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Vahé Godel, Suiza

Por: Vahé Godel, Suiza
Traductor: Alfredo Silva Estrada

voz blanca
 

-oscurecida tu morada-
murmura una voz blanca)
rotos todos los circuitos
todas las lámparas quebradas
-globos neones
puntos lustrosos-
(-!te deslumbra el negro¡-)
no subsiste
más que un cerillo
una sola bujía blanca
blanca
como las paredes
de una celda
individual
de un centro espacial
de una sala recuperación
de un oratorio o
de una morgue
blanca como
las nieves perpetuas
de lo innombrable
como el uniforme
de los Guardianes
del Silencio
si
más blanca todavía
que una blanca noche
(-sopla la bujía
cierra los ojos
contempla el horizonte-)

tiéndete en el fondo de una falúa
cólmate de la suavidad fluvial
acóplate entre el viento del alba
aspérjate con tus propios humores
-espera la sonora señal

  ***

ve a esperarme al final del libro de los ríos
detente bajo la más bella imagen
al pie de la última página
hazte un ovillo en el corazón
de la leyenda

  ***

entra sin ruido en la mansión dorada
inscríbete en el libro de los muertos
sumérgete en la memoria
de las palabras entre el agua del silencio
-hechos como en casa tuya

  ***

(engullí la otra noche
una mezcla de tinta china
de alcohol combustible de kerosén y
de orina de ménade
-satisfactorio estado)

 

helo cómo de súbito

exangüe inerte
yaciendo desde la aurora
luminosa piragua encallada entre
el negro

  helo cómo de súbito

se levanta se sienta en medio de su lecho
los brazos tendidos las manos abiertas
como para acoger cualquier cosa ( o a
cualquiera)

  los ojos permanecen cerrados

y los labios soldados

  pero se le escucha

de súbito que suspira que resuella: -déjenme
salir ah déjenme-

  y se diría

que él ve que él discierne un rostro
que él escruta una mirada

  o mejor

que él contempla un lejano espectáculo
(sacro o masacre) a través de la
pared: este muro ciego desnudo
sin fallas –zigzagueado de
rojizas salpicaduras

 

Algo alguien

Algo trashuma sin pérdida ni estruendo, algo franquea insidiosamente  el umbral, se escapa, se derrama, se aleja de la fuente, deserta el hogar, se separa del centro, un hilo de sangre negra bajo al puerta cerrada, sin ruido, sin fin, alguien se vacía en la habitación vecina, un viajero se va en la penumbra, detrás de la pared blanca, detrás de la puerta cerrada, se larga a boca de lobo, un tránsfuga, un nómada, un cargador de agua, un ladrón de fuego, un desertor, un cazador de pájaros, un desarrapado, un tallador de piedras, un incendiario, tal vez un pedazo de guardabarros le ha perforado la arteria femoral (a menos que una rata más atrevida, más voraz  que las otras...), un zahorí se ahoga en las arenas de su deseo, en la ceniza de su locura, en la limalla de su errancia, en la estopa de sus noches en blanco, tal vez, al término de una carrera interminable, después de una breve lucha, ha sido derribado a quemarropa por una sola bala en la sien o por una ráfaga en el bajo vientre, un desconocido se hunde en sus propias entrañas, una comparsa, un cómplice, un buscador de oro, un colocador de bombas, un cazador de sombras (o de luces), tal vez se ha abierto las vetas, reventado los ojos, degollado, después de haberse encerrado a doble llave, después de haber cegado todas las aberturas, apagado todas las lámparas, un guarda nocturno, un superviviente, un testigo clave cuyo rostro y cuyo nombre no conoceremos nunca, sí, alguien nos abandona, se consume en lo oscuro, se reabsorbe poco a poco, inmóvil, enclaustrado, tumefacto, destripado, acribillado, desmembrado, no termina de vaciarse, de disolverse imperceptiblemente en los vapores de un silencio insular –sólo repercute la voz de la sangre, sinuosa, sediciosa, sólo emerge este cuerpo de cera embadurnado de tinta negra, esta palabra perdida, esta contraseña que perla sobre unos labios soldados, esta mano blanca que oscila en el abismo, perdiendo altura, esta memoria desplumada, esta cabeza cortada flotando sobre un agua muerta...
 

Autillos
abrid vuestras puertas
al viento del estuario

Autillos abrid vuestras puertas al viento del estuario
las acerías beberán la tinta derramada
he aquí el umbral cuidad de mi memoria
exhumo la limalla del primer día
luciérnagas
no dejéis que el sol se pudra en las pocilgas
soy vuestro abdomen soy vuestro aguijón
untadme de minio de salmuera
verted sobre mi memoria la tinta de las acerías
cangrejos he aquí mi cabeza
mis brazos no tienen hojas
llevo en mí antiguas salazones
escoriales osarios
todo el limo del tigris y del éufrates
autillos abrid vuestras puertas al viento del estuario
temblad sílex flor de lamprea trofeo de lobo
he aquí el corazón las duelas se rebelan
escupo mi tinta me oscurezco
me hundo carguero agujereado
tornad brida tritones yo me hundo
tiendo el puño escuchad a las cautivas
implorando por sus esposos en un volcán difunto


Vahé Godel nacido el 16 de agosto de 1931, en Ginebra, Suiza, ha sido considerado como uno de los más originales creadores dentro de la actual poesía suiza en lengua francesa. Es licenciado en Letras de la Universidad de Genève y ha enseñado francés por casi cuarenta años en el Colegio de dicha ciudad. Sus obras han sido traducidas y publicadas en diversas lenguas, entre ellas, español, rumano, armenio y ruso. Es miembro de la Société des Gens de Lettres de France y del PEN-Club. Miembro de honor de la Unión de Escritores de Armenia. Integrante de la Casa Internacional de la Poesía de Bruselas. Es corresponsal de la revista Présages (La Différence, Paris). Autor de una obra de cerca de cuarenta libros entre los que se cuenta poesía, ensayo y traducciones del armenio. Algunos de ellos son: Qui parle? que voyez-vous? (Prix Schiller, 1982); Du même désert à la même nuit (Poche Suisse, 1991); Quelque chose quelqu´un (Ed. de La Différence, 1987); La poésie arménienne du Ve siècle à nos jours (La Différence, 1990); De plus belle (La Différence, 1993); Arthur Autre (La Différence, 1994); Un homme errant (Metropolis, 1997) y Fragments d´une chronique: Genève-Paris-Arménie (Metropolis, 2001) .El crítico venezolano Alfredo Silva Estrada, su traductor y estudioso de su obra, ha afirmado que desde Señas Particulares (1969) hasta Algo Alguien (1987), Godel no ha cesado de adentrarse, armado de humor y ternura, a través de límites naturales entre lo natural y lo mental, en la búsqueda del yo y el otro, en la lucha y connivencia entre el algo y el alguien, en la indagación en soledad del adentro y el afuera. Así, claridad y sombra se alternan en su escritura.

Última actualización: 25/01/2022