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Víctor Redondo (Argentina)

Fotografía tomada de Infobae

Por: Víctor Redondo

Ópera prima

Dos mujeres bajo la luz conversan
cinturón de plata ciñendo
nadie habrá entre plata y piel
dos mujeres conversan bajo el abanico dorado del aire
palabras similares para cinturón y piel
'nadie como el oscuro'
bajo la luz conversan

y de lo cierto incierta palabra dará testimonio

dará una hermana muerta
envuelta en el collar de sus ojos

cuando acuerden será sobre algo que no existe

las dos mujeres que conversan
abren en el aire del dorado abanico
a ese nadie que plata y piel transita
buscando no repetir lo irrepetible

simulaban siempre otra existencia
la que era otra y otras en las que eran
El sentido de las canciones
¿pero dicen visión ?
Dicen lo que dicen.

Dos mujeres.
O dos.

 

(De Circe)

La destrucción de la realidad

Como operación delicada que es, los poetas
comienzan a roer la realidad con tal delicadeza

  [e inocencia

que nadie, juraría, creería que eso es lo que

  [sucede.

Se desmontan los mecanismos del pensamiento.
La orfebrería mental
se desvanece.
La realidad se aleja del corazón. Desaparece el

  [placer.

(Otra manera de verlo:

  el mundo se aleja de los hombres

porque el mundo los sobrepasa en inteligencia,
veut dire: la Tierra piensa.)

Se destruye la tapa de lo razonable: el cerebro
estalla.
Entonces la vuelta de tuerca,
el golpe de efecto,
retroceso para la ironía:
se ha ido,
se ha ido,
repite la voz: se ha ido
un hombre viejo que al enfrentar su vejez
decidió arrancar de la muerte
un argumento: la revelación de un misterio:
ver
lo que no existe.

 

Un sueño de Paracelso

Mago de espina seca
astrada medialuna
bajo el carmen perfecto vio
dos mañanas de fuegos azules
ardiendo entre cristales sabios
el amor lejos siempre de la sabiduría
más calor, más agua verde,
amenazando qué estirpe religiosa
tras la cortina
el pasillo laberinto
el silencio y la letra
creció el humo y nació la piedra
la virtud. Canción para Laura

Un país donde el mar y la carne fueran un

  [templo

donde el cuerpo y el agua al unirse
donde la partición de los ojos enamorados

  dieran luz a un palacio inmenso

Un pájaro de lunas abiertas, ensangrentado,
desatara el inusitado fervor
la baraja de lo Inesperado saltando como un

  [ácido
dieran luz a un palacio inmenso

La transpiración del mar este alcohol
la fiebre que bordea los espejos
la risa inocente como un aullido

  dieran luz a un palacio inmenso

Una mariposa negra desde el abismo del techo
una araña crucificada que canta su sombra
insecto cuerpo, sacromonte

  dieran a luz un palacio inmenso

querer aquí la vida
esta mano este cuello estas bocas
este deseo bajo la mirada del tigre

  dieran

El círculo de tiza en la máscara brillante
la herida en la más abierta acabar
acabar

  dieran luz

Un país Un país comarca encendida
el húmedo paisaje donde la luna roja se estrella
y bendice la unión de dos cuerpos bajo las
estrellas

  dieran a luz un palacio insomne

La puerta que se abre sin estar cerrada el

  [murmullo

de las paredes desprende una palabra

  [incomprensible
que cubre de misterio el desierto arrasado del
  [amor
dieran luz a un palacio inmenso

aquello que no supimos pronunciar con

  [nuestras palabras

aquello que reclamó palabras nuevas para su

  [fiesta

aquello que rima con alegría y espanto

como certeza en lo blando
risa en lo oscuro
huesos de diamante

  dieran luz a un palacio inmenso

También los años que se abren paso como un

  [asesino perfecto

las bocas vacías quebradas mudas que han de

  [darse

al vidrio donde duerme la espuma blanca

  [dieran luz a palacio

el amor diera luz
el abrazo diera luz
la entrega diera luz
y en un gran concierto de glorias y derrotas

  dieran luz a palacio inmenso.

(A la Dama del Corazón Moreno.)

 

Flor caída

El hombre que yo era empeñado en demostrar
la imbecilidad de vivir
la piel desnuda flor seca
ambulaba por el mundo.
Tomaba un ritmo del aire, una flor del éxtasis
en el placer caía en el humo.
La flor de la hez de la palabra.
El hombre que yo era
hilo de espuma vuelto de la aniquilación de sí como un viento en el humo se observaba en el espejo de la soledad del hambre.
Observaba la flor pálida de un rostro caído observarse, triste y aburrido, en el espejo vacío.
Encorvaba la pluma del aire como una garza bailando en el resplandor.
Era la patética figura del no va más.
El hombre que yo era
empeñado en demostrar
su no existencia cerraba la puerta y se perdía en la desmesura del sol.


Víctor Redondo nació en Buenos Aires, Argentina en 1953. Integró los grupos de poesía El sonido y la furia y Nosferatu. Publicó Poemas a la Maga (Ed. Sunda, 1977); Homenajes (Ed. Ultimo Reino, 1980), que obtuvo el Primer Premio de Poesía Nicolás Guillén en conmemoración del Milenario de la Lengua Castellana (España) en 1978; Circe, cuaderno de trabajo 1979-1984 (Ed. Ultimo Reino, 1985) y Mercado de ópera (Ed. Ultimo Reino, 1989. Editó también la novela Las Familias Secretas (Ed. Catálogos, 1985). Varios de sus libros tienen re-ediciones. Dirige desde 1979 la editorial de poesía Último Reino, que ha editado 400 libros en los últimos veinte años.

 

Última actualización: 03/11/2021