Adonis (Siria, 1930)
Adonis (Siria, 1930)
De la Antología Canciones de Mihyar el de Damasco
Voz
Acuso a los espectros.
Acuso a los vientos,
Tú, cielo luminoso,
A Sísifo
Acuso al ave rujj, que desova en la espalda
del hada ciega.
a la cera y a la gallina muda.
Acuso a la serpiente alada
-¡ah, las alas leprosas y doblemente rotas!-.
Acuso a los árboles y a las aguas.
¡oh esposa del dios y del sultán!,
tú eres inocente, inocente
de nuestra sangre.
Juré que escribiría sobre el agua.
Vientos de locura
Las carrozas del día se oxidaron.
El parto
¿Para quién abre el alba la ventana del ojo?,
Ahora lo comprendo:
Salmo
Le creo al viento un pecho, una cadera sobre la que apoyarme. Creo al rechazo un rostro que con el mío comparo. Me sirvo de las nubes cual cuadernos y tinta. Lavo la claridad.
El cielo tiene lóbulos que corto, y las lágrimas, hojas sobre las que yo escribo, las amapolas, galas que me visten, y los pinos, cintura que me ríe. Sin encontrar a nadie a quien amar, ¿es demasiado, muerte, que me ame a mí mismo?
Me auto-acuno. Mis senderos yo creo de mis dedos y dispongo el espacio en circular, lo mismo que mis ojos. Invento un agua que no me sacie nunca. Igual que el aire soy, sin leyes qué acatar. Creo un paraje donde convergen infierno y paraíso. Invento otros demonios con quienes yo compito en carreras y apuestas.
La pluma del cuervo
I
Sin épocas viniendo.
Nada tengo en la arena,
Sin épocas viniendo.
II
Asediado.
Me siento en el café.
III
Deseo arrodillarme.
IV
Beirut no se ha mostrado en mi camino.
Juré que llevaría con Sísifo
su sorda roca.
Juré que me quedaría con Sísifo,
sometiéndome a la fiebre y a las centellas,
buscando en las órbitas ciegas
una última pluma
que escribiera a la yerba y al otoño
el poema del polvo.
Juré vivir con Sísifo.
Oxidóse el jinete.
Yo vengo desde allá,
desde un país de estériles raíces.
Trayendo por montura una corola seca.
Caminando por sendas asediadas.
¿Por qué?
¿Por qué os burláis?
¡Huid!... ¡Huid!...
Yo vengo desde allá.
Vestido con el crimen.
Trayendo hasta vosotros un viento de locura.
¿y para quién excava en mis costados?
¿Por qué la muerte, entero, va mamándome,
y atando mi existencia
con el breve temblor de los segundos?
Mi sangre es el útero del tiempo.
Y en mis labios alumbra la verdad.
Sin flores,
y sin campos.
ni en los vientos.
Ni en la hermosa mañana.
Sólo una sangre joven
que corre con los cielos.
Y la tierra,
en mi frente profética,
es un tropel de pájaros sin fin.
Sin flores,
y sin campos.
Una fuente de polvo brotándome en la sangre;
en mis ojos viviendo,
comiendo de mis ojos.
Vivo.
Conduciendo los años a la espera de un barco
que se hunda en el vacío.
Igual que si soñara.
Igual que si marchara sin retorno.
En el cáncer del silencio.
Escribo mis poemas sobre el polvo,
con la pluma del cuervo.
Sabiendo
que no me queda luz sobre los párpados,
que nada, ya, poseen:
el sentido del polvo solamente.
Con la mañana,
la silla de madera
y la colilla.
Yo me siento.
A la espera de mi olvidada cita.
Quiero rezarle al búho de alas rotas.
A la brasa,
a los vientos,
A la muerte.
A la peste.
Quemar en el incienso
mis días blancos,
mis cantos,
mi cuaderno.
La tinta y el tintero.
Rezar a cualquier cosa
que ignore qué es rezar.
Beirut no ha florecido en estos campos.
Beirut no ha dado frutos.
Es una primavera de langostas,
de arena sobre el campo.
Yo solo con los frutos-
solo, sin estaciones y sin flores.
De la puesta del sol al mediodía
atravieso Beirut y no la veo.
Beirut en la que vivo
y que no veo.
Solo yo. Con los frutos. Y el amor.
Marchando con el día.
Marchando hacia otro pueblo.