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Stefan Hertmans, Bélgica

Por: Stefan Hertmans

 

 

Parada de autobús

Un negro sol brilla en la noche.
Velamos.
El fin de los sueños
Se aproxima.

Lo que no cabe en grandes palabras
Se nos presenta en lo más grande.
Un sapo, por ejemplo,

Aplastado, y arriba las estrellas,
Las voces de borrachos
En el parque junto a la ronda.

Dejémonos atrás.
Ágiles, mas sin alas,
Enviamos señales por las calles heladas.

Nada se ha consumado.
En la oscuridad, calladas y jadeantes,
Nos cruzamos con las Gracias,
Tres viejas carcamales
En la flor de la vida,
Ardientes y como las ranas
Croando
Ante la charca del frío pecado

Y no nos ven.

 

Purgatorio

 

Era un viejo grabado, un panorama,
En el que en rima se contaba
Cómo los poetas en aves se transforman
Al morir.

Cerca del agua, en la fresca brisa,
Picotean letras en la hierba.
Seiscientas almas todas en fila.

Shakespeare parecía un albatros,
Quevedo una urraca,
Basho aleteaba como un colibrí.

Y todas parecían liberadas
De aquello que en su breve tiempo
De forma tan terrible atormentó.

Por el telescopio de Orfeo alcancé a verlos.

El infierno de paz parecía
Protegerlos de los gritos
Que desde la otra orilla
Ningún oído ya alcanzaban 

Las bibliotecas del Hades llenas,
Hasta que de pronto un muchacho
Al pasar una hoja
Escuchó sus vanos murmullos,
Como en el primer día.

 

Égloga

 

Imagínate: ser un árbol.
Una insignificante nada de verde al viento,
mancha en un camino con márgenes precisos.

Una ninfa sale del agua
Del arroyo, algo entrada en años,
Ray Ban, bronceado espléndido.

Yo me abanico un poco más,
Soy todo un campeón
Del ver y el olvidar.

Mis raíces, que sueñan con gusanos,
Las avispas que me sobrevuelan fugaces,
El tiempo pasa volando.

Aunque me cueste años,
Quiebro la piedra más dura.
Oigo voces distinguidas,
Su lamento blando y vano.

En fin  ser un árbol.
Estoy en pie, observo y presumo.
Y guardo sombra.
Un vino agrio.
 

Traducciones de Fernando García de la Banda.

*

       De Fuegos artificiales, dijo ella
      Para Sigrid

 

Foz, 11 de enero de 2000

Por el frío que llega de los dedos
El cuerpo inicia su esplendor –
Una oscuridad clarea,
Aún vacilante,
Mas vuelve a suceder cuando paseo:

Un ser que se hace dueño
De aquellos que me habitan.

Así reina el golpe de una ola en la marea
Cambiante, mientras dormimos,
Charca de negra sangre,

Mientras afuera velan las gaviotas,
Ciegas y blancas, un joven camina
Por las rocas, la orilla
Nunca se hiela.

 

 

Gencianas en septiembre

 

Cuando escribía, hermético,
Poemas cerrados con llave tierna,
Reducido al formato
De mi mano yaciente,

 

La que calla
Junto a la que aplicada escribe,
Leía de D.H. Lawrence
‘Bavarian Gentians’,

O su encuentro con la serpiente.
Así sostenía con una mano
La otra, que, palpando
Los márgenes de la primera,
Me abría y me colmaba

Con todo cuanto yo
En ardiente secreto
Alimentaba al silencio.

La oscuridad en escaleras
Y el ramillete para Perséfone –

No todo el mundo piensa en las gencianas
Cuando las luces el reloj apaga.

 

Le petit parisien *

Al modo japonés dibuja un sol de guerra
Su cuerpecillo que corre
En hormigón fugaz –

 

Por donde él pasa corriendo,
Mi vida, que acaba de comenzar,
Ha echado a flotar sobre el suelo

Y la baguette,
Casi tan grande como él,
Le señala el camino hacia mí.

Lleva el pantalón con los botones grandes
Que conozco, la camiseta que huele a ser niño,
Y así, nacido tras incontables muertes
Tan recientes,
Alcanza corriendo mi aliento.

Él llega a casa,
Llama a mi puerta,
Se sienta donde estoy sentado
Y escribe que el pan
No es cosa de hoy.

Ahora lo alimento
Con migas de una imagen,
Para que de mi mano coma.

          * Según una foto de Willy Ronis, 1952.

 

Interior

 

Cerezas y árboles por un quicio;
Tener las manos ociosas;
Pensar en Arnolfini y su mujer.

 

El espíritu podía alimentar el espacio
Con las sobras del encuentro.
Truena en los intestinos de Dios;
Fino como la piel tu dulce arnés.

Ahora que te sientas ante mí,
Amor nefasto, hazme sentir
Qué es un verano precoz,

La vaga brisa en la hierba,
Temblor de alas heridas al batir
En una bisagra roja.

Ven aquí, muchacha que dibuja
Amantes con la mirada.
Préstame tu muñeca;
Préstame tus ojos;
Préstame ese desenfado.

Pues antes de que la tinta
Se seque ya no estará aquí
La vida.


Stefan Hertmans nació en Bélgica en 1951. Es uno de los principales poetas y escritores de la lengua holandesa actualmente. También es novelista, narrador, ensayista, dramaturgo, guitarrista de jazz y profesor universitario de Filosofía del Arte.
Su libro Goya como perro, 1999, fue aclamado cumbre de su obra y de la poesía holandesa y flamenca de hoy. Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Estatal Belga. Algunos de sus libros publicados en español: Ciudades: relatos en el camino; El silencio de la tragedia; Tiranía del tiempo; y Fuegos artificiales, dijo ella.
En sus palabras: “Estoy convencido de que la poesía es un medio en el cual se crean realidades, porque la lengua allí adquiere una función creadora en lugar de descriptiva. Al reunir cosas diferentes en un contexto preciso, como ocurre en el caso de un poema, se establecen vínculos que no existían anteriormente. Sin llegar al surrealismo, se generan así nuevas realidades que pueden ser fascinantes”.

 

-Artículo sobre Stefan Hertmans
-Entrevista LaVoz
-Amplia selección de poemas Poetry International Web
-Acerca de Relatos filosóficos de viaje, de Stefan Hertmans
-Todo mi trabajo es una continuidad

Actualizada en febrero 20 de 2017

Última actualización: 05/01/2022