Kasuko Shiraishi (Japón, 1931)
Kasuko Shiraishi (Japón, 1931)
Mi tribu de arena
En Riverside no hay río.El río está seco en Riverside desde 1911.
En el verano de 1980 aparezco por primera vez en Riverside.
69 años después de haberse secado el río.
Allí descubro que Riverside es de hecho una entrada hacia el desierto. Allí de pronto las criaturas de la tribu de arena empiezan a moverse en mi interior y buscan la salida, de prisa, ¡ay! hacia el desierto. Toman la salida mientras pronuncian la palabra mágica, Riverside, Riverside; salen atropellándose, volando, hermosos espíritus construidos con granos de arena seca, afuera, hacia el desierto.
Mis pensamientos tiran siempre hacia el desierto, hacia donde hay
arena, tierra seca, sin importar en qué lugar me encuentre, aire
caliente y seco donde hasta al mismo sol se le quema la garganta,
y la tribu arenosa anidada en mi interior adquiere vida de pronto,
cuando descubre ausencia de agua, ni una gota de agua en
Riverside, y así se lanza cantando, descalza, alegremente silbando,
danzando hacia el desierto.
Entonces poco a poco me hundo hasta quedar sepultada en esta
multitud de arena y mi memoria empieza a remontarse, hacia atrás,
centenares de miles de años atrás.
¿Es éste el arenal de los indios yaquis de California o es el desierto
del Sahara? ¿Estoy a orillas de la sagrada Uluru o en las planicies
de Australia? Entre más atrás se remonta mi memoria,
más ambiguos se tornan mis recuerdos...
Quizá yo sea lo arcaico, quizá me haya quedado dormida.
El tam-tam de los tambores me despierta a veces; mas ya
convertida en arenosa tierra, adormecida, ¿cómo podría
emerger del todo de mi sueño?
En Riverside no hay río.
Seco Riverside, tierra enigmática, puerta al desierto en donde no
hay ni rastro de agua: ¿por qué eres una pura entrada sin salida,
por qué está el desierto plagado de entradas sin una sola puerta?
El desierto es una entrada
Una entrada abierta a todos
Una entrada abierta a otra entrada
Cada vez más hacia adentro
Tribu de arena, intrépida hermandad, guerreros míos que al olor
de la arena corren hacia el desierto, sin saberse bien por qué, no por locura, ni por ir a alguna parte, sólo por puro instinto, sólo el amor al regreso.
De adentro de mi cuerpo regresan hacia su nido, hacia la
madriguera original, como si fueran bestias, pájaros o peces. En la
tarde calurosa oigo sus aleteos.
Los ojos los ven y no los ven. Tribu de arena, más evidente que la
poesía, río seco, grande y ancho.
Poder fantasmagórico, ánimas de la arena que adoptan la forma del río...
(1982)
Traducción del japonés por Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón y del inglés por Jesús Vega, con la participación de Haydé Zavala.