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Malú Urriola, Chile

Por: Malú Urriola

Hija de Perra, 1998. 

cuando no estás me faltas como si me faltara un brazo, daría un brazo por no sentir esta falta... daría un brazo, pero no el brazo con el que escribo. El brazo con el que escribo no se lo doy a nadie, si me deshiciera de este brazo moriría atragantada. Este brazo es el que aprieta mi vientre, el que hunde su mano en mi garganta para que las palabras salgan, porque mi brazo sabe que las palabras son como trozos de carne que me atoran, si no tuviera este brazo tampoco podría hablar, porque este brazo es mi lengua, con este brazo puedo decir lo que la lengua se calla, podrían cortarme la lengua pero no el brazo, por eso no siento ningún miedo cuando tengo la lengua dentro de tu boca, porque aunque la arrancaras me quedaría este brazo. Con este brazo me sostengo, con este brazo lucho cada día. Cuando me pierdo es este brazo quien me encuentra, cuando me desespero es este brazo quien me calma, este brazo es mi memoria, este brazo es quien me saca a flote, quien jala de mí, quien me aturde para arrastrarme hasta la orilla, este brazo se compadece de mí más que nadie, me saca el agua que he tragado, me golpea el corazón para que ande, si no fuera por este brazo no sé qué sería de mí, por eso sigo a mi brazo, porque este brazo es capaz de encontrar lo que yo no hallo, por eso es él quien escribe, porque si escribiera yo, no encontraría las palabras necesarias, en cambio mi brazo es exacto, porque mi brazo sabe que si no soy capaz de resistir, que si me agoto de ver todo el tiempo lo mismo, que si me canso de escuchar las mismas palabras idiotas, que si me harto de ver a la misma gente como en un cinematógrafo de barrio, que si me aburre ver con mis ojos sus ojos pajes desesperados de fama, de una fama gris de estrella de cinematógrafo de barrio, porque mis ojos se cansan de ver tanto, todo igual, repetido, mi ojos se hartan tanto que se harían sal si vieran que algo nuevo pasara, porque esta ciudad se detuvo antes que llegáramos yo y mi brazo, esta ciudad sombría ya no se desempaña, esta ciudad es inalterable, esta ciudad quisiese ser rubia, esta ciudad quisiese beber whisky cuando se muere de hambre y si este brazo no fuera fuerte nos habrían arrancado medio pedazo, pero a mi brazo nada de esto lo derrumba porque mi brazo es ciego, mi brazo es sordo, mi brazo sólo escucha la sangre de él. Sabe que cuando no dé más deberá tomar la empuñadura y rajar la muñeca de mi otro brazo, sabe que aunque son pares sólo él puede hacerlo, sabe que él será el último en abandonar, lo sabe, como sabe también que será capaz de dejar de escribir porque escribir me daña a veces, mi brazo sabe que escribir daña porque es él quien escribe, cuando mi brazo escribe sabe que está doliendo, quemando, sabe que me revuelvo toda, por eso mi brazo dejaría cualquier cosa para calmarme. Es este brazo quien te olvida, no yo, porque mi brazo sabe que estando juntos somos capaces de resistir tu falta, que podemos trazar tu recuerdo, en cambio si me faltara este brazo yo me quedaría muda, me quedaría postrada, no podría resistir, no podría, por eso no te doy este brazo ni se lo daría a nadie, porque este brazo es el único capaz de librarme de mí.

 


***


afuera daba vueltas un farol rojo y el letrero se caía a pedazos como de boite de mala muerte, como si fuésemos a estrellarnos contra la muerte, el hombre sacó una pequeña llave. Ladraban los perros, y el hombre nos condujo hasta un cuartucho que no volveríamos a ver, encendimos la tv y unos porros, luego me fumé un cigarro detrás de otro, uno detrás de otro y te contemplé hablar y hablamos del cuartucho, de la cojera del hombre, nuestra propia cojera, de la noche que corría con una prisa extraña, las nubes pasaban rápidas, azulosas, violáceas, como golpes de la vida, como si nos fuésemos a golpear contra la vida, el hombre trajo dos cafés que se enfriaron sobre el velador, en un rincón del cuarto quedaban los restos de una fiesta que otros dejaron, qué ganas de tomarme un trago, te dije, tú te acercaste lentamente, al contrario de las nubes, al contrario de la noche que corría aprisa, al contrario de los perros que no dejaban de ladrar, de vez en cuando se callaban, y se callaban hasta que las luces de un automóvil se estrellaba contra los vidrios y encendía el cuartucho que dejaba ver tu cuerpo y luego venían las sombras que te cubrían, lejos de casa, tan lejos de casa y en la radio con las pilas medio muertas la Janis cantaba bye, bye, baby. 

 


Nada, 2004

Canta un grillo a lo lejos,
regocijando estos errabundos huesos
que he tendido un rato al sol, 
el mismo sol
que ha comenzado a dorar las copas de los árboles 
contra el viento tan verde.
Cierro los ojos y el recuerdo evoca las palabras 
que he abandonado a lo largo del camino, 
las que nunca dije, 
las que miento, 
las que me avergüenzan. 
Las palomas inician sus limitadas acrobacias
recortadas contra el cielo.
Cierro los ojos y me abandono al batir de sus alas
yo que no tengo,
me conformo con escuchar el ruido del vuelo.
¿Escuchas?
Son olas.
Olas que se alzan para fundirse en un océano infinito,
algunas se levantan como cabezas humanas en mitad del
    horizonte, 
si cierras los ojos puedes escuchar
a una india cantar en mitad del desierto, 
y sin embargo la pasión bruta del alma 
enjuaga este aburguesado deseo de nombrar miserablemente
hasta las cosas innombrables, 
el nombre del nombre, y amanece.
Fui arrojada del infierno por adorar la belleza.

 

***

 

El sol que se recorta contra la cordillera de Los Andes,
va apagarse como una cerilla contra el Ocean Pacific 
y las aves se pierden sobre el horizonte en el sentido contrario
    a la vista,
estos ojos rastreros que no pueden volar lo saben.
Acaricio el pelaje húmedo de la noche y me tiendo, 
para que me anochezca, para que me maree
y me estrelle.
¿Quién cantará ahora que la muerte habla?
La Cordillera de los Andes es la Columbia nuestra, 
nuestra propia Fox,
la espina de nuestros mejores recuerdos.
No me digas que olvidaste todo, no tan inocente, 
sabes que vivimos entre corderos, 
el vulgo bala, sabes de lo que hablo, 
exceso de palabras sin alma, 
narcisos desesperados,
y detrás del silencio, 
el triste bullicio vencido de la muchedumbre baja al metro, 
el viento del tren les sopla los cabellos, 
como ángeles ciegos
encuentran sus cuencas vacías contra el vidrio.
Yo hallo las mías tan vacías que me echo a reír.
Dentro no mora más que el recuerdo de todo cuanto
ha acontecido tan fugaz. 
Un relato,
una versión entre millares.
Maybe
Y al llegar la noche, amante ansiada, 
una recuesta la cabeza en la calma, 
y nos quedamos contemplando a las estrellas brillar así, 
tan lejos, 
y estrellada así, 
y anochecida así,
las ganas de apagarte como una cerilla se diluyen 
y cantas al corazón sordo y metálico de la noche
hasta que de pronto 
toda la vida, toda, 
se abre ante los ojos negros 
y resplandeces como el olvido.
Todo pasa, una y mil veces,
la tierra que mece sus muertos
sabe de lo efímero. Oh, sí.
Olvidar es una palabra obesa
que llega cuando las demás se han marchado, 
y estamos vivos, medio muertos, pero vivos, 
y escribimos, a duras penas, pero escribimos, 
como una estrella vieja que empeñada en brillar, se apaga. 

 

***


Bracea, 2007


Pasa volando una mariposa frente a estos ojos negros que estaban mirando el cardo. 

La mariposa bracea, y braceando se retira tan lejos del cardo blanco, 
que ha quedado meciéndose, vibrando, como queda el alma 
cuando el dolor con ella hace lo suyo. 

Tan imperceptiblemente, que pareciera que no lo notara el cardo blanco ni el viento. 

Soy una intrusa de la relación que mantiene el cardo con el viento y la envidio. 
Pues yo quisiese ser ése cardo abrazado por el viento y no ser lo que soy. 

Un cardo contra el viento, no es mismo que la condena de ser dos. 

Si no hubiese visto a la mariposa aflorizar sobre el cardo blanco, 
habría pensado que lo cimbraba el viento. 

Pero lo que pienso, extrañamente tiene relación alguna con la realidad. 


Malú Urriola nació en Santiago de Chile, Chile, en 1967, falleció en esa misma ciudad el 21 de julio de 2023. Autora de Piedras rodantes (1988), Dame tu sucio amor (1994), Hija de perra (1998) reeditado en 2009 en Venezuela, 2010 Argentina y 2017 en México. Nada (2003), Bracea (2007), La Luz que me ciega, en coautoría con Paz Errázuriz (2010), Las estrellas de Chile para ti (antología, 2015), Cadáver exquisito (2017), El cuaderno de las cosas inútiles (2022).

La Luz que me ciega, trabajo multimedial de fotografía, video y poesía, realizado junto a la fotógrafa y Premio Nacional, Paz Errázuriz, fue expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo MAC 2010 y en la Bienal de Venecia el 2015.

Recibió los premios: Pablo Neruda, 2006 y la beca John Simón Guggenheim, 2009. Fue invitada a dar lecturas y charlas en las universidades de Harvard, Princeton, Georgetown, Maryland, Washington y Universidad de New York, y dictó talleres literarios para estudiantes de primaria y secundaria en el marco del Festival de la Palabra de San Juan, Puerto Rico.

Dirigió el Taller de poetas becarios de la Fundación Pablo Neruda. Académica en la Facultad de Licenciatura en Lengua y Literatura y en la Facultad de Artes, Escuela de Teatro de la Universidad de Humanismo Cristiano.

Última actualización: 01/08/2023