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Kendel Hippolyte (Santa Lucía)

16º Festival Internacional de Poesía de Medellín

Por: Kendel Hippolyte
Traductor: Raúl Jaime Gaviria

Hermano Hueso

No sólo hermanos, éramos unidos.
Muerte, primer hijo de mi madre
Y yo, éramos uno.
Como hermano mayor, me aconsejaba constantemente,
Me aguijoneaba, me espoleaba hacia mi bien.
Era brusco, incluso burlón, mas sin malicia.
La mayoría de la gente lo consideraba duro: de hecho,
mis amigos cercanos le decían Hueso
(en secreto) y me decían que era demasiado exacto,
severo en su perspectiva, cruel.

Tal vez lo era, nunca lo supe.
Yo lo seguía, lo idolatraba porque
era calmado, sabio, profundo a la forma
de todo lo viviente -cada hoja, pájaro, bestia
u hombre. Me enseñó cómo ver.
Existía una claridad, cada cosa poseía un halo
cuando Muerte, mi hermano Hueso
me la señalaba.

nunca estuve solo.
Yo lo amaba, por su fría luz que mostraba
la verdad en las cosas.
Lo extraño ahora.

 

Almendra

pudiste haberme dado, si era todo lo que tenías
el corazón magullado de tu necesidad
hubiese sido, aquella soledad almendrada,
para mí, un oscuro beneficio
más bello, más bienvenido
que la lluvia en días áridos

¿por qué no me diste
siquiera una semilla de tamarindo
de tu aguda, oculta herida?
en vez de cáscaras resquebrajadas, fibras secas de miedo antiguo
pudimos haber tenido eso,
algo para poder intercambiar su sabor, para sentir
que al menos esto lo conocemos ambos

de todas formas puedo responderte mejor lo que te pregunto:
tú, todo el tiempo, querías
que rompiese la almendra de mi silencio
darte incluso las agrias uvas de playa
de una vida enraizada en la arena y sacudida ante el viento del mar,
fruta sarcástica, pero tú la habías comido
(me dijiste después)

todavía parece extraño el nunca haberlo sabido
y aún siento vergüenza
que las uvas ácidas, la carne áspera de las almendras
fuesen lo que tenía-incluso ahora
son lo que tengo

pero porque nunca compartimos nuestra fruta amarga
es un misterio ahora para mí.
qué más han compartido hombres y mujeres
desde el primer instante en el jardín
cuando -olvida lo que sucedió después
no es importante
lo que es importante
es que fue la primera vez -
que un Hombre y una Mujer temblando en tabú
intentaron con todo lo que tenían, con todo lo que sabían
compartir la muerte aunque era esto
lo que les importaba más profundamente

es tarde ya
te doy
la amarga almendra quebrada de este poema.

 

Modistas del progreso

Porque tú no haces caso de las voces de la Imaginación,
ni de las lenguas de los árboles ni de las voces de los poetas,
la tierra hará erupción en una conspiración de poesía y naturaleza.
Terremoto y derrumbe partirán y pulverizarán en escombros

tus altos y Baálicos ídolos de concreto y metal.
El fuego consumirá los palacios prefabricados
hinchados como furúnculos en nuestra tierra inflamada.
El viento destrozará las flacas ilusiones de vidrio coctelero de nuestro progreso
en una brillante lluvia de polvo
sobre ruinas de casinos y altos cementerios humillados.
El océano rechinando los dientes ante nuestra depravada línea costera
espumajeará corrosiva espuma que disolverá tus piedras angulares-
ellas retornarán a la arena.
Pero las palabras del poeta permanecerán.

Los escucharás profetizando en el huracán,
sus advertencias en el oscuro océano susurrando hacia tus aposentos.
Serán las palabras del poeta viniendo hacia ti
en el tronante sermón del derrumbe,
en el vengativo viento blasfemando a través del valle,
la crepitación del sol enloquecido.
Y cuando la tierra haya dicho y recibido lo suyo,
luego, en el verde tiempo de la sanación,
habrá otras palabras, otorgadas a otros poetas.
Habrá piedras preciosas con poderes curativos;
mezcladas con tierra, envueltas en hojas y usadas como emplastos,
ellas protegerán a los niños que las reciten.
Pero estas palabras ahora - son para ti,
Piedras de David, halladas en el río de la reflexión
y recogidas en el poema, listas.
Vengan, modistas del progreso, vengan.
Ustedes tienen los puños de acero de la ley,
las monedas de plata del soborno, el revólver.
Mas cuando ven a un poeta escribiendo poemas,
corren.

 

Tradición 


una vez, cuando niño
abría libros, esperando
que cada uno fuese un cofre con palabras
pensamientos que se enzafiran en la oscuridad
profundamente al interior de la mente de un hombre.
busqué sentimientos que habían cristalizado
en lenguaje- una palabra como “lujuria”
hacia guiños como un rubí en un ombligo,
“misterio” era una esmeralda, la “risa” era una amatista
y una vez, encontré, y luego perdí
una extraña palabra, una sin facetas, integra 
casi más allá del último suspiro y pronunciada mejor en secreto:
la palabra “paz”, como una perla.
cuando era joven, nunca escribí un poema.
las palabras revolotearon, bellas y salvajes
en sus cerrados cajones, brillantes con las riquezas
de las mentes de sus creadores
y, como niño, fue suficiente.
jugué y luego las devolví.

no recuerdo
haber sido un ladrón
o quizás (¿tal vez perdiendo aquella perla?)
hice de mi cabeza un casco, sellado
la riqueza de sentidos que no me habían importado:
las palabras son los únicos diamantes que no puedes robar.
ahora las palabras traquean en mi cráneo
dados cargados en un cubilete resquebrajado
y yo tengo miedo de arrojarlos
y no hay forma de devolverlos
excepto algunas veces, como ahora,
dentro del poema.

 


Mammon


fantasma, espíritu guardián de los bancos, corporaciones transnacionales,  
acuerdos a pleno día en cloacas con aire acondicionado
demonio, comiendo la carne de nuestra infancia muerta
fantasma, efluvio de la enraizada inocencia en la  bóveda craneana
fantasma, cortina de humo entre mi ser y tu ser
cuyo lenguaje es un sí siseante a la corrupción
que saliva hipocresías y se acicala la lengua con musgo
que se desliza entre Hombre y Mujer
que nos multiplica tan sólo para dividir
que suma y luego resta a cero
fantasma, resbaladizo como calles de ciudad húmedas de noche
piel de vinilo y reluciente de artificios
cuya cantera es una mina de oro cerca de Johanesburgo
Mammon
observando crecer a nuestros niños
nunca cerrando ojos de níquel acuñando sus imágenes 
obsérvalo, este dios
sonando como a dados, como a treinta piezas de plata
obsérvalo 
moviendo rápidamente su verde lengua prometedora
obsérvalo
sonreír como una billetera abriéndose
obsérvalo
mientras te susurra a ti ahora.

 

Buenos días, no hay objetos


desperté esta mañana
el gusto del silencio
olor a banana en el cuarto
la memoria de tu seno como zapotillo en mis dientes

no hay objetos en este cuarto
nada más real que lo otro
la mesa esperaba, respirando
la silla sentada
silenciosamente, no diciendo nada

este tazón también
no decía nada en particular
sólo decía banana, naranja
y su boca perfecta
se dilataba ligeramente cuando decía
piña

haz de sol rompiendo la oscuridad
al único crujido en los amantes
fragmentado silenciosamente en fotones
y esparcida la semilla de sol
profundamente en los rincones

la casa dolorida con la noche anterior
pudiste caminar a través de muros
que eran sólo muros
fuera de costumbre
anhelando el singular, el separado
suave sexo de objetos con la luz entre ellos 

la noche anterior
dejó la casa entera bañada de leche
sentí el pezón de cada objeto
si froto el  interruptor de la luz una vez más…

y todo es redondo
encuentro sus centros sin pensar
ahora, como ayer y todas
las otras superficies aplanadas
se curvan hacia atrás en esferas y semicírculos
yo me balanceo hacia arriba como una lengüeta de campana
que se ríe dentro de ti.


Kendel Hippolyte nació en Santa Lucía en 1952 y estudió y vivió en Jamaica en los años setenta. Ha sido descrito por el Libro Heinemann de la Poesía Caribeña como «Quizás el más sobresaliente poeta de su generación». Ha publicado los libros de poesía, Island in the Sun, Side Two…, 1980; Bearings 1986; The Labyrinth 1991; Birthright, 1997; Night Vision, TriQuarterly Books, Northwestern University Press, 2005; Fault Lines, Peepal Tree Press, 2012.

Él mismo afirma de su poesía: «He llegado a pensar en mis poemas como áreas habitables de círculos concéntricos que se mueven desde el extremo del área más pública a la más remota intimidad de la individualidad más recóndita. Aunque es esta última una imagen tentadora, sé que no es 100 % precisa. Los poemas tienen una forma natural de ir y venir a través de los límites. En todo caso es una imagen que ayuda, por eso la utilizo para visionar la poesía como un todo. Así: cuatro círculos: en el círculo más externo están los poemas que critican los nexos socio-económico-políticos en los que el Caribe así como mucho del resto del mundo están atrapados. Los poemas varían en estilo y voz desde la altisonancia radical hasta la seca ironía, la lamentación y la meditación. Ese círculo esta abarrotado de gente forcejeando por todo, por lo bueno y lo malo. Luego en el próximo círculo están los poemas que exploran relaciones más cercanas que aquellas políticas- amistad, padre e hijo, el amor confuso que enmaraña a hombres y mujeres. Un círculo menos atestado. Existen allí individuos, pero no se encuentran aislados; están relacionados con otros individuos. Luego, cruzando hacia un círculo aún más pequeño, me encuentro con poemas que se preguntan y celebran la naturaleza misma de la poesía. Creo que es esta una parte inevitable del camino del poeta, preguntarse por el camino mismo. En el último, en el más interior de los círculos, están los poemas que hablan de lo que considero sea la identidad final, aquellos que buscan el sentido del individuo más allá del rol social y las relaciones. No necesariamente un sentido religioso, pero que marca un camino espiritual. Por supuesto que hay poemas que alegremente rehúsan encajar en ninguno de estos círculos y otros que se entrecruzan en dos o más círculos, completamente indiferentes a mis claras categorías».

Última actualización: 22/11/2021