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¿A través del verbo podemos crear al mundo?

Por: Karla Jazmín Arango

Un recién nacido balbucea la palabra “mamá”, y una mujer se transforma en algo nuevo por medio del sonido que brota de la boca del infante. Asimismo, un niño, en la casa de un algún pueblo, escucha que la vida se divide entre los “malos” y los “buenos”, y años después un hombre empuña un fusil en un patio despoblado de sueños. Las palabras otra vez han hecho de las suyas para configurar ideas, emociones, paradigmas, seres humanos. 

Cuentan que el impulso de la civilización se dio, cuando dos seres humanos, en lugar de lanzar objetos, intentaron comunicarse. Así nació la rueda, las comunidades, el trueque, la mitología, las brujas y la hoguera, el astrolabio, la medicina, las ciencias, el matrimonio, el avión y las fronteras. Así, el ser humano fue construyendo, ladrillo a ladrillo y de generación en generación, el mundo tal y como lo conocemos. 

Carl Ruck, filólogo estadounidense, planteaba que el poeta estuvo con Dios en el Jardín del Edén, en el momento de la creación del mundo. Cada palabra que brotaba daba origen a un árbol, a un río, a un sentimiento o a la sensación de tibieza del roce entre los dedos. Del trance de la palabra emergieron las interpretaciones, los sentidos, y el arte de creer para crear. Entonces… ¿Por qué nos resulta difícil creer que a través del verbo podemos crear al mundo, cuando fue la posibilidad de decir, la que le dio origen?

La poesía es un viaje hasta el origen del alma humana, y esta cercanía con los dioses de la que habla Ruck, ya se exploraba desde la Antigua Grecia en donde filósofos como Platón consideraban que el poeta estaba poseído por los dioses, para moldear los planos terrestres a imagen y semejanza de las esferas celestes… y más allá de las teorías y las academias, quien ha sentido un verso como una espada, una metáfora como una fotografía de un instante o una palabra como el golpe que derriba el candado del tiempo, puede decir desde la intuición más primitiva, que la caricia de la poesía es un edén y la oferta de una manzana, que de ser probada tiene la facultad de cambiar el curso de la historia. 

Tal vez cambiar el rumbo del mundo con poemas, pueda sonar a la más elevada utopía, sin embargo, la poesía y la utopía se parecen en que tienen la capacidad de situar al ser humano justo en el molde de su arquetipo primordial, para conectar la existencia con la experiencia de aquello que trasciende la enunciación para convertirse en material encarnado. 

Las corrientes teosóficas plantean que la tradición oral, es todo aquello que se transmite a través de la palabra, para lograr la preservación en el tiempo de lo que enaltece el espíritu, da forma al mundo y lo vincula como una puntada creadora del tejido al que llamamos humanidad, y a todo esto se le denomina magia. Magia, la capacidad de reconocer que habitar las palabras es el primer paso para construir la realidad. 

Hablar de poesía es hablar de paz, es hablar de la diversidad que se apellida Rilke, Whitman, Borges, Belli, Arango, Gelman, Rodríguez, Smith o Rendón. Hablar de poesía, también es hablar del campesino que hunde sus manos en la tierra, de la lágrima de los amores imposibles, del jirón de la falda de una niña en el patio de una escuela, de la anciana que camina por las calles de una ciudad para buscar a su hijo que desapareció hace 20 años, de la madre que nunca llegó a serlo, del hombre que se encontró de frente con la muerte una noche y pudo esquivarla, del adolescente que vende dulces en Ciudad de México, de la mujer que se quedó dormida en un tren en japón, del anciano en una góndola en Italia o del recién nacido que ve por primera vez el fuego en algún lugar de África. 

Y entre tantas formas y estructuras, hablar de poesía es trascender las barreras de las palabras, para explorar la vida desde su multiplicidad de lenguajes. Lo poético es acción, una forma de aproximarnos a la realidad, para descubrirnos causa y efecto de aquello que configura la pluralidad de la existencia, una forma de ser y hacer paz, entendiendo la paz como la posibilidad de florecimiento de la diversidad. 

Abrir la consciencia a lo poético como brújula que nos lleva a la vida nueva, es volver a habitar la sensibilidad para reconocer que todos somos uno, y a la vez somos espejos de las diversas manifestaciones de las que brota la existencia. A cada instante la poesía se teje y nos teje.  Cada manifestación de la realidad trae su destello poético que espera a ser rescatado de las garras de la indiferencia, para comprender que el verdadero poema está en celebrar la pluralidad, la dignidad, el amor y la libertad, para devolverle a la vida su don sagrado. 


Karla Jazmín Arango nació en Medellín, Colombia en 1986. Poeta y editora, amante de la literatura y la cultura. Publicó primera antología poética El destino de los pájaros, en 2022, Colección Obra Abierta de Seshat Editorial. Sus poemas han sido publicados en diferentes antologías, como La jaula se ha vuelto pájaro (2019), Mujeres en la memoria de Antioquia (2019) y El vuelo más alto (2020), y también en revistas y medios nacionales e internacionales como Puesto de Combate, Revista de Sur a Sur y Revista Innombrable. Ha participado en diversos eventos poéticos como el 30º Festival Internacional de Poesía de Medellín, en el recital “Quiero decir muchísimo” de la Academia Peruana de la Lengua, y en el año 2022 representó a Colombia en el IFLAC World Peace Festival, en Buenos Aires, Argentina. 

Última actualización: 24/04/2023