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La voz de la poesía, exhalación de paz

Por: Katherine Wiedemann

Entre guerra y guerra hay un silencio, un silencio que clama por un renacer de entre los escombros. Todo dejado a una salvaje e inescrupulosa búsqueda de poder sin miramientos éticos. “Los poderosos” consagran su ruido mental con sangre, sudor, desastres masivos, abusos, terror, amenazante y ruido exterior. Lo anterior desprendido de la bomba del brutal neocolonialismo, que resuena en quienes buscan identidad. Búsqueda que estriba al remover históricos ideales y discursos individualistas, salivantes de egoísmo y sed de lucro. Ala poste todo termina en caldo de cultivo para la cultura del resentimiento, el prejuicio y la queja. Consecuencia de un ambiente donde los medios educativos, sanitarios, de prestaciones y asistencia social son carentes; o de cobertura exclusiva para unos pocos afortunados capitalistas. 

Sin embargo, hay voces que desde el silencio aparente de la literatura esparcen en la atmosfera una propuesta que alienta a cultivar una identidad, cimentada sobre principios superiores: “lo social, lo Gaia (la naturaleza) y lo interno” (Kárpava & Martínez, 2020), que permiten construir esta identidad a partir del aprendizaje de sí mismo. 

Así pues, lo esencial surge de la apuesta por la armonización de las individualidades; desde un tejido colectivo, internacional, global e intercultural.  Apostar por aunar esfuerzos en formar consciencias críticas que logren vencer la inercia secular y fomenten acciones inspiradoras. 

Ernesto Sábato, a manera de invitación, extiende en su discurso “cada hombre y cada mujer, ustedes también chicos, están llamados a encarnar un compromiso ético, que los lleve a expresar el desgarro de miles y miles de personas, cuyas vidas están siendo reducidas a través de las armas, la violencia y la exclusión […] el amargo presente al que nos enfrentamos exige que nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra obra se consagre, como verdadero cumplimiento de nuestra más alta vocación, a expresar la angustia, el peligro, el horror, pero también la esperanza y el coraje y la solidaridad de los hombres” (Sábato, Carta por la paz, 20 de marzo de 2003).

La poesía, es entonces, la más elevada expresión del don de la palabra. Revolución tanto de quien lo escribe, como de quien lo lee o lo escucha. “La voz del poeta ejerce de voz de todos, en especial de instrumento de los que no tienen voz para declarar con firmeza dónde, cuándo y cómo se cometen injusticias ignominiosas contra los menesterosos y los indefensos” (Escribano, 2010). El poeta adquiere consciencia en el instante en que escribe sus primeros versos, la misma consciencia que genera el impulso que da vida a la poesía.

En este punto es menester exaltar la palabra comprometida de Lao Tse, en la época de los reinos combatientes, esbozada en el capítulo XXX del Tao Te King: 

“Quien gobierna ateniéndose a Tao
no acosa al mundo con las armas
porque es un uso que tiende a retomar.
Donde acamparon las tropas
sólo pueden nacer espinas y zarzas,
y tras los ejércitos, vienen los años de miseria.
Así, el hombre bueno se conforma con lo obtenido
sin usar la violencia.
Y todo lo toma sin enorgullecerse,
sin jactancia,
sin obstinación,
sin enriquecerse.
Porque, las cosas, cuando han llegado a su madurez
empiezan a envejecer.
Esto ocurre a todo lo opuesto a Tao”
(Lao Tse, 2013).

La expresión directa de sus versos lleva implícita una voz pacificadora y una vocación de paz. Resulta inútil sino se precisa un llamado al pensar y actuar recto como motor de cambio; además de sintonizar con el corazón de la situación y mover fibras internas, que tocan, abren, liberan y dan luz a un futuro más esperanzador. “La poesía es la voz de un hombre, de un hombre que vive en un tiempo determinado, que siente y vive arraigado, a veces a su pesar, en la realidad y que, en ocasiones, tiene el deseo de modificarla con sus palabras, con su verbo vivo de persona comprometida y lucha con la palabra” (Escribano, 2010), aunque conserve su propio lenguaje, reconoce el eco que produce la expresión colectiva, conectada con el propósito natural de honrar la vida, su fuente creadora y todo lo que de ella deviene “El poeta que encarna el centro a través del cual pasan todos los hilos de conexión universal, es decir, torrentes de energía que conforman el cosmos y a los que el poeta es tremendamente sensible” (Escribano, 2010). 

Con el propósito de dicha convergencia universal, la educación, será pues, un escenario fundamental para dotar al individuo sintiente y pensante de herramientas de cambio que apunten a una revolución pacífica y a la consciencia de paz. Proceso promovido desde la infancia, donde la poesía, más que una obligación curricular, sea el disfrute de la manifestación simbólica de la vida. Abordarla como conexión con la madre tierra y sentimiento de honrar cualquier forma viviente de la naturaleza. Aquí la contemplación de “lo pequeño”, el autoconocimiento de su potencial trasformador, el fortalecimiento de su carácter y la interrelación con los demás desde la cooperación forman el eje fundamental. Es necesario reevaluar el modelo educativo, para que no se desboque en una competencia de economía de mercado.

En coherencia al llamado que hace, Tich Nhat Hanh en su poema Interrelación: 

Tú eres yo y yo soy tú 
¿No es evidente que nosotros “inter-somos”? 
Tú cultivas la flor que hay en ti 
Para que yo sea hermoso. 
Yo transformo la basura que hay en mí,
Para que no tengas que sufrir, 
Yo te apoyo y tú me apoyas.
Yo estoy en este mundo para ofrecerte paz; 
Tú estás en este mundo para darme alegría (Nhat, 2016).

La poesía, no necesita hacer ruido ni tiene que consagrarse exclusivamente a través de vías de hecho. Su aliento sabe derriba murallas políticas, sociales e idiomáticas. La poesía misma es libertad, libertad naciente de la sensibilidad al momento de inhalar de la atmosfera partículas de realidad. Partículas amoldadas al sentirlas y exhalarlas en palabras, palabras que al mismo tiempo le ofrecen refugio, lo inmortalizan y lo convierten en vehículo social. El poema, como agente que rescata, restituye, hermana, manifiesta y trasforma la vivencia humana.

Referencias
-Kárpava Kárpava, A., & Martínez Heredia, N. (2020). Evolución de la poesía como propuesta para trabajar la Paz Social en -Educación. Tarbiya, Revista De Investigación E Innovación Educativa, (48), 33–45.
-Escribano, M. (26-28 de noviembre de 2009). Pido la paz y la palabra. I Congreso Internacional de Poesía y Música para la Paz. Centro Cultural CajaGranada Memoria de Andalucía, Granada, España.
-Lao Tse (2013). Capítulo XXX. Tao Te King. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Hastinapura.
-Nhat Hanh, T. (2016). Interrelación. Llámame por mis verdaderos nombres (pp. 233). Barcelona, España: Ediciones La Llave


Katherine Wiedemann nació en Medellín, Colombia, en 1993. Es poeta, psicoterapeuta, conferencista y especialista en gerencia de la salud ocupacional. Heredó de sus abuelos su amor por la poesía. En el presente año publicó el libro Del alma al papel, en la editorial Fallidos Editores, siendo fiel a su íntima conexión con lo místico, la contemplación y la búsqueda estética del habitar en el universo y sus múltiples expresiones.

Última actualización: 24/05/2023