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Edgar Trejos (Colombia)

Edgar Trejos en el 23° Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Edgar Trejos

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 94-95. Julio de 2013.

 

 

Agua

 

Qué hondo viaje tortuoso habrás hecho haces agua, rostro puro del universo. Cuánta tierra de ignominia, odios, minas, cuántos bosques, oleajes distantes, perdidos acantilados, ignoradas profundidades, ecos que ninguna grabación del mundo atesora, habitaciones de soledad de espanto, parques de aullidos solitarios, cantos de rebeldes sinfonías que tal vez provoquen sismos todavía. Dónde habrás andado, qué transeúntes vientos susurran salmodias de futuro en tu vientre guerrero, generoso, antes de esta cita matutina, solitaria, casi a ciegas, agua pacífica que llegas a bañarte con la primera luz hogareña -este halo de bondad nunca superado por otro azar humano- en mis ojos, en mi piel, en mi ser, desnuda en mi corazón, tatuada con tu voz de tantos viajes en mi cuerpo colmado de viejas cicatrices, odios de largo aliento de negro rencor que tú, agua con murmullo de nueva sacerdotisa, de ballena terca venida desde lejos, desde muy lejos, apaciguas. Habrás visto dichosa, jugueteando cerca de su falda, a su leve temblor de piel, a su alborozo secreto, una muchacha leyendo risueña a Don Quijote, y tomada por esa loca alegría que aun agitará al mundo vienes, díscola, a lavar mi costado, a preparar mi armadura contra el día. O en algún lugar distante del hombre y sus sobrevaluadas conquistas te habrás topado con la Guerra del Fin del Mundo del inmenso Llosa y gustosa has venido vienes a darme noticias de sufrientes que por fin triunfan, mientras limpias mis extremidades nunca caminantes del afuera en verdad.
¿De dónde vienes agua? -Insistes en hablar-conocemos el horror de tus inundaciones, tu claro gorjeo voraz hasta aullido indetenible- de la suciedad que gobierna los seres, el planeta entero, y fluyes entreteniendo mis átomos, exonerándoos del lodo y sus hoscos lenguajes con tus brazos suaves. ¿Por qué?

 

Muchacha que cruza

 

Muchacha que cruzas ante mi ventana, impasible con el universo. No adviertes la desmesura de los ojos atrapados de inmediato en la enredadera de tu piel, un nuevo ser que mirándote desde sus negras rejas es una vieja oruga impaciente en un reino que de pronto deja de pertenecerle -contigo la majestad, la hermosura de la juventud, toda la belleza en ti, extraordinaria, selecta palmo a palmo en tu cuerpo,¡Dios, nadie volverá a verte así!-. Mis tránsitos futuros inundados por el bautizo poético de tu ser que nunca cesará de pasar, los veo.

Ninguna impaciencia afea tu ajuar, la canción que dictas al día es un metal multiplicado de alegría de dolor y los radares delatan la sinfonía de tu paso, en la intimidad. Cruzas y rompes mis nubes seguras tanto tiempo, inmodificable bastión de una existencia sin traumas ni delirium tremens hasta hoy porque tu aurora mágica desordena mi cuarto para siempre. Cruzas, única, risueña y es como si un destino no cumplido hubiese llegado a instalarse en mis rodillas. Una vez más la desolación instaura sus carpas de fracaso en mi patio, un inmisericorde pasar que entreveo y se augura sin abrigo ya, sin aurora. Se astillarán los días en fulgentes momentos aventurándote un nombre, bastará sólo recordarte. Se respirará cada instante como el último, lo sé en esta fugacidad de vida regalo de tu rostro encendido bajo el sol. ¿Cómo hablar con tu mundo en tus cornisas de deleite, cómo mirar, en adelante? ¿Cómo respirar, cómo alargar la mano para detener tu viento, sin temblar? ¿Cómo encender la cerilla de un encuentro entre las densas sombras de tu futura lejanía?
Por volver a mirarte se inclinará la vida -este canto de erizados lamentos-, el tiempo tal vez traduzca en oleajes para otros encuentros, otros bailes esperados, el viento que besa tu cuerpo y te aleja impiadoso de mis manos.

¿Comprender ahora la absoluta soledad, esta terrible mismidad sin aura en que nos sume tu presencia; saber que el tiempo, sus goznes de prematura vejez traen de golpe a mis alforjas de existente el mal sabor de los deseos no satisfechos, deberá serte agradecido?

 

Inédito

 

Quien arde más allá de lo que dice

 

Más allá de la palabra
en la morada dolorosa o feliz
del corazón que entrega su aliento
cuando habla sin bozal
y cada delicado gesto de su red
significa una intensa fiesta de vida

eso que vibra
más allá...,
gritando por decirse
a quien quiera comprender
a quien pueda comprender :
Aquel que hurga en el cuaderno de los sueños
para hallar su propia hondura y su esperanza
-el rostro visible de su propia escritura-
en el vivo lamento de ceniza
de una voz que aspira hacer sentir y ver,
debe saber y deberá saber
-si puede conocer y quiere conocer-
que allí
en el sencillo y cálido centro de la palabra
donde habita el ser que busca entregarse
arde la llama de Alguien presente
ese que dice su fiesta o su dolor
un Quién que ya no quiere más
permanecer desconocido,
un Quién que ha puesto su llamada en vuelo.

 

DISCURSO  DEL  GRITO

 

Cerrar la boca a veces ante el miedo
en un seco morder de labios,
esconderse para que nada sepa el tiempo de ti,
no debería ser lo tuyo.

Ser esclavo, sentir pavor a dormir,
perder amor por uno mismo,
envejecer vertiginoso, no atreverse a soñar
enmarañado por pavorosos sicoanálisis,
desquiciar el alma en brazos de la depresión
mirarse en amargas muertes ante los espejos del día,
no, no debería ser lo tuyo.

No abrir los ojos, no abrir los ojos,
endiosar la vida sin valor, los hombres sin fe, porque sí,
no ver la fatigosa pero entrañable libertad
esperando a pesar de cruentas y dolorosas batallas;
no sobrevivir al canto negro de la noche
a la distorsionada sombra de sus aguas,
hundir la piel en  crueles puentes de temor,
no nombrar, no despertar, no develar lo oculto,
no palpar los recovecos de la cárcel que nos teje,
no hallar cura, no ofrecer  respiro al alma 
antes de desaparecer entre los dedos del alba,
no debería ser lo tuyo.

No saber, no sentir la crujiente infección,
no hallar nombres, ningún acto para la libertad
no tener poesía para desatar  la voz más allá,
no ser espada de filos para cortar cadenas
esos dientes que adentro cercan  y  afuera;
violar, reprimir, destruir, asechar,  olvidar,
erigir templos de pequeña historia personal a salvo
historia de olvidos y abandonos,
no, no debería ser lo tuyo.

Convertir  las mañanas en esclavas del dolor,
no independizar la piel de las negras fiestas de la muerte,
quemar las manos de la infancia en lágrimas
estrenándolas para siempre en  calladas agonías
hasta no saber vivir sin dolor,
adelantar los años bebiendo abismos de pánico,
nacer sin reflexión a  mundos enfermos
donde mienten las palabras, traicionan,
no debería ser lo tuyo.

Ama más bien,
asquéate de  tus apegos a la enfermedad,
aleja de relaciones muertas  tu precioso carcaj,
aprende el silencio que medita sus próximas alianzas:
el silencio atento que observa y escucha
aferrado a su flecha de  vida para la batalla.
Y luego entonces el grito,
entonces sí desata huracanado
las lianas de tu grito
 ese grito que viene reventando el miedo
buscando sin pausa las aguas nuevas de tus días.

Tu grito, recuérdalo.

 


HUMO ROJO


Leer
dunas del mundo  de  los hombres
no es más -recógete  en tus tibias cortinas-
que recuperar el viejo arte de esquivar ortigas,
que explayarte para un beso inolvidable
en hondos cuadernos de viajeras estrellas
abismando  mapas  del día en entrañables arenas:
abandonas tu espíritu al viento de lejanas sagas
hasta ver, hasta sentir aproximarse -ensoñada-
 escoltada por dedos de niebla que se esfuman
las alas puras de tu alma encantada
-mirada fresca que indaga
 ajena a los estragos del tiempo
 a salvo en algún lugar del mundo
aferrada a  páginas que reclaman tu hálito-.
Los libros, esos solemnes sosegados viajeros,
curiosos óleos de iridiscentes caminos,
auguran un vuelo profundo, díscolos laberintos,
en silencio nos hablan
de la belleza que vendrá  a  nuestro cuarto
mientras hinca el olvido su bandera en otros cielos.
Arrojado en ansiedad con todos tus ajuares íntimos
liberado de acosos de la vida próxima
sabiendo cercano el sol de las palabras
buscas iluminar  inesperadas sendas del ser
para cruzar airoso  las tierras de misterio
de las grandes preguntas que atenúen el fuego
que alivien el fragor del viento
la necesidad de saber que aflige tu ventana.
No te sorprenderán no, nunca más
tediosos  pasos de  muerte
ni cegará el alba de tu corazón
ninguna sombra aleve…

Un humo rojo amado  que levante tu voz
por sobre riscos de mentira y letargo
esperas  para siempre,
un abrazo de cimas de increíble roce,
insistiendo terco ante las aldabas del verbo
para fundar otras apacibles mañanas
de una patria propia donde vivirán
nacerán a diario tus sueños:
Ese destino de tu risa que espera
para forjar tus cercas con un nuevo  herraje
contra el invierno.

 


Edgar Trejos. Fotografía de Sara MarínEdgar Trejos Nació en Riosucio, Caldas, Colombia, en 1956. Ha publicado los libros de poesía: La Casa del Frío, 1983; Alas para la Noche, 1994 y el libro de poemas para niños Fogatas para una infancia feliz. También publicó el libro de cuentos Sueño para olvidar. Gestor cultural en proyecciones literarias comunitarias y promotor de lectura. En la actualidad, docente de talleres de creación literaria en la Universidad Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, la Casa de la Cultura de Envigado y la Casa de la Cultura de San Antonio de Prado. Integrante de la Casa de Poesía Porfirio Barba Jacob; codirector de la revista Poética; miembro del comité de redacción de la revista literaria Árcades de San Antonio de Prado; editor de El Son del Viento, publicación de escritores colombianos; miembro activo de la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa -Relata, a través del Taller Pluma Encendida, de Envigado, del que es el director.

Actualizado en agosto de 2013

Última actualización: 05/11/2021