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Hani Alselwy, Yemen

Por: Hani Alselwy

Con el fin de calmar al conejo en el bolso
 

¡Llévame a la ventana, anda!
Te prometo no saltar hacia el vacío desde ella
siempre que mis manos se queden desnudas
y no oculten unos guantes u odio,
siempre que mi camisa permanezca húmeda
y mis dientes sin sabor a menta o al pasado.
Para asegurarte de eso,
ten tu confianza en mis uñas,
átalas al dolor si te gusta.
No hay problema si introduces tus manos en mis bolsillos
para sacar las colas de las mariposas de plástico,
cubiertas de botellas de agua y enigmas.
No hay problema si derivas de mi nombre
cuerdas y profecías por ti mismo.
 
Cada noche, voy a tranquilizar tus alas, padre,
con una fiesta de mechones diarios de las aletas que crecen
en mi cuerpo durante todo el día.
Y la leche no se acercará a mi nariz,
los molinos que concluyen
con la distancia antes de conocerte,
ya los enviaré con convicción al sueño.
Voy a tragar un testamento tóxico
para que te quedes satisfecho
y tal vez cierre la puerta de hierro con mi pulso.
Haz un buen hueco en mi pecho,
ponlo en el centro, un poco a la izquierda,
que permita así la salida, a la vez,
de una bandada de patos.
¡Hermano, llévame a la ventana, a Dios,
llévame a la nada!

 

Muerto

 
Hace sesenta años
que me lavo este cuerpo para vosotros…
Nunca habéis pensado en ayudarme,
aunque hubiera bastado con verter el champú
de la manguera de la ventana
o indicarme una planta que elimine el sudor.
Aquí está mi cuerpo delante de vosotros, sin mí.
Haced de él lo que os plazca,
pero aseguraros de que lo estáis haciendo
solamente para vosotros mismos.

 

Las mismas “buenas tardes’’

 
Para Rafika Chebl, con su última apariencia en el oeste
 
Esta cúpula se parece a un clavo.
Dejé la similitud pasar sólo esta noche,
dejé el zapato infiltrarse por donde duerme el pie
enterrado bajo las dunas.
¡Nos decimos adiós aquí a un tiempo
y nos veremos en los árboles al primer turno!
No pienses en el oso, ya que ha caído en el volcán
y se ha muerto por ir tranquilamente y sin cuidado.
Simplemente, no te acuerdas de tu camisa de árboles
y tus sueños entrelazados.
Esos brazos no son para discutir.
Las mismas “buenas tardes’’ no tranquilizan
la confianza en el telar.
Y, sin embargo, no pienso seriamente
en añadir la rueda de molino a la familia
y llamarla: mi tía o incluso mi madrastra,
o mi hija a la que intento hacer
sus gritos revolucionarios y crudos,
y la banda de su cabeza profunda.
Asimismo, no recordaré
la seducción y la sinceridad, te lo prometo,
voy a pensar mil veces antes
de invitar el agua al poema.
Si lo hiciera pensaría en un plan para salvar a la gente
de los amantes del canto y del espectáculo
y pasaría a los lectores las claves de las principales salidas,
corromperé el ahogamiento con una tonelada
de papeles vacíos y muebles de segunda mano,
llenaré su boca con una manta auténtica
cada vez que haga salir sus intestinos del cuartel.
Plantaré en la imaginación del árbol
el polvo y las piernas humanas.
¡Ahora digamos adiós
antes de que el peine se termine!


Hani Alselwy nació en la ciudad de Taiz, Yemen, y actualmente vive en Egipto. Poeta y destacado editor, tiene publicados varios poemarios, entre ellos: En una orilla en la imaginación del cantanteEl libro de la derrotaEl instinto de la pijama; y Mineralizar la oreja de una vaca. Es Fundador del Encuentro del Nuevo Texto. Ha recibido numerosos premios, entre ellos el premio Senoussi (2012).

Última actualización: 26/08/2022