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Ana Rossetti, España

10º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Ana Rossetti

                  De Punto umbrío

I

Hubo un tiempo,
tiempo de la invención y la torpeza,
en el que la soledad era un esplendoroso y pavoroso
exilio, donde se conspiraba contra la lección que no se
quería aprender y se espiaba el misterio que se quería
arrebatar.
Era una gruta húmeda que enrejaba la luz en los helechos,
era el rincón de los castigos donde lágrimas larvadas
entronizaban, al fin, su soberanía,
era la pesadilla que aleteaba acorralada en una alcoba
irreconocible,
o un corazón agazapado en su escondite maquinando
citarse con venganzas, rebeldías y secretos ilícitos.
Era un tiempo de infancia y la soledad prendía su
bengala tras el escudo impenetrable del silencio.
Y el punto umbrío donde se cobijaba sólo era un
mágico amparo para su terco y glorioso resplandor.

II

Hubo un tiempo en el que el amor era un
intruso temido y anhelado.
Un roce furtivo, premeditado, reelaborado durante
insoportables desvelos.
Una confesión perturbada y audaz, corregida mil
veces, que jamás llegaría a su destino.
Una incesante y tiránica inquietud.
Un galopar repentino del corazón ingobernable.
Un continuo batallar contra la despiadada infalibilidad
de los espejos.
Una íntima dificultad para distinguir la congoja del
júbilo.
Era un tiempo adolescente e impreciso, el tiempo del
amor sin nombre, hasta casi sin rostro, que merodeaba,
como un beso prometido, por el punto más umbrío de la
escalera.

*

Creí que te habías muerto, corazón mío,
en Junio.
Creí que, definitivamente, te habías muerto:
sí, lo creí.
Que, después de haber esparcido el revoloteo púrpura
de tu desesperación, como una alondra caíste en el
alféizar; que te extinguiste como el fulgor atemorizado
de un espectro; que como una cuerda tensa te rompiste,
con un chasquido seco y terminante.
Creí que, acorralado por tus desvaríos, traicionado por
los todavías, alcanzado por las evidencias, exhausto,
abatido, habías sido derribado al fin.
Y contigo, se desvanecieron los engarces entre
sentimientos, imágenes, suposiciones y pruebas.
Se me fueron abriendo las costuras de la memoria: ya
me estaba acostumbrando a vivir sin ti.
Pero tus fragmentos estallados se han ido
buscando, encontrando, cohesionándose como gotas de
mercurio, sin cicatriz ni señal.
Y ahí estás, otra vez inocente, sin acusar enmienda ni
escarmiento, guiando, dirigiendo, adentrando en ti el
peligro, como si fueras invulnerable o sabio, como si,
recién nacido apenas, ya fueras capaz de distinguir, en
el mellado filo del clavel,

  la espada.

*

Y así, cada minuto se alarga en lentos
túneles
flotando en el vacío
y la raya que marca el término del día
es un infranqueable y elástico tabique.
Y el diablo, con su lengua vibrante, inducente,
su lengua aljofarada de insidias y tristezas,
su lengua fulgurante como un lirio escarlata,
como una onda, dúctil, pero tan decisiva
como la trayectoria de un arpón;
su lengua, me enloquece.
Si esto es lo que te espera, si esto es ya para siempre,
él me dice,
si esto es lo que le resta al resto de tu vida,
él me dice,
¿merecerá la pena?
año tras año, así, ¿resistirás?, me dice.
Pero mi voluntad no consiente en plegarse
a la razón del tiempo y su artificio
ni se deja atrapar por las prórrogas
que estiran pesadillas, por feroces pantanos
de la imaginación, por convenios impuestos
al destino, por esta incautación
de toda mi existencia.
Mi albedrío consiste en poder desertar.

 

A quien, no obstante tan deliciosos placeres debo

                              "Cuando una se siente bien, puede prescindir de lo mejor.
                                                                                                       Eso me parece sabio".

                                                                                                              Andrea de Nerciat

Y esa tan transparente neblina que su lengua
extendió sobre mí... labor concupiscente,
minuciosa e inútil, pues el bello prosélito
¿me atreveré a decirlo? es que es tan impotente
como adorable es. Por ello, aún intacto
conservo el corazón de mi valiosa orquídea
(falsas futuras nupcias blancas) y, así, entre tanto,
mi precioso tormento, recibo tus bombones
y mis ingles remojo detrás de cada cita
con abluciones vanas. Pero, tonto muchacho,
no te avergüences si, de pronto, no se abulta tu pretina,
ni tu enarbolado furor puede,
impasible, horadarme la membrana
y arrancar de mi carne el clásico aspaviento.
Y no te desesperes si no soy despojada
aún de aquello que, sobrepasando el tiempo
que la edad aconseja y Cupido consiente,
fiel guardo en el ardiente túnel. Ya custodiada
mi pelvis por amor tan incauto cerrada
permanece, mi escudo, sabrosa precaución!
Hundamos nuestras bocas en la fresca reseda
de nuestros célibes y ocultos sitios
y tú, tonto muchacho, si encuentras resistencia
en donde tu ternura esperaba verterse,
torpemente no insistas empeñado en robarme
unas gotitas rojas y un agudo gritito,
pues no soportarías placer tan cruento.

                    De "Los devaneos de Erato" 1980

 

 

A un joven con abanico   

Y qué encantadora es tu inexperiencia.
Tu mano torpe, fiel perseguidora
de una quemante gracia que adivinas
en el vaivén penoso del alegre antebrazo.
Alguien cose en tu sangre lentejuelas
para que atravieses
los redondos umbrales del placer
y ensayas a la vez desdén y seducción.
En ese larvado gesto que aventuras
se dibuja tu madre, reclinada
en la gris balaustrada del recuerdo.
Y tus ojos, atentos al paciente
e inolvidable ejemplo, se entrecierran.
Y mientras, adorable
y peligrosamente, te desvías.

                       De "Los devaneos de Erato" 1980

 

 

Chico Wrangler    

Dulce corazón mío de súbito asaltado.
Todo por adorar más de lo permisible.
Todo porque un cigarro se asienta en una boca
y en sus jugosas sedas se humedece.
Porque una camiseta incitante señala,
de su pecho, el escudo durísimo,
y un vigoroso brazo de la mínima manga sobresale.
Todo porque unas piernas, unas perfectas piernas,
dentro del más ceñido pantalón, frente a mí se separan.
Se separan.

                       De "Indicios vehementes" 1985

 

 

Cibeles ante la ofrenda anual de tulipanes

                                   Que mi corazón estalle! / Que el amor a su antojo, /
                                                                                              acabe con mi cuerpo".

                                                                                                                              Amaru

Desprendida su funda, el capullo, 
tulipán sonrosado, apretado turbante, 
enfureció mi sangre con brusca primavera. 
Inoculado el sensual delirio, 
lubrica mi saliva tu pedúnculo; 
el tersísimo tallo que mi mano entroniza. 
Alta flor tuya erguida en los oscuros parques; 
oh, lacérame tú, vulnerada derríbame 
con la boca repleta de tu húmeda seda. 
Como anillo se cierran en tu redor mis pechos, 
los junto, te me incrustas, mis labios se entreabren 
y una gota aparece en tu cúspide malva.

 

 

Cierta secta feminista se da consejos prematrimoniales


                                   "...Trabajada despiadadamente por un autómata
                                  que cree que el cumplimiento de un cruel deber es
                                                                                              un asunto de honor".

                                                                                                   Andrea de Nerciat

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Démonos prisa desvalijándonos
destruyendo el botín de nuestros cuerpos.
Al enemigo percibo respirar tras el muro,
la codicia se yergue entre sus piernas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
No deis pródigamente a la espada,
oh viril fortuna, el inviolado himen.
Que la grieta, en el blanco ariete
de nuestras manos, pierda su angostura.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Ya extendieron las sábanas
y la felpa absorbente está dispuesta.
para que los floretes nos derriben
y las piernas empapen de amapolas.
Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Antes que el vencedor la ciudadela
profane, y desvele su recato
para saquear del templo los tesoros,
es preferible siempre entregarla a las llamas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Expolio singular: enfebrecidas
en nuestro beneficio arrebatemos
la propia dote. Que el triunfador altivo
no obtenga el masculino privilegio.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Con la secreta fuente humedecida
en el licor de Venus,
anticipémonos,
de placer mojadas, a Príapo.
y con la sed de nuestros cuerpos, embriaguémonos.

Y besémonos, bellas vírgénes, besémonos.
Rasgando el azahar, gocémonos, gocémonos
del premio que celaban nuestros muslos.
El falo, presto a traspasarnos
encontrará, donde creyó virtud, burdel.

                             De "Los devaneos de Erato" 1980


Ana Rossetti nació en San Fernando, Cádiz, en 1950. Es una de las voces más exuberantes e intensas de la literatura peninsular. Su rica e inquietante personalidad creativa ha logrado expresarse, de modo siempre equívoco, en cuantas aventuras artísticas ha emprendido, ya sea en el universo teatral (como escritora y como intérprete en diversos grupos de teatro independiente), en el de la poesía, en el de la novela (Plumas de España, 1988, y Alevosías, Premio La Sonrisa Vertical de Novela Erótica, 1991) y en el de la ópera (El secreto enamorado, 1993, en torno a la figura de Oscar Wilde). Su labor poética se inició con la publicación de Los devaneos de Erato (Premio Gules, 1980), volumen de poemas al que siguieron Indicios vehementes (1985), Yesterdays (1988) y Punto Umbrío (1996). Con Devocionario, obtuvo el III Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos I, 1985.

Última actualización: 11/01/2022