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Gabriel Jaime Franco, Colombia

Por: Gabriel Jaime Franco

                      Poemas de La Tierra Memorable

                      (fragmento II)

           
“¿Qué es el yo en medio de esta hoguera?
                     Delmore Schwartz


Toda poética excluye e
intenta
construir su onanista paraíso.

Lo que mis ojos no vieron
lo vieron otros ojos.

Donde mi corazón no estuvo
otro se exaltó de dicha o de dolor.

Toda poética se ciega a sí misma,
despedaza su sextante,
así se siega.

De donde no extrajo nada
mi razón ofuscada por su obsesión de soles,
otro trajo su porción de luz.

Toda poética construye su casa
con ladrillos que también son míos.
Por qué entonces hacerla sin ventanas?

Lo que no alcancé a soñar otros lo soñaron,
y mi pasión no fue más alta ni más baja,
sino tan sólo mi pasión.

Toda poética es orín de perro,
límite,
miedo de ser lo que ya se era.

De donde no penetró mi ojo limitado
otros trajeron su fulguración, su chispa.

Allí donde no pensara otros pensaron.

Un alguien que algo supo a mí me hizo saber.
Yo nunca miré solo. Yo nunca miré solo
Cuando tu muerte se te acerque 
no veras sino

tu ojo,
tu ojo,
tu ojo.

*

De Las voces escindidas

(fragmento III)

                                              
Sentir, es magnífico; Escribir, exultante; Habitar, lo sumo;
                                                Pero, ¿dónde está el lugar aplacado, el sitio de reunión,
                                                                                el punto del encuentro solvente?”
                                                                                                        Rafael Cadenas
Y es que un día supimos,
mientras íbamos a la búsqueda de dioses más benévolos,
que también nosotros éramos hijos de la guerra,

que nuestros padres habían escapado de la muerte
en una noche oscura,
extensa de pájaros de sombra,

que su duro aprendizaje fue la huida,
el aplazamiento y el desplazamiento de la esperanza.

Supimos que habían huido protegiendo a sus cachorros,
abandonando sus cotos de caza,
los campos roturados,

con el corazón a punto de estallar
y el vientre oprimido por el miedo,

sin porvenir,  des-olados, 
sin tiempo y perseguidos por la muerte.

Y vimos las cruces anónimas,
                                                     las decapitaciones,                                           
                                           los empalamientos,       
                               las migraciones,
             las aguas míticas enlodadas de muertos.
los campos en los que habría transcurrido nuestra infancia
                                                      cultivados por la muerte.

 

*

(fragmento XI)

 

Y hubo quienes cayeran sobre sí mismos,
confiando en que la realidad no era más que interior,
que el mundo era una enfermedad del ojo.

Estaban quienes se juzgaron tránsito sin fruto,
accidental forma de lo vivo,
quien creyera que la muerte justificaba toda acción,
todo olvido y toda traición,
y que no existía más que el presente
con una sombra ensanchándose en su vientre.

Otros fueron a puestos de avanzada provisionales,
febriles,  llenos de esperanza
donde la esperanza de un continente
hervía de un triunfo insular.

Todos buscábamos un sitio.

 

Rayo.
Vértigo.
Epitelio.
Flor.
Estrella.
Luz y penumbra del día que desciende.
Arco iris.
Viento que agita el follaje.

Palabras en las que el hombre antiguo
aún puede sangrar por nuestra boca.

Hoja.
Estrella.
Inmenso deslumbramiento ante el mar
visto por los ojos de quien estaba solo
y quizás tenía miedo
y no tenía palabras,
y una innombrable alegría temblaba
en su boca de niño.

Infancia del hombre a la que me debo ahora,

su amor innominado

su sed de Dios

su soledad perdida para siempre en la mañana primera del mundo.

*

De La Tierra de la Sal

IV

Es forzando la puerta como saldremos,
no la toquen,
no insistan golpeando,
no acaricien más su pomo firme,
ni miren más por el dintel
hacia el umbral sombrío,
el país está muy lejos,
mucho más allá,
aunque empiece a nacer aquí,
está más allá.

Falta por pasar
mucha agua debajo de los puentes,
será necesario todavía
que hasta nuestras palabras naufraguen,
que algunos de nosotros bajemos
con el vientre haciendo islotes
sobre su oscura superficie.

No golpeen más la puerta,
no la toquen más:
¿Quién escuchará a los niños muertos?

Pero nosotros escuchamos sus duros vocablos:
tumben la puerta,
no la toquen más,
el país está muy lejos,
no esperéis que os abran,
un pájaro sin nombre
sobrevuela el territorio
de un país sin nombre todavía.

*

V

"Morir es un país que tú amabas"
Yves Bonnefoy

Vivir es un país que tú amarás.
No hay un país para ti, aún,
bajo este sol que rebrilla
en los osarios
ni tras las lluvias que
deshojan las viviendas suburbanas.

Fundar un país...
fundar la voz...
desde tu sueño maltrecho armarlo
de las gredas malolientes.

Buscar, es nuestro territorio,
ardernos en la pregunta.
Es la sed nuestro coto de caza,
el odio que edifica,
la sed, la pregunta,
la sed bebemos.
Saciarnos de sed es nuestro territorio
para que aguas más limpias bajen
hacia las manos de los hijos de tus hijos.

Vivir es un país que tú amarás.
No hay, quizá no habrá un país para ti.

*

VI

Estas puertas no dan a sitio alguno,
nuestra mirada de niños creció en los límites,
y nuestro corazón estaba cerrado
a las alas frescas del viento.

Miraje de pájaros, mi sueño,
sólo sueño en sus invisibles oleajes.

Hemos claveteado de cerrojos la noche,
y cerrado nuestro corazón lisiado
a los maravillosos ojos del día
en el que un milagro continuamente nos hablaba.

Mirad ahí la puerta, su falleba negra,
el dintel que nos habla de la luz,
mirad ahí la verja,
y un poco más allá la calle,
a la que llamamos nuestra:
cercada de sombras y aceradas violencias:
sitiados pasos, nuestros pasos
crecidos en el límite.

¿Quién abrirá las puertas que hemos hecho?
Nuestras puertas no dan a sitio alguno.
No hemos abierto más que el abandono.

*

IX

No me ofrezcan más dioses,
más razones para el desarraigo,
ocasión de nuevas horas para el despojo.

Yo no olvido a Dios, allá en mi infancia:
lo sé vigilándome,
atando mis manos que no pudieron abrazar.
El me vedó el acceso a los deseos,
a la hermosa mentira que salva.
El se robó mis joyas
de guamo y algarrobo.

Yo era un niño que caía desde la cima de sus ansias,
un Sísifo con los ojitos asustados,
yo era un niño, sólo un niño,
huyendo de los incansables ojos de Dios.
Yo iba en mi caballito de madera
huyendo por anchas praderas furibundas
y El me detenía.

Yo no olvido a Dios, allá ni ahora.
No me ofrezcan más dioses,
cerraré la puerta, seré cismólogo.

¿Cuál dios nos dirá, en medio del espanto:
"Abandonadme ya, sed las víctimas
de vuestros sueños,
la tierra de la sal,
marchaos,
construid la casa
y hacedla a vuestro modo"?

Cuál entre todos
nos enseñará a cantar entre los muertos,
cuál será más poderoso
que nuestras oprobiosas evidencias?

*

X

Este país te dejo, niño,
mi dulce niño,
un país para exilios interiores,
condenado a buscar la luz,
a extraer de las sombras
el fuego de los días,
agua de los limos seculares.

Yo estoy cansado,
temprana y suciamente cansado,
cansado del verano y de sus pústulas,
del invierno y sus sargazos malolientes,
y de amar la alegría de saberme pasajero.
Ya no me basta saberme
carne de un milagro imponderable.

En mi corazón llora un niño muerto, niño,
y eres tú y no eres tú.
Bajo la tierra que enrojece los hiprómetros
lloran niños muertos, niño.

Yo trataré de no hacer un ghetto
con la casa,
pero tú verás los mojones,
los absurdos menhires que hablarán
de cielos más limpios:

pero del otro lado de los hitos
otros ojos buscan, preguntan,
huyen del exilio
hacia el exilio:

Entonces tú tendrás que hacer la casa,
desde la noche
extraer el fuego de los días,
agua de los limos seculares.


Gabriel Jaime Franco (Medellín, Colombia, 1956). Es un poeta colombiano, cofundador del Festival Internacional de Poesía de Medellín, Miembro del Consejo Editorial de la Revista Prometeo. Sus textos han sido traducidos al inglés, alemán, francés y sueco. Libros publicados: En la ruta del día (1989), La tierra de la sal (1993), Reaprendizaje del alfabeto (1996), Las voces escindidas (1998), La tierra memorable (2006), Diario del incierto (2008). Ha recibido el Premio Nacional de poesía Fuego en las palabras, en 1996;  y la Beca Nacional de Colcultura, en 1998. Ha representado a Colombia en eventos internacionales de poesía en Macedonia y Austria.

Última actualización: 28/02/2022