatoria del 32º FIPMed.

Última actualización: 28/09/2022