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Eres mi única palabra

Por: Mohsen Emadi

I

En una leyenda azari, un viejo campesino tiene un sueño extraño mientras duerme. Al despertar, se prepara para un largo viaje, dejando atrás su casa y su familia para perseguir ese sueño. En el camino, se encuentra con un pastor y le pide comida y agua. El campesino comparte su sueño con el pastor, quien entonces le pregunta si está dispuesto a venderlo. Agotado incluso al inicio de su viaje, el anciano decide intercambiar su sueño por el ganado del pastor. Tras cerrar el trato, el joven pastor le pide intercambiar nombres con el campesino. Ahora, con un nombre nuevo, el pastor parte en busca del sueño que ha comprado.

No pretendo analizar la naturaleza del sueño que persigue esta leyenda. En cambio, quiero detenerme a reflexionar sobre el acto de intercambiar tanto el sueño como el nombre. Este relato reconoce la importancia del nombrar: para seguir un sueño, uno debe adoptar un nuevo nombre, ser renombrado para poder emprender verdaderamente el camino.

Pensando en la condición de la poesía, el lenguaje y la humanidad en nuestra época, me pregunto constantemente: ¿cómo debemos nombrar a la poesía para que no se convierta en cómplice de las miserias que nosotros y el lenguaje hemos infligido a la tierra?

Hace ocho siglos, Hafez soñaba con la construcción de un nuevo universo y una nueva humanidad, porque la antigua estaba atrapada en la guerra, la pobreza, la mentira y el odio. Nadie veía un camino hacia la verdad o la realidad; en su lugar, todos se ocupaban en crear nuevas divisiones, siguiendo los senderos del entretenimiento, la ficción y la leyenda. Un siglo antes que él, Rumi veía en la traducción el origen de la incomunicación. Pero ¿puede existir el lenguaje sin la traducción? Es imposible. Por ello, Rumi buscó un modo de comunicarse más allá del lenguaje, un espacio donde el sonido, la letra y la palabra desaparecen.

Por esta razón recuerdo a Gamoneda, quien separa con claridad la literatura de la poesía. Al igual que Hafez, considera que la literatura es ficción, mientras que la poesía es realidad, verdad. Siguiendo el camino de Rumi, quiero ir aún más lejos: separar la poesía del lenguaje mismo y hablar de otra ontología en la que la poesía no sea solo una construcción lingüística. Hablo del verbo renombrar, de renombrar la poesía, porque sin él, el sueño de Hafez permanece inalcanzable.

Si en griego la palabra "poesía" significa hacer, crear, el persa tomó otro camino. Hace miles de años, el persa tenía una palabra para poesía: "el canto". Luego buscó mayor transparencia y adoptó una palabra que simultáneamente significa sensibilidad y conciencia: She’r. Por ello, el camino griego y el persa conducen a concepciones fundamentalmente distintas de la poesía. Seguir el sendero de "En el principio fue el canto" o "En el principio fue el verbo" nos lleva a sueños y mundos diferentes.

En el verbo crear no hay presencia del cuerpo ni de las condiciones del ser que crea. Ahora que el mundo se vuelve cada vez más griego, siento la urgencia de escuchar a Rumi y a Hafez.

II

Un relato medieval de Nizami (c. 1141-1209) narra la historia de Mahan, un joven que, al entrar en un lugar, ve rostros familiares y amigables, pero nadie es lo que parece. Un amigo o una mujer hermosa pueden transformarse de inmediato en demonios. La historia habla del abismo entre la esencia y la apariencia. Esto me hace pensar en las pesadillas de Borges, en los espejos, y me imagino que quizás su miedo surgía de la misma condición de Mahan: cuando las apariencias se disuelven en algo irreconocible, cuando uno se mira al espejo y no ve a sí mismo, sino a un extraño. Cuando toda esencia se convierte en apariencia, se pierde el reconocimiento de uno mismo.

El mundo en el que vivimos ahora es una pesadilla aún más oscura que la de Mahan. Los demonios ya no imitan el comportamiento de un ser amigable; lo simulan. La simulación es mucho más fuerte y peligrosa que la mera copia. Estamos atrapados en una pesadilla de simulación, donde el original—el cuerpo, la condición de conciencia y sensibilidad—se ha perdido.

En su última entrevista, Pasolini habló del fascismo del consumismo, que consideraba más monstruoso que el fascismo de Mussolini. Hoy sabemos que el lenguaje mismo ha sido ocupado, tomado por las potencias del mundo, moldeado por la fuerza destructiva del capitalismo salvaje. Incluso los poetas, que una vez fueron guardianes de la resistencia, se han convertido en soldados rasos de esta ocupación, adoptando los mecanismos del mercado: fama, poder, consumo. Me imagino una metaestructura adictiva en la que coexiste una tríada de ilusión, promesa y autosatisfacción. Esta metaestructura se refleja en otra tríada: ficción, contrato y egoísmo. Estas fuerzas animan un organismo zombi de simulación, sostenido por la fluida simbología del capital.

La condición de Mahan se ha convertido en la nuestra. Si este zombi nos abraza, nos infectará. Lo que perderemos es invaluable—quizás la cualidad humana más preciosa: la inocencia, ese "no saber sabiendo" de San Juan de la Cruz. En otras palabras, perderemos la intuición, la visión, la capacidad de percibir más allá de lo visible. Y aún más radicalmente, creo que toda persona enferma en el momento en que aprende un idioma. La única cura es la poesía—pero no aquella que puede ser consumida. La verdadera poesía es aquella que permanece profundamente inútil.

A mis ojos, el mejor poema es aquel que ignora el ritmo y la escala del mundo de la analogía y el capital. Hay al menos tres fenómenos que no necesitan el lenguaje para existir: el amor, la amistad y la poesía. Sin embargo, el fascismo del consumismo se ha infiltrado en todos los idiomas, capaz de absorber y neutralizar cualquier resistencia literaria. La resistencia ya no puede ser concreta—la piedra se digiere en el estómago de este fascismo. Ahora, la resistencia debe tomar la forma del aire. Solo los locos están "a salvo", y sin embargo, con cada Amazonas que arde y cada iceberg que se derrite, el zombi del capital hace que tanto la poesía como la locura tengan menos oxígeno para respirar.

Los estereotipos, la deshumanización, el mecanismo globalizado de dominación sobre la naturaleza y la tierra—todos tienen raíces lingüísticas. Ayer asesinaron judíos en campos de concentración; hoy continúan cometiendo genocidio contra los palestinos. El racismo impregna cada ámbito de la vida humana. La tierra misma es sacrificada en nombre del progreso. Todo esto es evidencia de una única enfermedad: nuestra civilización está enferma de lenguaje.

En esta condición, nos enfrentamos a una vieja pregunta: la función terapéutica de la poesía. Pero no de la poesía como género literario—eso es evidentemente insuficiente. Tal función no se logrará reinterpretando el mundo con la misma enfermedad del lenguaje. En cambio, la sanación ocurrirá donde el lenguaje se suspenda, donde, según Ryōkan, ilusión e iluminación sean dos caras de la misma moneda, donde lo particular se vuelva universal.

III

Casi todas las obras maestras del misticismo persa fueron escritas bajo la sombra de la guerra. Son, a la vez, una respuesta a la condición humana y a las masacres. Buscan la salvación colectiva, porque la salvación individual es imposible. En un mundo consumido por el ruido, se aliaron con el silencio. Cuando la inteligencia era celebrada, ellos danzaban en alabanza a la locura.

Si ahora las lenguas sueñan con la incomunicación, la poesía sigue, como siempre, otra voluntad. Nunca es el poeta quien define la voluntad de la poesía—es el poema quien encuentra a su poeta.

La poesía es mi único silencio, mi única palabra. Y aún no sé su nombre.


Mohsen Emadi nació en Sari, provincia de Mazandaran, norte de Irán, el 29 de octubre de 1976. Es poeta, ​traductor y cineasta. Desde 2012 reside principalmente en México, donde trabaja como profesor e investigador de poesía y literatura comparada en diversos institutos del país.

Algunos de sus libros de poemas publicados en español: La flor en los renglones, Lola Editorial, España, 2003; Las leyes de la gravedad, Olifante Ediciones de poesía, España, 2011; Visible como el aire, legible como la muerte, Olifante Ediciones de poesía, España, 2012; Abismal, Casa Refugio Citlaltépetl, México, 2016; Sonata en la ceniza, Olifante Ediciones de poesía, España, 2022.

Autor de Querido Antonio, documental poético sobre la influencia de la Guerra Civil Española en la obra de Antonio Gamoneda,​ que a su vez dio lugar a la publicación de De la realidad y la poesía. Tres conversaciones y un poema, (publicado por Vaso Roto Ediciones, México, 2010). Sus otros documentales incluyen La única patria, donde presenta la última entrevista a Juan Gelman,​ y Un poeta y su exilio, sobre el exilio de Luis Cernuda en México.​

Ha publicado traducciones de poesía mundial al persa, principalmente de América Latina y poesía española, de Europa del Este y finlandesa, de autores como Vladimir Holan, Vasko Popa, Walt Whitman, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, César Vallejo, Luis Cernuda, Lêdo Ivo, João Cabral de Melo Neto, Carlos Drummond de Andrade, entre otros.

Última actualización: 28/04/2025