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Alfonso Chase (Costa Rica)

Fotografía tomada de la web del Festival Internacional de Poesía de Granada.

Por: Alfonso Chase

 

De El libro de la patria

Hablo de lo que no se dice

Siempre fui el marimbero, el boxeador,
el titiritero, el mendigo.
Nunca supe la línea perfecta
entre la razón y la duda. Pecados cometí
en la soledad de mi sangre. Crímenes
contra la sombra, gritos sobre el aire.
Siempre fui el equilibrista
hasta que me di de culo contra el suelo.
No pude subir a tiempo al espectáculo.

Me cesaron. Desde entonces escribo con palabras
sucias, contaminadas de cantina, de sombras,
de madrugadas abandonadas en el quicio
de alguna iglesia solitaria. Siempre fui
eso que me tocaba ser : el equilibrista
temblando ante la cuerda, el domador
adentro de las fauces. Estuve en la escuela
y nunca aprendí nada, cuando no fuera
el color de las montañas, el nombre exacto
de esos ríos que no veré nunca. Se acabó la fiesta.
Y sigo golpeando a la piñata, los ojos vendados,
alentado sólo por el gozo de algunos amigos imprevistos.

 

YO AVIZORO

 
Yo avizoro un mundo alzándose
sobre el poder de su propia importancia. 

Una nueva tierra y un nuevo cielo
aquí, entre nosotros,
y no en lejanos mundos accesibles
sólo por la necedad telemática. 

Yo chateo con Dios a toda hora.

Es decir: hablo conmigo mismo sin necesidad
de redes espectrales controladas por el Maligno. 

Vivo mi propio Apocalipsis todas las mañanas
al leer las noticias en los diarios. 

Entreveo la marca de la Bestia en las sonrisas
y sobre la frente de bellos modelos indigestos. 

Yo exijo un mundo construido
sin cielo y sin infierno. Un espacio
libre para la mujer y para el hombre. 

Aquí, en la tierra, cercano de mi mano
y propicio al fuego de mis labios. 

Un reino cuerpo, manos, cerebro, mente
y semen, unidos en el abrazo de los espermatozoides
y los óvulos. El reino de la carne para la carne. 

Un reino neurona para la inteligencia. 

Un espacio de luz, radical y glorioso,
por sobre la oscuridad de estos días nefastos.

 

MANERAS DE LA CARNE

 

El objeto desea, el sujeto seduce.
La palabra no sirve ya para decir
lo que antiguamente estaba detenido
en el vasto horizonte.
La vulgaridad enseña sus dientes
sin metáforas y todo repite
un canto en monosílabas.
Escribir no es solo ordenar las palabras.
El poema seduce, el objeto desea.
Ambos se enfilan hacia la imagen viva
del entierro del Conde de Orgaz.
Sobre la negra lasitud, el Greco
nos muestra la extraña palidez
de sus criaturas. Eso podría ser
la imagen más delicada de un infierno.
¡Que un efecto óptico me acerque
y me separe de ti! Pero estás allí:
levísimo, como sale el vampiro de la cripta
para beber la sangre de mi cuello.
El objeto habla como la noche.
El sujeto se entrega, a ras de sol,
el último destello del crepúsculo.

 

ESO

 

Eso: lo imponderable de lo incierto.
El arco midiendo la distancia
entre el ojo y el objeto.
El recuerdo picoteado por la nostalgia
y el reloj adelantándose
para abrigar el tiempo. El punto de fuga
granuloso de un vocablo
que se expande
hasta convertirse en oscuridad, pegajosa,
adentro de mis pulmones.
De cómo el cuerpo es devorado
por sí mismo. De eso escribo
mientras fluye la sangre
hasta los dedos y algo se desliza,
tibio, hacia lo externo.
Eso. Acurrucado en sí mismo.
Volviendo al instante del nacimiento.
Yo mismo en el fondo del mar,
medusa o cardumen.
Dos organismos pertenecen a una misma
especie cuando se atraen.
La bacteria, sin núcleo, se disuelve
en tránsito hacia su silencio solapado.
Eso. Tan simple. Me permitió el regreso
al ángulo de todos los milenios.
 

 

ÉFESO

 

Aquí, en el jardín abigarrado
de plantas y hierbajos: hojas
enormes y pequeñas flores
ahogadas en el esplendor ínfimo
de su belleza increada.
En el jardín, ahíto de todo esplendor,
solo la tumba de la Inmaculada,
despejada de todo rigor de estética,
vacío en la nada concreta de la tierra
y delimitada por escasas piedras.
De aquí, hacia el arriba,
para acariciar festivamente los rizos
de las nubes , se alzó el cuerpo,
levitando suavemente sobre un aire
cargado de fragancias.
Una historia tonta, me dices.
Una tradición que permanece:
la vida misma
temblando en sus enveses, observo.
Todo se solucionaría con un beso furtivo.
Una solución
de la carne para una respuesta escolástica.
Miro hacia el cielo. Miramos. Pero
la tierra nos retrae hacia su espacio concreto.
Tradición no es traición,
te digo. El valor de cualquier palabra
se estrella contra la hermenéutica del beso.
 

                      Éfeso, marzo, 2009


Alfonso Chase. Costa Rica, 1945. Ha publicado los libros de poemas Los reinos de mi mundo (1966), Arbol del tiempo (1967), Para escribir sobre el agua (1970), Cuerpos (1972), El libro de la patria (1976), Los pies sobre la tierra (1978), Obra en marcha (1982), El tigre luminoso (1982) y Entre el ojo y la noche (1990), otros libros suyos son: La réplicaMagnificat, Aprendiendo a OrarPascua. Antologista, ha sido también antologado en las más importantes selecciones de poetas de su país y de Centroamérica.

Última actualización: 06/11/2021