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Gilberto Isella, Suiza

Por: Gilberto Isella
Traductor: Emilio Díaz Ibáñez

                    El Jardín de la Vida (fragmentos)
                    -poema dedicado a Antonio Gaudì – 


El viejo arquitecto, que ya presagia su propia muerte, deambula entre las obras de la Sagrada Familia. La gran obra está incompleta y el protagonista es consciente de que no tendrá ni tiempo ni fuerzas para llevarla a término. 

1.

La Sagrada Familia, el templo del Amor.
Delante de mì una extensiòn
de torres y portales.
Portales que se abren a capillas
repletas de cuerpos y pasiones,
a lugares marcados por infinitos pasadizos.

2.

Torres que vibran
y se extienden por el aire enrrarecido
como si quisieran unir tierra y cielo.
Cada torre es una lámpara, un faro.
Cada luz, una fuerza que dilata el espacio
y lo empuja más allá de los días y las estasiones
hacia la morada de lo innombrable, allá
donde la existensia se hunde
en el misterio de los propios orígenes.

3.

Sumergíos en los espacios celestes, agujas.
Danzad en torno a mí, colores nuevos 
e insólitos, colores del sueño.
Desvelaos, materias, hasta agotar
vuestra esencia luminosa.

4.

Háblanos, Antoni.
Sube, sube.

Ahora ya es tarde. El vacío me rodea
ya ha asumido los trazos de una esfera de plomo,
de peso insostenible. Ya veo alzarse el manto
de las grandes sombras. Los perfiles
tiemblan, se desdibujan. 
Oigo un largo tranvía traquetear en el horizonte. 
Es él. Es el terible dragón que avanza.
Mi último dragón. Me envolverá,
me arrojará dentro de la hora inmóvil, 
a la hora de piedra sin salvación.
No. No acabaré la Sagrada.


5.

Háblanos, Antoni.
Sube, sube al cielo, Antoni.

Dónde me encuentro?
A caso mi vuelo habrá llegado al final?
Ha sído fantasía o realidad ese vagar laberíntico
por el universo? Yo era un muchacho.
Los árboles tenían ojos para mirarme
y eran frondosos para protegerme
del sol y la intemperie.

6.

Ahora el prodigio se ha cumplido.
Los árboles son columnas polícromas,
y los ojos circulares claves de bóveda
guarecidas en el vértice de los arcos,
en los confines del firmamento.
Dentro de esos círculos, en ovillos, 
se refugian luciérnagas ansiosas de luz. 
Cerrado y abierto forman una sola cosa. 
Pero quizá no baste.

7.

Cada forma se consume y perece 
entre las formas que, sin descanso,
la persiguen y dominan.
Admirables semblantes se deshacen
y se deshilachan en la vorágine del tiempo
¿Podré invocar todavía la luz en las piedras,
en los materiales de la naturaleza? 
Ahora ya sé lo que es el misterio: 
gozo y sufrimiento.

8.

Durante toda la vida
he hecho de mi cuerpo 
una mirada continua, una oración. 
Después, lo he colgado de un arquitrabe.
Y ahora, carnes sombrías
oscilan de las linternas en los cruceros.


9.

 Vacíos los capiteles, inmóvil
 el ojo del dragón, cada prisionero
 es una piedra que canta.

Nadie terminará la Sagrada.

 

***

con remos coloridos navegan los cielos
sobre las olas carcajea un ovario de luz exuberante
que las nubes de los ojos de los lémures
rechazan, alarmados

y ella, timonel luna, se aleja la más estremecida
sabe que cada color
desequilibra curvas y enciende de horizonte
halos de incienso sobre las velas del barco
y empieza el tiempo de los lirios melancólicos
con el dios suspendido, el éter quieto 

 

***

entonces se pone la escarcha salvaje
pastorean jorobas que engañan al occidente
con la flema de algas siderales

y en un espejismo
tan corto como un folleto
los nervios de su brillo se derriten
mientras que Diana en el vacío como un candelabro
pesca la bombilla que da luz

 

***

Ay, santa luna desmesurada, qué perfil mudo,
teatro de espejos
con bahías misteriosas, donde en hermoso orden,
amarras al muelle las pestañas 
del ojo inmenso que te gobierna

para un conocimiento diferente
nosotros lo alumnos nos anclamos
para arrastramos por estados de ánimo
impenetrables,
por todo lo que cae
de los palomares de la ansiedad

 

***



cada mutante nace
del fuego filiforme y luego
la cuaterna de candelabros feroces
despega

en destellos atados
que impulsan carne canina
como la luna


Gilberto Isella, nacido en Lugano, Suiza, en 1943, es poeta, crítico, autor teatral (El mensajero blanco quiere irse, El jardín de la vida, con música de J. Sánchez Verdú, y Faustina) y traductor del francés (Charles Racine, Dupin, Vargaftig y otros). Estudió literatura y filosofía italiana en la Universidad de Ginebra y enseñó italiano en el Liceo de Lugano. Colabora con el sitio web L’ Osservatore.magazine.ch, con varios periódicos suizos e italianos, con el Festival Poestate y con el taller multimedia Areapangeart. En 2004 fue invitado al Centro de Estudios de Liguria en Bogliasco. Tiene a su haber numerosos estudios sobre escritores antiguos ​​y contemporáneos (de Dante a Montale), publicados en revistas nacionales y extranjeras. También ha escrito guiones cinematográficos y numerosos libros de poesía y plaquettes realizados con artistas. Entre sus últimas colecciones: Querida flor aberrante (2013) Liturgia menor (2015, ahora también en versión francesa), El ojo plegado (2015), Cadenas perdidas (2020) y Criptocorsie (2021). Ha recibido numerosos premios en su país y en el extranjero. Con Arepo (2018) fue finalista del Premio Camaiore y del Premio Bonanni Città dell’Aquila. Sus libros en prosa incluyen el libro de viajes Báltica (1999) y el cuento-ensayo Engadina (2019).

Última actualización: 31/05/2022