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Eduardo Perilla

Eduardo Perilla

Mi castigo

En vano busqué tu clítoris.
Al tacto.
       Con mi lengua.
Pero nada.
Tu madre te “capó”
para que no fueras alebrestada
       brincona y
       rebuscona y
por eso lo eres más que ella:
Buscando desesperada orgasmos
haces cualquier cosa con
       cualquiera
como yo…
Que logré darte infinidad de clímax
pero quedé impregnado
       para siempre
del húmedo gelatinoso olor excitante
de tu vulva hinchada!
Te recuerdo agarrando triunfante
mi calurosa erección
asombrada ante los saltos de mi semen
que bañan tu vientre
y tú lo terminas de de esparcir
hasta tus voluminosos senos
(mestiza con aureolas rosadas).
Como si cubriéndote con mis espermatozoides
yo yo
       fuera tuyo!
Y el gran lunar redondito en la esquina
de tu triángulo púbico (ingle izquierda).
Pero tu olor…
Tu olor sexual
quedó en mi glande
en los pliegues de mi prepucio
       para siempre!
Ni antibióticos
       ni fungicidas
ni tricomonicidas.
No he tenido más relaciones.
Temo que descubran tu aroma vaginal
en un casto clérigo virginal
       como yo!

Constancia

Los Caimitos
               Sucre.
Bruma rosada
              atardecer de verano
entre platanares y cañaduzales
frente al rancho de palma
escuela
donde nos reunimos con la ANUC
y alfabetizas campesinos
(El viejito de 70 que llega de primero).
Tres meses sin vernos.
Y nos quedamos frente a frente
en el camino arenoso.
Dejas caer la tiza y la almohadilla.
Suelto el morral
        Hamaca y mosquitero.
Los campesino entienden y
nos dejan sin despedirse.
Las chicharras interminables.
El pulso de nuestro corazón
       Acelerando
el aire contenido en suspiros.
Nunca había hecho el amor
a dos pasos
sólo con la mirada.
Las garzas naranjas
Con el atardecer
y el abrazo sin palabras
queriendo ser uno
que ni sentimos las hormigas
       candelillas
ni la irritante
pelusa de la caña.
Al final de nuestro amor
te llevaste mi piel
       adherida a la tuya.
Quedó mi carne viva
desollado vivo!
Pasados los años
       Muchos
El dolor cicatrizó con tus formas:
Tus ojos canela
tus pechos copa de champaña
tus caderas erectas
tus piernas largas blancas
tus labios mango duro
tus cabellos lacios caoba
cubriendo mis hombros…
No guardo ni una foto ni un papel.
Me basta recordar tu excitación
tu entrega:
       Papi-papi! Jani-jani!
Y quedarte así abrazada toda la tarde
húmedos de nosotros y de la tibia
brisa del mar dorado de Tolú
y Coveñas y Cartagena.
        Ajá!
Haciendo el amor con la ayuda
de las olas!
Las sardinitas picándonos las piernas.
Fue en las esquinas oscuras de Bogotá.
Tras los setos de los pinos.
En los bosques de pinos del Neusa.
En el baño de emergencia:
       -quién sale primero?
En el garaje contra el carro caliente.
En la mesa del comedor de la cocina.
Tras la puerta del patio.
En el tapete blanco
        bajo el piano de cola.
En los socavones del Castillo de San Felipe.
En el yip Willys de Edelmira.

Más que sexo y sexo
era la desesperación por ser 1 (UNO).
Como la primera vez
       admirados:
Yo dentro de ti!
       Una-sola-carne!
Verdad es:
       La muerte duele menos que
        la s-e-p-a-r-a-c-i-ó-n!
Sabernos vivos y aparte.
Sado-masoquistas-incompatibles:
Cactus = erizos = tunas…
Duela lo que duela
       es necesario
dejar constancia:
       Bye – Bye!
       Hasta nunca!

Última actualización: 28/06/2018