Poesía Verdad

Por: Michel Cassir
El misterio de la poesía sólo se asemeja al de la vida
misma en su desprendimiento rugoso, en su intento
por recuperar las llaves del laberinto. La poesía no
busca explicar, sino prolongar su fuga esbozando
un destello, una respiración. Oscila entre lira y
bosquejo. Envuelta en el capricho del tiempo planta
sin avisar su flecha única. Conciencia repentina
que incendia el cielo. Valora el eclipse. La poesía es
un piloto experto que descubre en la curva de su
trayectoria una constancia sutil, la inteligencia del
viaje soñado de un punto a otro. Percepción y
definición de poesía son múltiples y evasivas, por lo
que se le otorgan virtudes y defectos improbables.
La poesía está en la vena de la creación, en su
desorden, genio o ingenuidad.
¿Y qué sucede cuando frotada al sílex de la verdad,
no produce nada aparente? Puestos aparte de los
defensores de una poesía de complacencia, penas
de amor exacerbadas o de retórica, pronto
podríamos asimilarla a una búsqueda de la verdad
o la verdad misma. Surge entonces el enigma del
término verdad y su encarnación. Para el espíritu
racional la verdad en un contexto preciso parece ser
el camino ideal. Responde al compromiso humano
en sus vínculos sociales. Pero hay también una
verdad íntima que intenta desesperadamente
resonar con lo universal.
Si limitáramos la verdad a un objeto definido, ¿de
qué manera podría acercársele la poesía, gran dama0
aprichosa?
La poesía no puede estar al servicio de cualquier
verdad, sin embargo, puede hacer estallar una
verdad, encarnándola en el momento preciso de su
convulsión. Encontramos así la llamada poesía
revolucionaria. Lo será siempre y cuando se oponga
a un dogma, a una opresión; desbordamiento que
conduce a la conquista del hombre renovado,
sorprendido por sus fuerzas imprevistas. En la
plenitud de su rebelión, la poesía puede
confundirse con la verdad. Asimismo, con la
elevación, ascesis o verdad mística que pueden
habitar la poesía. Pero la poesía no entrara nunca
en un molde llamado verdad. Si la verdad es un
grito, una creación para purificar la luz, la poesía
está cerca de ella. Aun si el punto de vista moral es
siempre peligroso para la poesía. Lautréamont
había luchado entre la fuerza pagana y violenta de
los cantos de Maldoror y la moderación, la
meditación cuidadosa de Poesías. La poesía está
también en su doble que la contradice y le impide
transformarse en dogma o religión. En sus
impredecibles balanceos de cadera, la poesía está
más cerca del caballo salvaje que de la maquinaria
de la verdad. Es en su carácter indomable donde
exclama su verdad, no ejemplar, que puede
entusiasmar tanto por su impetuosidad como por
su extrema delicadeza. La poesía por naturaleza
posee una verdad más cercana a la autenticidad
que a lo absoluto.
Sin embargo, tiende a coquetear con el poder de la
verdad cuando adopta sus formas propias. Se trata
de la verdad de la forma poética y no la disposición
de las palabras que buscan una salida a la
ignominia. La estética o contra estética del poema
de Maiakovski es revolucionaria y en esto
acompaña el estruendo que rompió el orden
establecido, o que creyó hacerlo. Fuerza inseparable
del pliegue que se infiltra en el significado y
transforma su alcance. Pero vayamos más lejos,
Marina Tsvetáyeva, otra poeta rusa, que podría ser
acusada de contrarrevolucionaria o, al menos, de
haber fluctuado entre un compromiso y otro, es, por
su propio texto poético, una revolucionaria en
busca de los aspectos más contradictorios de la
verdad. Su movimiento poético crea su propia
verdad que está en sintonía con la urgencia de la
realidad.
Un poema de amor es verdadero si convulsiona los
cimientos mismos de su impulso. ¡Frágil se hace
fuerte! Verdad o poema, la verdad del poema.
La verdad está indudablemente oculta en este
poema de Al-Maari, poeta árabe del siglo XI, ciego
desde sus cuatro años:
"Soy un pájaro derrotado,
Ese pájaro que uno quisiera
Ver surgir por la mañana
- ¿Pero quién habla de volar?
En vano lo intentaré.
Con mis alas quebradas"
La verdad está en la frontera impenetrable que
aparece cuando el deseo alcanza su altura y la
trasciende en secreto.
Hubiera tenido la tentación de barrer de un gesto el
vínculo idealista entre poesía y verdad, pero a
medida que las palabras se decantan, esta pareja
infernal se revela fuente de vitalidad. La mentira,
aún en poesía, continúa siendo una herida de la
verdad objetiva que la puede cortocircuitar.
Michel Cassir nació en Alejandría, tiene nacionalidad libanesa y francesa. Es poeta, científico de formación, profesor emérito de química, traductor de poetas latinoamericanos y españoles y editor. Director de la colección de poesía Levée d’ancre, de Ediciones l’Harmattan, desde 2001 (Con más de 160 títulos publicados). Ha publicados sus poemas en antologías y revistas poéticas en una quincena de países.
Influenciada por el surrealismo, su extensa obra poética creativa ha explorado una combinación de culturas (francesa, árabe y latinoamericana). Ha publicado numerosos libros de poesía, entre ellos: La sangre que fluye lúcida, 1976; Una estrella me tragó, 1979; Es tiempo de arrancar la oreja azul del encanto, 1986; A causa de los cohetes y de la melancolía, 1986; Puede ser que el sueño de existir, 1991; No hay ángel sino del perfume, 1995; El rayo en cámara lenta, 1995; Iluminación de tierra, 1995; Taller de arena, 1999; Lo infinito acercado por los cuernos, 2003; Las distancias magnéticas, 2005; Crisol de soplo, 2005; Dioses, dioses, dioses, 2008; Itinerarios, 2011; Beirut, claro de ruina, 2012; La fiesta ganándole velocidad a lo oscuro, 2014, y Estas lenguas que no hablamos, 2016; Manifiesto oblicuo, 2018, y, No exactamente la nave de los locos, 2020.
Obtuvo el Gran Premio de la Literatura Francófona, el Premio Jazmín de Plata por el conjunto de su obra literaria, en 2008. Vivió varios años en México. Desde hace más de 30 años reside en París.