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José Félix León (Cuba)

Fotografía tomada de Cuadernos del Bongó Barcino

Por: José Félix León

 

Inéditos

No vino.
Esperé toda la tarde,
fui de un lado a otro
"ordenaba las tazas, las flores,
silbaba esa canción"
pero no llegó jamás.
Luego dormí como un bendito,
lo maldije, miré el escarabajo de oro
y otros objetos del joven faraón,
ya era tarde y una lágrima
se disparó certera sobre la mejilla.
Amor mío, pensé,
por qué no existes más que en estas cosas:
cierto personaje de Melville,
un auto de juguete, la muerte de los animales
que sólo superficialmente creemos que han vivido.

El horror es el orden de esa imagen.
No vino.
No llegó jamás.

El verano

La línea de los pies, ¿cómo acabarla? La densa línea divisada apenas, una franja de nubes, el ruido de la hierba, los viajeros
y la noche terrible de los cuentos de hadas. La línea de los pies hacia lo alto, franjas de un dorado terrible, ¿dónde nos quedamos?
¿Qué lugar es posible en el rostro que surge de tanta oscuridad? ¿Cómo expresar?
Había un pino. Es una pregunta
y un árbol, me dijiste.
La línea encantadora, en lo alto
un cúmulo de nubes,
sus hermosos dibujos y el objeto
que rodó de mi mano.
Recordaría cintas y viajes sin sentido,
palabras sin sentido:
un estado de gracia.
Semanas esperando qué,
la posesión del aire,
la voz que repetía un nombre y ocultaba
el vacío que pasó de mi mano a la línea encantadora de su pie,
la belleza de ciertas palabras,
la palabra bosque por ejemplo y la palabra
violenta que no pude decir.
¿Por qué me perdía en la línea desigual
que mi mano rozara?

Catálogo de las piedras

Una vez por semana
vamos al mar y recogemos ámbar.
En las discotecas las luces,
el perfume a carne limpia,
los músculos y arterias
mecidos por la música y por Dios
recuerdan el ámbar.
¿Has visto a los muchachos regresar
mordidos los muslos y el pecho
por la estancia del deseo?
En los hospitales a veces
he sentido ese olor:
resina cubriendo habitaciones desoladas
donde los cuerpos vienen a morir.

Luego pregunto.

Con un susurro apenas me responden:
Es el ámbar.

(Tomado del libro Patio interior con bosque)

 

Un terrón de materia oscura

Años y años paseando mi belleza
entre hongos y caléndulas, 
esas estrellas frías y marrones
como faros inertes que han marcado
lo inútil de una vida cebada con notas
de instrumentos irreales
-guitarras percutidas por plectros invisibles,
una flauta armenia en la noche-
la belleza de un verso que se olvida a tiempo
y se salva de la cárcel del papel,
cuánto tiempo perdido en sobrevivir
con la delicadeza de una nínfula en un salón de vidrio
para llegar a nada.

Las aves más felices
son las que no entran al bosque
y vuelan en sus lindes.

 

En Girona

bajo el arco voltaico del cielo catalán
ante la judería
dijiste que el amor
era volver una y otra vez a la misma historia
y repetir la magia
de la saliva limpia y perfumada a menta
sobre órganos viriles
en la conformación de un todo
que estructuraras tú
y que ella aceptaría a pesar de los años,
a pesar del invierno último
y las cenizas del gato ocultas bajo tierra en el jardín.
Y no viste el río
ni las casas coloridas
ni el instante
en que bajé mi mano por tu mano imaginaria
y te besé. Entonces
vi que estaba solo ante un vino blanco
y decadente como nuestra historia,
en un punto remoto de la frontera con Francia
a la caza de un pasado que no fue.


San Antonio

Por El Cabo andará
la sombra de su ardiente y desmedida hora:
una fila de luces contra el horizonte
—casi ya en Yucatán—
su sonrisa perfecta, dientes
que mordían mis plantas y mis dedos,
la poesía misma
recipiente de los días y noches de verano
en Las Tumbas
cuando nadie entraba ya a la playa
estrellada y nocturna
pasto de picúas y otros peces luminosos
la sinfonía atómica de su cuerpo perfecto
tan solo comparable a mi cuerpo de entonces.
Allá en lo alto
tal vez mundos helados
contengan su figura
que dispersan supernovas y eventos estelares
infinitos del amor que fue,
contra el petrolero griego hundido entre las rocas
cuando ni yo sabía qué pasaba
y el mundo eran los ojos de los cangrejos
y los tábanos contra su mano
en la ventana
de una guagua Girón.
 


José Félix León nació en Pinar del Río, Cuba, en 1973. Ha publicado los libros de poemas Demencia del hijo (Ed. Loynaz 1994), Donde espera la trampa que un día pisó el ciervo (Ed. Abril 1996), Correos/ Bosques intermedios (Ed. Vigía 1997), Patio interior con bosque (Ed. UNION 1999). Ha recibido diversos premios, entre ellos el Dador del Instituto Cubano del libro por un proyecto de novela, el Hnos Loynaz de Poesía en dos ocasiones, la Beca Onelio Jorge Cardoso del Concurso de Cuentos de la revista La Gaceta de Cuba y el Premio de Poesía del VI Concurso de la misma revista. Es licenciado en Filología por la Universidad de La Habana y actualmente trabaja como editor en la Editorial Unión de esta ciudad. José Félix León acaba de obtener el Primer Premio en el VI Concurso de Poesía de la revista La Gaceta de Cuba.

Última actualización: 05/11/2021