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Nicolás Suescún (Colombia)

Por: Nicolás Suescún

 

Las cosas que he ido escondiendo bajo las piedras
entre los esqueletos
en el polvo
en las sillas
en los papeles
entre pecho y espalda
surgen de pronto
proyectando sombras espesas
viscosas
como moco de político pájaro

abrí los ojos
y me dijeron que en un país de ciegos
hiciera como el ciego
después me enseñaron las palabras
y me aconsejaron que cerrara la boca
si no era para repetir lo repetido
y que fuera manso
para llegar al reino de los cielos
me dictaron todo lo que podía hacer
creer y recibir
y yo gemía de noche
entre las sábanas
porque no era tan santo
como San Luis Gonzaga

vuelven estas cosas que he ido apilando
a la vera del camino
para olvidarlas
vienen como con pies
hablan como con boca
los patios donde me calentaba a medias
las piezas en tinieblas
y la luz
los pecados mortales y los veniales
las sesiones finales
los valses del teatro hogar
y todas esas fiestas infantiles
con aquellos regalos regalados

vuelven como empujadas por el viento
este helado silbido paramuno
y me llevan de la mano
de paseo por la calle de siempre
con la pordiosera
sus trapos y sus perros
con el niño
durmiendo en su caja de whisky johny walker
que sigue tan campante
con el sacristán masturbándose
ante la virgen
y su lindo niño en brazos
con el hombre
esperando la muerte en una esquina
con el hombre
esperando la vida en un camastro
con todos los vivos
y todos los difuntos
y más frío que el que tendré en mi tumba.

 

Prosa Juan José habló al año.
Carmen Rosa a los tres años.
Gladis no alcanzó,
Yon Jairo caminó al año y medio,
Duglas Alfonso nació tullido,
José María ni alcanzó a llorar,
María Inés tampoco, ni Marcos.
Yasmina ha tenido todas las enfermedades,
Gabriel Jaime está jugando,
Clara Estela se acaba de caer de la cama,
Concepción, la madre, va a recogerla,
le cuesta trabajo agacharse,
está preñada de ocho meses:
una excelente francotiradora.

 

Nocturno en si menor A veces, en ciertas noches
me parece que la oscuridad
se llena de mis muertos
y que el viento trae sus voces.
Pero no siempre
muestran sus índices acusadores.
La muerte los ha hecho sabios:
ellos sí saben cómo es la vida,
conocen cada una de mis flaquezas,
han visto, desnuda, mi cobardía,
han visto también mi falsedad
y no me quieren mal, me imagino,
porque sigo viviendo de milagro
y de falsas ilusiones y esperanzas,
y pretendo lavarme revolcándome
en el espeso fango de mis culpas.
Pero ellos son mis muertos,
cuyas voces me traen ciertas noches,
y me inducen al sueño, y me bañan
con el dulce bálsamo del olvido.

 

Oración x Dame unos minutos,
aunque necesitaría unos cuantos siglos
para deshacer todo lo hecho,
no dejes que piense los negros pensamientos
de todo nuevo día, haz que mi sueño
sea de verdad una pequeña muerte,
haz que mi sombra se adelante a mi cuerpo
y lo envuelva en una deliciosa oscuridad,
permíteme salir de este encierro
al que me he condenado yo mismo,
atácame con mil dardos envenenados,
deja que el bufón se ponga la máscara
de la tragedia, baja el telón,
la función se ha acabado,
y sólo queda un espectador
aterido de frío y con la mente en blanco.
No deja, sin embargo, que me roben la luz,
y no me quites, después de todo,
la tristeza de cada despertar.

 


Nicolás Suescún nació en Bogotá, Colombia, en 1937, murió en esa misma ciudad, el 14 de abril, 2017. Poeta, traductor, editor, periodista y profesor universitario. Realizó estudios de humanidades, historia y literatura en la Universidad de Columbia y en la Escuela de Altos Estudios de París. Durante varios años dirigió la revista Eco y fue Jefe de Redacción de la revista Cromos. Algunos de sus libros: El retorno a casa, Editorial Universitaria de Chile, 1971; El último escalón, Editorial Pluma, 1974; El extraño y otros cuentos, Carlos Valencia Editores, 1980; La vida es..., Los Cuadernos de N, Planeta, 1994, y Oniromanía, El Ancora Editores, 1996. Realizó traducciones de Rimbaud, Flaubert, Ambrose Pierce, W.B. Yeats y Stephen Crane, entre otros muchos autores.

Última actualización: 28/06/2021