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Editorial 50

Toda verdadera poesía es en sí misma rebelión. Incluso allí donde parece encontrar un estado de satisfacción, ella crea su propia conmoción, remueve sus cimientos y afila la punta de su ética: la de la libertad.

Nada la ata. La inercia es su enemiga; difícil entonces creer en la poesía como refugio. "Rayo que no cesa", dijo Miguel Hernández.

Surge donde la imperfección se revela, es decir, todo el tiempo. Es la desequilibrada equilibrante.

El horror de nuestro tiempo no le es ajeno, y siendo la vida su mayor interés, desprecia las formas abyectas de la época, desde la terrible banalización de la cultura hasta la globalización de la injusticia. Por eso, ella encarna en el verbo la necesidad de una paz no ficticia.

Al ser diálogo con el ser sin ignorar su contingencia, es el más alto de los diálogos, el llamado a una nueva reunión y a una nueva visión de la vida y de la historia. No es a la poesía a quien debemos señalar si hemos sido sordos a su voz.

Porfía, pues cree en la utopía. Como ve las cosas, no se hace muchas ilusiones. Pero porfía, rayo que no cesa.

Última actualización: 16/04/2020