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Arjen Duinker, Países Bajos

12º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Arjen Duinker
Traductor: Diego J. Puls

Prueba contundente

El agua se puso de color naranja.
Esa agua milagrosa, corriendo fielmente,
Fiel corriente de agua, de pronto naranja,
A nada comparable.

Así apareció el mundo,
Esa espesura concreta.
Apartamento, punzada, perro,
Atmósfera, roca, deriva, generación,
Libélula, desierto, leche, teoría,
Fundidos e infundadamente naranja.

Pero si nada tenía de triste, ni escandaloso,
El mundo no aparecía para impresionar
Ni para prevenir contra una desgracia,
No aparecía en forma de rata,
Ni venía en plan satírico.

El agua corría igual que antes,
Sólo que naranja hasta el fondo.
Negaba floraciones, fantasmas, melancolías,
Corroborando su importancia.
Y de golpe el mundo corría como el agua,
Corría naranja sin motivo,
Corría naranja, corría.

Tan sólo había ese correr del mundo,

Unos dos minutos, encadenándose a la tarde,
Y la niña mirando el vuelo de un estornino.

 

A pie

Las casas están torcidas.
En el callejón hay cuatro faroles.
Vayamos a pie.

El primero y más lejano es el sol,
Que alumbra la curvatura de tus sueños,
Tu cuello y la jubilada ventana desvencijada.

El segundo es una telaraña,
De finos sentidos, boca sin habla
Hambrienta a ambos lados.

Luego está la luna, la luna
Que se mete en tus manos, tímida
Sensación de comprender, orden ni desorden.

Por último -mira, una máscara puramente evasiva!
Saltando por encima del ratón y el carbón incandescente
Y el perro y el añico y las piedras.

Y las casas de aquí están torcidas,
Y las casas son parte de la leyenda,
Y las casas conferencian en función del tiempo.

 

Manvario y yo

Quien de tal modo oye al mundo tronar,
Ríanse o no, ah sí y supone que vuela,

A las culebras oye reptar, a las nubes expandirse,
En un abismo el clamor de un pájaro vulnerable,

La precipitación, irreversible, de millones de enigmas,
A los cerdos ve partir y fugarse y morir,

El vacío colosal llenarse de un rayo,
Pequeñas hojas, el crecer de las batatas,

Adivina quién, quién de tal modo, quién aquí...
Quien tal vez allí, entre claras ristras de tiniebla,

Deambula dando gritos, deseoso de hembra,
Y ve el carácter del hacha, de tal modo,

Mientras la tierra se estremece, hasta el horizonte al fondo,
Mientras el viento devora viejos caminos, así y así y asá,

Y de pronto alza la mano para avisar a unos amigos,
Y puede sentir y siente el éxito de una flecha, de lejos,

Y ve flores rojas de modo tan peculiar, (ay!,
Los insectos embriagados, ve el final en el umbral,

Con obsequios para saciar la sed y el hambre,
Todo principio de toda vida, el sol volando como él, (¡oh!,

Quien así huele la ira de las montañas, del río
Que es remolino por la mañana y por la tarde sigilo,

Ah, sí, huele la ira del mundo aquí y allá,
Se encoge de hombros, la nariz de sus ancestros,

Y sigue cazando, en círculos en continua expansión,
Sigue cazando, con un rictus de dolor y hogueras, (quién!,

Quien de modo tan peculiar vive el mundo,
Mientras la luna lo guía en la caza, inalcanzable,

Y el último círculo llega al borde del bosque, su fuente,
Su sueño, su tiempo, (¡oh! quien allí y fuera de allí caza,

Sigue cazando, trastabillando lascivo, pisa la llanura,
Donde la hierba contiene el aliento bajo su paso decidido,

Y al mundo da caza con sus ondulantes sentidos, (ay!,
Mientras susurra y grita, quien sabe hacerlo de tal modo,

Sabe y hace, allá y aquí, cazar por la pródiga lucha,
El gran combate, para poner a prueba sus sentidos día y noche,

(Pues sí!, para estrechar los lazos, entre mundo y estómago,
Quien así caza y combate es, solo y único, Manvario.

 

Conversación en dos barquitas


-Mira a tu alrededor.
 Un abrir y cerrar de ojos basta
 Para sentir que esta superficie es vida,
 Tan intransigente, tan valiente, tan dúctil.
 Aquí laten nuestros corazones, amigo mío,
 Esta es nuestra casa.

-Me siento feliz.

-¡Imposible! Eres incapaz.
 Igual que yo. Te aturdes con pretextos.
 En tus venas arena, polen en tu vientre.
 Sólo atinamos a sentir con la razón,
 Sólo atinamos a sentir lo que sabemos.
 Del mismo modo ondean estas aguas,
 Es un reflejo.

-¡Mira los cangrejos! ¡Qué bonitos son!

-El agua ondea para apaciguarnos.
 Carga con nuestras penas, alivia el dolor.
 Su piel es resistente a las ofensas,
 Aun las más repulsivas, y a los caprichos
 De la hora. ¡Para muestra basta tu amor!

-Me siento feliz por esta noche.
 ¡Comámonos los cangrejos!

-Ya, ya te he oído. Por mí está bien.
 ¡Se puede saber si ya te acuestas con ella?
 ¡Es una belleza! Lástima quizás las pecas,
 Pero vaya suerte que has tenido.

-¡Saludos a tu madre y hasta luego!

-¿Soy un ser sentimental
Que huye de lo sencillo?
Así de grande es mi amor por esta superficie,
Así de nimias son las noches.
Me retiro en el horizonte, cuento,
Construyo la piel que me desvela.

 

La piedra florece


La piedra florece.
La piedra que florecer no puede,
Cómo florece la piedra.

Sus flores son multicolores.
Coloreadas cual las nubes al alumbrarlas la luna,
Coloreadas como tus ojos, vida mía,
Y cálidas.
Coloreadas cual alegres ideas,
Multicolores como olas que ondean hasta el horizonte.

Cómo florece la piedra,
Cómo florece la piedra que florecer no puede...

Huele a viento que dispersa el llanto,
Huele a lo que es evidente,
A sangre,
A castañas asadas,
A alboroto en las calles.
Huele a libre visión y sentimiento
Y hechiza mariposas multicolores.

Así florece la piedra,
La piedra que florecer no puede.
He de volver,
He de volver, vida mía, y te traeré una de sus flores.

 

Paseo lunar

De las muchas mesas
Que no existen,
Una existe menos.
Y entre las muchas mesas
Que no existen,
Hay una, bien redonda,
En la que suelo apoyar la cabeza
Deshaciéndome en suspiros.

No es por odio que suspiro,
Mi patrimonio está a salvo.
Ni suspiro por aflicción,
Pues ya están por dar las seis.
Y los suspiros, sin cesar
Y sin atisbo de recato
No desvelan lo que callo.

Mas la mesa es más que bella.
A veces se convierte en luna,
La luna que pasea por la calle,
La luna que hurga en el barro,
La luna que espera a la vuelta de la esquina,
Que come una manzana
Y que es testigo de muchas cosas.
Una disputa con los pies descalzos,
Un robo, un ratón.
Y que cuando llega a la puerta del fondo
Se vuelve para mirar atrás.

Esa mesa que no existe,
Ha vuelto a casa, y con ella
Los suspiros sin cesar,
Las vueltas de la Tierra,
Sin vínculo con experiencia,
Con mano, con codo.

Otros poemas Prometeo # 81-82


Arjen Duinker nació en Países Bajos en 1956. Poeta, narrador y traductor. Realizó estudios de Sicología y Filosofía. Ha publicado una novela y ocho volúmenes de poesía en los Países Bajos. Obra poética: Rode Oever (1988); Losse gedichten (1990); De gevelreiniger en anderen (1994); Het uur van de droom (1996); Zaap zaap kwaririp (1997) y Ook al is het niet zo (1998). En 1992 publicó la novela Het Moeras. En los años 80 editó una publicación literaria, en compañía del poeta holandés K. Michel. Algunos de sus poemas han sido difundidos en las publicaciones Diario de Poesía, Action Poétique, Tratti y Quaderno.

En conjunto con el artesano del vidrio Bernard Heesen y la diseñadora gráfica Désirée Achterkamp, trabajo en la elaboración del diccionario enciclopédico “The World of The Glassblower” (El Mundo del Soplador de Vidrio). Igualmente, tiene unos proyectos de colaboración con el poeta chino Yang Lian. Cuando se publicó “Rode Oever”, su primer volumen de poesía, fue inmediatamente evidente que había surgido un poeta que no había sido cortado, o no quería serlo con el molde de otros poetas holandeses. El volumen incluyó algunos poemas que parecían ser poco más que descripciones unidimensionales de la realidad. Algo que Duinker hizo con tal equilibrio que la pregunta inevitable del postmodernismo se hacía completamente superflua. ¿Qué realidad? Sólo la realidad. Desde el principio la poesía de Duinker se ha ocupado de la realidad de las flores, piedras, montañas, lluvia, viento, hiedra, ríos, en fin, la realidad de las cosas como entes autónomos separados. Es decir, la existencia de todas esas cosas con independencia del hombre, del pensamiento demasiado humano, sin la interposición de abstracciones que alcen su cabeza tan pronto como un ser humano abra su boca.

En su segundo volumen, “Losse Gedichten”, podemos leer: “si me das abstracciones, / te daré un ventilador de la madera / Nada es más ajeno a mi que la creencia / que la conexión emocional / a través del pensamiento. Lo qué él desea es eso: que las cosas / las cosas mismas se hagan visibles.” En sus colecciones, Duinker ha tratado constantemente de ocultar su propia personalidad, su esencia y bagaje, para contrabandear en sus poemas las cosas que experimenta sin pensar: el “sin esfuerzo”, la evidencia propia de la existencia de cosas como flores y piedras. En cada poema es como si el poeta fuera, en cita sacada de “Het uur van de droom”, “requisado por una realidad inhumana e ininterpretada”. Las cosas esculcan sus bolsillos, sus ropas, su cabeza, su personalidad entera buscando esa cualidad demasiado humana que permite que los hombres siempre se perciban a si mismos como enfrentando la realidad. En su colección más reciente, en el poema largo “Las Horas” dice: “(...) me permite permanecer en la sombra / de cada posibilidad. / Viene a mí / y me requisa / retrocede / y comienza a reír.” La risa de la realidad misma es a menudo oída en su poesía. Esta risa se asegura que la piedra que no puede florecer lo haga, que la abstracción permanente de la lengua se convierta en ventiladores de madera en las manos de Duinker y que los lectores inmediatamente oigan a la realidad misma hablando, diciendo “me mantengo en silencio sobre la realidad”. El poeta llama “Vengan, cosas que se quedan y ríen, nótenme!”. Esta petición, ese deseo de ser parte de una realidad indivisa, una realidad experimentada no con la mente sino con todos los sentidos, conduce a la poesía que viene en busca de las cualidades demasiado humanas del lector. Los poemas se acercan al lector, esculcan sus bolsillos, revisan las costuras y los dobladillos de su personalidad, su esencia, su bagaje, amable pero resueltamente sacudiéndolo.

Última actualización: 21/01/2022