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León Félix Batista (República Dominicana)

Fotografía tomada de el diario El Universo

Por: León Félix Batista

Periódico de ayer

La boquita de rosa superior (según define Hoffmann)
es disuelta en un granate infanticida.
Por lograr una gramática de su cristalización la
prendo con chinchetas frente al llano y
comienzo a residir en sus telas y sus pálidos y a
bucear entre sus grises: en fractura. Imitando la
pupila del zorrillo en la floresta extraigo su perfil
del primer plano: una hebra sobre un ojo,
medallita de la virgen, florecillas membranadas
en la blusa. En la videncia de su óvalo se
suceden las nevadas y renuevan los subsuelos
con absurda precisión.

 

Sus pequeños panties blancos de algodón

Espacios en el monte ramifican ricamente. El triángulo reclama labor de desbarbado: en su transpiración glucosa hay asechanza, suscitada por el eco y calistenias de galope. Las sienes no descansan ni ejercen la censura sobre el cráneo traspasando turbulencias. Y el vínculo no es claro, sí engendro de un esquizo (que cunde porque llena con sed su circunstancia).

 

Atributos de la enagua

"Seduce por lo que es dentro, o será, cuando se abra..."
Joâo Cabral de Melo Neto

Es volátil, dicotómica, difunde emanaciones de talcos medicados (que sirven de reactivo). Se trata de una artera falacia descriptiva: está más bien tramada para taimar un folio y dar menos palmarios ambos belfos. ¿Cómo puede hacerse el corte sobre las mismas carnes para que predominen algunas dimensiones? Así que hay tundras, deltas, materias espumantes, operando sin ningún desplazamiento. Yo sé cómo ello emerge hasta la efervescencia: ensanche hacia los yermos unánimes del íntimo.

 

Saraos en sarong

Tras una minuciosa reconstrucción del sueño (persiste en el afán de articularse) vislumbras expandiéndose, escalando, las sombras en la hoguera: eternidad. Timbraban dos guitarras: guarismos en estratos entre los que se instalan los acontecimientos. Pellejos percutían un arte de hojalata: cuando las tres bailaban urdían el tambor. Abdómenes danzaban (vapor en hipodermia) y al lila exonerado de uveros esparcidos las ingles entreabrían su cisma impermeable. Yo no descalifico con símbolos con órganos ni arbustos ni arrecifes: deduzco derivados de rápida grafía, fusiones que son cúpulas: había un buque anclado. Sin embargo llovió, la arena se hizo limo, sus llamas troncos muertos. Armar la impermanencia no es doctrina.

 

Una llaga lateral

 

Avecina infinidad, pasar precipitado, debido a la dinámica de un fémur. Un sólido distiende aberturas en escuadra refugiándose -furtivo- tras compuertas. Conquistar autonomía de la inanimidad: el juego de una pierna bajo su falda tubo con un recorte al bies. Erectísimo talante radicándose en mi frente con mil exposiciones efectivas. Expondrá su evolución (por lo menos a mi escala) y su mejor progenie: un largo acoplamiento (el contorno del motivo) y trigo al ladear.

 

 conversación en tiempo de bolero

Traspones el umbral mesándote una sien y por
tercera acción elogiar el arabesco de
su bata de batista. Descifras allá atrás aquel bolero rancio
como supervivencia del abismo medieval. Inestable
de ver negro, su debacle de matices, mixturas en un
vaso quebraduras de agua helada y  espesor de un
carburante; reclinas la cabeza. La observas
prolongando a brochazos el fulgor: la quemazón
del bosque, la desaparición (extraña) del sentido en
favor del sinsentido y en gruesos astillones, por
afán calefactor.

 

 

es la última farra de mi vida

Supón que lo aniquilan registros de saudades, y que
puede (con un disco) remediarlas (en cierto bar de
Brooklyn en pino de Oklahoma): esferas como
aquella mixtura la ciudad, materia de un orate y
extravío. Y que ves cómo resalta (el resorte que tú
eres) contra el cielo raso recto, por sus tonos
intangibles; y que luego se rasura, solicita su
calzado, tantea las urdimbres y radio de su
miembro. Entonces dale elipsis, describe su
derrumbe. Habrá quien paute el coágulo que deje.

 

 

casi casi salaz

Una noche tumultuosa. Callejón de bajos
fondos. Como al raspar los líquenes frenéticos
de un muro las fachadas de la historia toman
cuerpo en el estrago. Lo claro se degrada y (en
tránsito) va urdiendo interminables caracteres.
Resulta que es otoño, aquí, en terreno nulo, y
del riego labio a labio no restan incidentes
(salvo el éxtasis que, rápido, amenaza
derramar). La extremidad se esboza como 
plástico artificio eslabonando el cuello. Vocablo
impenetrable, asociación verbal obscena: sin
pensar invento bálsamos –su fundamentación–
que mi víctima desmiente uno por uno. Pero
todo se derrama podrido entre el marasmo y
aceptado en su fermento. Atravieso inanimado
(hematoma) por la anécdota, como residuo
sólido en su río a la cloaca.

 

 
libamen

Ingieres ligereza con tus zapatos suecos. El tiempo
desmantelas entre lo indeterminado. Tu vínculo al
instinto, con otra latitud, lo debes a la yerba y al
núcleo de un temblor. El tramo de la recta (lo
“siempre indefinido”) conjura tu vacío con signos
diminutos: cocuyos, anatemas, y rachas de
automóviles a cuyo raudo fósforo estiras hasta el
fondo los cantos del vestido. Lomo a lomo contra
el árbol extirpas un espejo, después el ademán
retrógrado de un lápiz engendra los eclipses –el
rímel se agostó. Por enésima ocasión la vulgar
anacronía y tu asfixia con la baba: qué denso el
pensamiento. La sombra de un cliente, la mano con
puñal, deslíen tu monólogo. La vida es malabar en
el aro de un esfínter.


                    Para Plinio Chahín, que me ha dado el personaje

 

 

en mis días de quimera

Escucho bocanadas, misivas de Albanyá: materia
prima enferma y hasta en código aberrante.
Repaso, silbo sílabas: regreso de leer, y así padezco
el golpe que me decapitara. Todo tiempo es
esqueleto, repite, putrefacto, como descarga ruda
de yeso de las vísceras: que liquen era el viento
profano de noviembre tratando de incendiar con
droga los retablos. Otorgo la razón: ya no se
reproduce la carne-maniquí. Y aquí su umbral
descansa.


León Félix Batista nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1964, vive en Nueva York desde 1986. Ha publicado: El Oscuro Semejante (1989), Negro Eterno (1997) y Vicio (1999), todos reunidos en Se borra si es leído -Poesía 1989/1999- (2000), que también incluye un libro de traducciones: Los rombos de la red. Vicio fue publicado en Argentina por editorial Tsé-Tsé con el título de Crónico (2000). Con su libro inédito Torsos Tórridos, obtuvo una mención especial en el Concurso de Poesía Diario de Poesía/Vox 2000. Burdel Nirvana (Santo Domingo, 2001) obtuvo el premio de poesía de Casa de Teatro; En el año 2005 obtuvo el Premio Nacional Emilio Proud’Homme con el libro Mosaico fluido (Santo Domingo, 2006) y en ese mismo año mereció el Premio Nacional Universidad Central del Este por Pseudolibro (2008). Una antología de su obra, Prosa do que está na esfera, fue traducida al portugués por Claudio Daniel y Fabiano Calixto y publicada por la editorial Olavobrás (São Paulo, 2003). 

Última actualización: 22/11/2021