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Ramón Cote (Colombia)

Ramón Cote (Colombia)


Sonata del ángel

Al extranjero no se le reconoce únicamente
por su soledad. Apartado y oblicuo
observa cómo el tiempo es en otros tiranía,
lumbre discutible. Aunque mucho se demore
en otro país que no es el suyo
y pierda sus giros indelebles y el lenguaje
que no le bastaba para cubrir su timidez
ahora le resulte en cierto modo familiar,
intenta descubrirle cerca de sus hombros,
bajo su única camisa amarilla,
los vacíos orificios de sus alas.

Luna de septiembre

Ahora que entra septiembre sin hacer ruido,
como si viniera descalzo de madrugada,
y vuelvo a ver su luna naciente alzarse en el cielo,
afilada y vigilante, desenvainando sin violencia
tan nítidamente su metal
sobre todas las cosas y regiones de la tierra,
recuerdo mis súplicas en una terraza
hace ya bastantes años, temeroso y solitario
pero al fin feliz,
rogándole al primer dios que me escuchara
que nunca terminaran sus días,
porque sabía que muy pronto llegaría octubre
con su costumbre de arrasar con todo.

Eran las únicas horas del año en las que la oscuridad
parecía estar de mi lado, y dejaba de llamarme huésped
para decirme habitante. Durante ese mes tenía en la terraza
un telescopio, montones de cervezas y sonaba como nunca
la voz de Billie Holiday
hasta que reconocía en la garganta la llegada del amanecer
por su ardiente exhalación de magnolias,
y veía entre lágrimas las bandadas de golondrinas
fugarse de los aleros para estremecer a ráfagas
el aire frío de la mañana.

Por ausente que esté, por distante que permanezca,
cada año que pasa asisto puntual a la cita
con la más hermosa de las lunas, la luna de septiembre,
porque al mirarla nuevamente en la noche
su acero se vuelve a derretir con dulzura
dentro de mi boca, debajo de mi lengua
y otra vez me invade ese extraño sosiego,
esa confianza que se convierte en fulgor, esa paz
que se hace luz, luz momentánea pero duradera,
como esas lámparas que los propietarios
en los largos meses de vacaciones
dejan a propósito encendidas
para indicar a los posibles intrusos
que la casa vacía permanece habitada.

Motivo antiguo

Me guardaré un dolor de nombres
en la mirada. A la acidez del eucalipto
le deberá su sombra y su perímetro reseco
y su alto beneficio. Plateado
irá sonando el aire.
A la carencia le deberé la súplica,
la entrega, el esfuerzo por medir su vacío.
Nunca hubo luz mía. Que esta ofrenda
sea para siempre mi epitafio.

Ramón Cote Cúcuta, Norte de Santander, Colombia, 1963. Poeta y profesor universitario. Licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense. Es autor de cinco libros de poemas, entre ellos: Poemas para una fosa común, 1984; Los fuegos olvidados, el confuso trazado de las fundaciones, 1991; Poesía, 1992; y Botella Papel, 1999. El libro Informe sobre el estado de los trenes en la antigua estación de Delicias, fue editado en Venezuela en la colección Pequeña Venecia Publicó además: Diez de Ultramar. Antología de la joven poesía Latinoamericana. Colaborador del suplemento de crítica literaria del periódico El País de España. Con su libro Colección Privada, obtuvo, en 2003, el III Premio Casa de América de Poesía Americana.
Última actualización: 28/06/2018