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Ecocidio y Ética

Por: Ismaël Diadié Haïdara

                Yo soy un salvaje y es así como entiendo las cosas.
                El Jefe de Sattle, el gran Jefe de los Duwamish.

 

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            El siglo XX vivió bajo la amenaza de la bomba nuclear y el miedo de destruir parte de la tierra como en Nagasaki y en Hiroshima. El siglo XXI nace con la amenaza de una catástrofe ecológica y el miedo de la destrucción de toda vida sobre la tierra. El hombre destruye su único hábitat y va a buscar vida sobre la luna o sobre marte; mientras el barco se hunde, sigue tocando la orquesta dijo un día mi amigo Josep Santacreu. Todos los desastres registrados en estas últimas décadas son en gran parte medioambientales, debido a la actividad humana. Estas actividades llevan inevitablemente a cambios sobre la biodiversidad y la vida humana.

            Hace poco efecto en nuestra vida cotidiana la lista de los desastres ecológicos registrados en los medios. Vamos a darla tal como se puede leer por categoría y tal como lo da la Enciclopedia Wikipedia:  “El mar de Aral en agosto de 2017 se ha dividido en dos por su desecamiento planificado. El Mar de Aral Norte, se conserva, y el Mar de Aral Sur abandonado terminará secándose totalmente. La salinidad crece en Australia y en el Creciente Fértil. El exterminio de gorriones en China provocó la multiplicación de nubes de langostas, que podrían ser una de las causas de una hambruna que mató a varios millones de personas. Aparecen abejas africanizadas, conocidas como "abejas asesinas”. Aparecen las "Lecheras sucias" en Nueva Zelanda…”. Todo está relacionado. Todo depende de todo.

            En la biodiversidad propiamente dicha, se nota “la extinción de la megafauna americana, la megafauna Australiana, la deforestación de la Isla de Pascua, la destrucción de los bosques primarios, la proliferación de los conejos en Australia (especie invasiva), la reducción en el número de bisontes americanos, la introducción de la perca del Nilo en el lago Victoria en África, diezmando las especies nativas de peces, la amenazas medio ambientales de la Gran Barrera de Coral, la matanza de elefantes de Zakouma en 2006, aparición de especies invasoras y pérdida de biodiversidad en Nueva Zelanda, redes fantasmas (redes de pesca abandonadas), pesca de tiburones sin controles, de tiburones y ballenas en el Pacífico entre otros, matanza ritual de focas en el norte de Europa, disminución de los buitres en la India debido al medicamento llamado Diclofenac, dando como resultado un aumento de perros callejeros con un posible aumento del riesgo de contraer rabia, explotación del carbón, derrame de lodos de carbón en Martin County, derrame de lodos de carbón en Tennessee, montañas de desechos mineros”.

            A nivel de salud son muchas las enfermedades que azotan a la humanidad debido a vertidos tóxicos. Los ensayos nucleares por tierra y por mar, la manipulación genética de los alimentos, los deshechos que flotan en la atmósfera, las lluvias radiactivas, los fertilizantes y los pesticidas necesarios para la industria alimentaria que contribuyen con sus vertidos tóxicos a envenenar las aguas subterráneas que acabamos bebiendo. Los hielos se funden, el desierto crece, los peces se mueren, los pájaros, las abejas desaparecen.

 

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            ¿Qué derecho tiene parte de la humanidad a envenenar los ríos para que otra parte pague como ella o más, las consecuencias de esta destrucción?, ¿qué derecho tiene un hombre a envenenar el aire y qué culpa tiene otro para pagar ese envenenamiento enfermando y pagando con su vida el acto de otro?, ¿dónde está la justicia cuando una parte de la humanidad consume más de 80% de la energía para que otra parte pague con su salud la  energía consumida por una minoría?, ¿tiene derecho una parte de la humanidad a destruir la tierra y que todos vengan a pagar sus actos?, ¿los actos de unos están hipotecando el futuro de nuestros nietos?, ¿qué derecho tienen las sociedades llamadas civilizadas a destruir la capa de ozono, a matar a las ballenas, a destruir los océanos y a asesinar todo lo vivo que cruza por el camino de su desarrollo?

            La tierra es de todos, algunos no pueden destruirla para que muramos. Es la casa de todos, nadie puede decir quemo mi parte y pensar que no está quemando la casa entera. Somos parte de la tierra. Cuando matáis a las ballenas, estáis matando a parte de los seres vivos de los cuales formo parte. Cuando envenenáis al aire, me estás envenenando porque respiro para vivir y estáis envenenando a los pájaros, a las cabras, los elefantes y las serpientes. Estáis matando a las abejas y las hormigas. Nadie puede matar a los seres vivos, matar a la tierra y creer que vivirá en paz.

 

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            Yo soy de un pueblo en el que tengo el mismo derecho de vida que las ranas que croan en la noche, las cigarras que cantan, el vecino que ora a otro dios en otra lengua, los pájaros en el cielo y los peces en los ríos. Todos tenemos derecho a vivir, todos tenemos el deber de respetar la vida de cada uno. Nada otorga a nadie el derecho a matar a otros, no para vivir, sino porque se le antoja, por codicia. Somos hijos de la tierra.

            No podemos ni comprar ni vender la tierra, la tierra no nos pertenece. No la podemos explotar a nuestro antojo, acabaremos con sus recursos y moriremos todos un día de sed y de hambre. No podemos envenenar el aire, el aire es parte de nuestra vida, no nos pertenece. No podemos envenenar las aguas de la tierra, sin ellas moriremos todos. No podemos quemar por doquier todo sobre nuestros pasos, las cenizas que dejamos atrás son el único futuro que heredarán nuestros hijos.

            En verdad os digo, somos hijos de la tierra y de los ríos. No nos pertenecen. No los podemos tratar como si de cosas vanas se tratara. Vamos a la luna a buscar vidas posibles y dejamos sobre la tierra nuestros hermanos morir y matamos seres vivos que desaparecen todos los días de la faz de la tierra. Pronto nuestros árboles, nuestros hermanos los elefantes, las jirafas, las hienas y los leones como la carpa blanca o la silbar negra, todos van a desaparecer; también desaparecerán nuestros pueblos, su lengua, sus cuentos, sus proverbios y toda su sabiduría. El hombre civilizado sabrá un día que nos han matado como han matado a nuestros bosques y nuestros ríos.

            Todos somos hijos de la tierra, pero explotáis la tierra y con sus frutos, matáis de hambre a tantas personas porque no tienen dinero para comprar lo que les pertenece. Cuando mueren los gorriones en China, los saltamontes proliferan en África, se comen nuestras cosechas y morimos de hambre, morimos porque no tenemos con qué comprar medicinas.

            El hombre civilizado no ama a sus hijos, no ama a sus nietos. Les deja una tierra devastada donde no podrán ni respirar ni beber agua sin ser envenenados. Para nosotros, piel negra, y para otros pueblos salvajes y primitivos, sin nuestros descendientes no vivirán nuestros antepasados y si no viven nuestros antepasados y nuestros descendientes, ¿qué hemos venido a hacer sobre la tierra?

            Hemos de saber que todos somos asesinos de la tierra y, por ende, de nuestros descendientes que están aún por nacer. Quien mira a otro lado mientras se mata es igual a quien mata. El teniente coronel de las SS Adolf Eichmann era un padre de familia ejemplar y un funcionario concienzudo. Organizó con un rigor intachable la deportación y el exterminio de las comunidades judías. Argumentó en su juicio que solo hacía su deber. Pero hay que entender que hacía su deber dentro del mecanismo de la Solución Final. ¿Qué diferencia hay entre Adolf Eichmann, y los trabajadores que cortan los árboles para el monocultivo del cacao, los que lo producen como bien de consumo, los que lo venden, los que lo compran? Todos hacen su deber para que el último de la cadena llegue y compre. Pero he de decir que, sin cada uno, los árboles no serían derribados y la industria del chocolate no prosperaría. Del obrero de los campos de cultivo, al comprador, todos son cómplices del ecocidio. El que coge su coche, participa en el envenenamiento del aire y quien compra los productos de una industria que vierte sus residuos tóxicos en el mar, forma parte de la cadena que mata los mares y los habitantes de los mares.

 

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            Soy de una tierra en la que se dice que cada individuo es parte de todo el universo y somos porque los demás son. Nadie puede existir sin la existencia de los demás. Eso, los Bantu lo llaman “Ubuntu”. Así, solo viviremos en paz con nuestra conciencia, con la tierra y el resto de la humanidad, el día en que dejemos de mirar al otro lado para no ver que el hombre es un holobionte como lo dijo la bióloga Lynn Margulis: un todo (holos) viviente (bios) integrado en otros ecosistemas. Microcosmos en el macrocosmos, el hombre vive en desacuerdo con la naturaleza. No cortamos un árbol sin sembrar otro y sin pedirle perdón por el daño; no cogemos del río un pez sin pedir perdón y dar comida a otros peces; no sembramos y cosechamos sin agradecer a la tierra la comida que nos da. Hoy, desgraciadamente, el hombre vive de espaldas a la tierra. Durante siglos, la nostalgia, este término que aparece por vez primera en una tesis de medicina del año 1688 ha expresado el sentimiento del hombre que ha perdido algo que añora del pasado. Esta falta de un país, de una tierra, Hesiodo, Virgilio, Ovidio la cantaron desde siglos y los poetas siguen nutriendo sus poemas con ese sentimiento de pérdida y ese deseo de retorno que tiene el exiliado. Ahora, en estos tiempos inclementes, el hombre empieza a conocer el mismo sentimiento, pero orientado hacia el futuro. Es la solastálgia. La solastálgia es un termino creado por un filosofo australiano quien asocia una raíz latina solatium y un sufijo griego algia para describir una tristeza, una ecoansiedad, una depresión de aquellos que no tienen porvenir, viven sin esperanza de futuro porque el futuro de los hombres está hipotecado por la destrucción del aire, de los mares y ríos, los árboles y las especies por el hombre y su codicia. El hombre ha podido vivir con la nostalgia, pero hoy, ¿cómo podrá vivir sin esperanza?


Ismaël Diadié Haïdara nació en Tombuctú, Malí, en 1957. Es poeta, filósofo, ensayista, historiador y narrador. Es presidente del Fondo Kati y director de la Biblioteca Fondo Kati de Tombuctú. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Territorio del dolor, 1967; El canto equinoccial, 1978; Como una herida reventada en las compuertas del sol, 1979; Poemas 1980-2000La tumba de Jabès, 2000; Sahel, 2017, y Tebrae para mi madre, 2017. Otras de sus publicaciones: El estado del mundo. Necesidad, posibilidad y contingencia en Ibn Arabi, 1992; La España musulmana y el África subsahariana, 1997; Los judíos de Tombuctú, 1999; Los últimos visigodos, 2003; Los otros españoles, 2004; Rihla. Relato de un viaje por la Curva del Níger y los desiertos del Sáhara en pos de un sueño llamado Al Ándalus, 2006; Monólogo de un carnero, 2012; Tombuctú, Andaluces en la ciudad pérdida del Sahara, 2015; Una cabaña junto al agua, 2016; Diario de un bibliotecario en Tombuctú, 2017; De Toledo a Tombuctú, 2019; y De la sobriedad, 2020.

Última actualización: 04/05/2022