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Francisco de Asis Fernández (Nicaragua)

Francisco de Asis Fernández en el 19º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Fredy Amariles

Por: Francisco de Asis Fernández

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 84-85. Julio de 2009.

 

 

El poeta y su espejo1

      A mi nieta recién nacida Andrea Camila

Hay una persona que vive en mi espejo
que se ha hecho con los momentos de mirarme,
y parece contener, por su edad, el costado perverso de mis sueños.
Hace años era diferente. Y el tiempo lo ha hecho otro.
Ahora da la impresión de haber renunciado a mucho
 y no se le ve la belleza que le dio la  juventud.
Parece que en el mundo que vive hace frio y comienza a llover.
El hombre que me sale en el espejo es reservado y reflexivo
y  solo algunas veces repite mis  palabras como en un eco sordo.
Me entristece que sus grandes pasiones le hayan arrugado la piel
y lo hayan ensombrecido con soledad, pensamientos de tristeza,
patas de gallina en los ojos y  profundas ojeras.
Me dan miedo sus miradas de resignación y reproche
y su rechazo profundo a ser cómplice  de la dicha y la mentira.
Su tono esta hecho de pensamientos y no oye mi guitarra,
y  cada día se parece más a mi padre.
Tiene la cara de mi padre ya invadida por la tristeza.
No está de acuerdo con la disipación de mis trabajos y mis días
y  me quiere más fiel a mi casa y a mis sueños.
El compara su mundo lleno de reflexiones
con el mío, que no tiene sosiego ni en la alegría ni en la tristeza,
ni en la verdad ni en la mentira, ni en la prosa ni en la poesía,
y  me ve como un venado joven suelto en los riscos
en un paisaje de piedras y espinas.
Cuando se pasa su mano como un rastrillo sobre su pelo
pareciera que se quiere arrancar de raíz su parecido conmigo
y que ya no quiere tener mas mi imagen mundana
apareciendo inesperadamente para perturbar  la riqueza de su soledad
en su recinto de clausura.

 

 

Con mi otro yo

Hay unos pasadizos secretos entre ese desconocido del espejo
y el perro rabioso que habita mi corazón  y mis arrugas.
Arrinconado, me hipnotiza y me despierta desgarrado por el llanto.
Qué esconde su tristeza muda cuando pregunta:
¿Bailaste músicas imaginarias y no existió la felicidad de tu niñez?
¿Qué sabes de la separación de tus padres y del naufragio de tu familia?
¿Quién de los dos tiene el lado tierno
y quién el lado que sale de la boca del dragon?
Los peores demonios vienen en la falta de orgullo
en la soledad frente al espejo.
Te quitan la sangre del cuerpo, te mienten, te engañan, te traicionan,
y hacen que tu corazón sea ese perro rabioso
que se gana la vida abriendo muertos sin saber adónde encaja,
y atraviesa el maldito infierno para averiguar
 que la poesía prohíbe que un dia se parezca a otro.

Este nuevo día me descubre que para poner a ese desconocido adentro del espejo,
sustituyeron el vidrio con ladrillos de agua transparente
construidos con los ripios sobrantes de los inmensos aguaceros del diluvio
y los deshechos de lagrimas de las tragedias familiares.

 

 

El temor de la muerte

Del temor a envejecer pasé al temor de la muerte.
De todo lo que gané en la vida
pasé al miedo incontrolable de perderlo todo.
A esta edad los arrepentimientos son pesadillas y fantasmas,
que llegan a la memoria y empeoran las noches, acosan y castigan.
Son una casa encendida con cuartos de  memorias clausuradas
que se apagan y se vuelven a encender uno por uno,
con grandes zonas de tinieblas avanzando incontrolables.
Yo quise ser lo que fui
y no se si es muy tarde para ser lo que quiero ser.
Siempre me persigue la llama para que arda,
para que en mi vuelo me crezcan plumas blancas en el cuello y la espalda
y el sol me calcine y me derribe,
para que la poesía me extraiga la virtud
y me arroje íngrimo al desierto humano.
Pero ahora mi miedo animal es a la muerte,
a que ya no existan mi desesperación y mi abandono,
a que lo natural sea que mi yo sea mi nada
y me crezcan las uñas y el pelo en la soledad de la tierra
y mi cuerpo vuelva a ser un puñado de polvo;
miedo a que las agallas y locuras marchitas de mi vida
estén en ese puñado de polvo
y nadie las perciba en ese paisaje de la naturaleza de los pájaros,
o en los labios pálidos de una mujer indefensa.

 

Marinero ebrio

Hay canciones y perfumes que me cambian de nombre,
la ciudad donde vivo y los vigores y angustias de vivir.
Me ponen como un marinero ebrio en la tempestad
con el mar lleno de ballenas entre pecho y espalda,
con Odiseo sin ardides masticando sirenas bellas y marginales
y recitando exámetros para aferrar la lucidez.
Canciones de cuna y de ebriedades. Perfumes de mujeres y de flores.
El cielo se abre y el mar se parte.
Y uno embrocado, de la boca de los versos a la hoguera
con la rabia de las visiones y los sueños
posponiendo la basura, lo obvio, la sobriedad,
y la prosa hedionda de despertar por la mañana.

 

 

Borrachera de medianoche

Un  tanto animal y un tanto poeta
el  desperdicio de mi vida me sofoca,
igual que tocar una página blanca con las manos limpias.
Quisiera dormirme como un caballo que no sabe dónde duerme
para no ver las sombras que veo en la penumbra.
¿Las veo con mis ojos o están dentro de mi?
¿Qué me reclaman, qué quieren de mi mundo?
Me tocan como un mendigo toca a mi puerta
y  yo toco sus manos con miseria.
Las veo y se me hunden los ojos
y  la incertidumbre  me sale por la boca.
Dejo las luces encendidas toda la noche
para no verlas venir con las manos vacías extendidas.
Lo que drago en mi memoria me hiere con filos usados.
Son las costas rocosas por donde pasé siendo príncipe y mendigo,
intentando salvarme de Hiroshimas, Julietas y Ofelias.
Sueño imaginaciones y pesadillas
y no logro domar las bestias salvajes de mi memoria.
Ella aparece como un viento violento,
como un insecto tierno sobre las nubes metido en mis sueños.
Alli veo que mis amores solo se comparan  a los de las películas,
pero  sin el crayón oscuro sobre la cara del rencor,
sin la cara del suicida lanzada a la oscuridad.
La atmósfera de las películas de mi vida
tiene  piel de fauno, incienso, petalos, fuentes de Trevi,
un músico desquiciado traveseando las cuerdas de los angeles
y un capitán Lamparilla arrollado en el cruce de las vías del
ferrocarril.
Pero ahora soy un cimarron arisco en odres viejos
y le tengo miedo a la soledad y a una vejez miserable.
Ahora soy un modelo viejo del 45 descontinuado
que no quiere deshacerse de mucha basura,
ni siquiera de los malos amigos miserables,
ni de las musas ineptas,
ni de los poetastros racionales y encantadores desnudos de
 virtudes.
Todos ellos son mejores que nada
en este país que tiene mas fusiles que palomas.

 

Corresponsal de guerra

 A la memoria de mi gran amigo,
el poeta Alvaro Urtecho
.

Lo que yo afirmo con mi poesía
lo confirmo con mi llanto.
Yo soy un corresponsal de guerra
que hago en poesía los reportajes de mis heridas.
En esta guerra solo si te rompen el corazón
puedes entregar un pedazo creíble de ti
o el secreto de una agonía personal
escondido en el canto de un pájaro oculto.
Esta guerra ha hecho en mi cuerpo un mapa de tatuajes:
este tatuaje de rosas secas habla de mis carencias;
este otro, de un parque de flores tronchadas,
dibuja los abandonos y las promesas incumplidas;
estos nombres que sangran, cuentan de soledades
y serpientes que durmieron conmigo
con el veneno que asfixió mi esperanza;
aquí en éste, yo soy el cazador y esta mujer es mi presa,
y no se si me gusta la cacería o me gusta la presa;
en esta, estoy con una gata salvaje que baila músicas imaginarias
y  toca las teclas del clavicordio y las cuatro cuerdas del violin
que la convierten en carne mística  de mi instinto animal,
me hace un perro rabioso ladrándole a la luna
y una lombriz buscando su anzuelo.
Aquí en éste aparezco nadando con ángeles y tiburones.
Y aquí hay un texto sobre mi espalda que dice
que hay mil millones de soñadores en el múndo
y que pueden irse todos ellos al infierno
porque yo sueño con la vida después de la muerte,
con  la iluminación de mi casa en el firmamento,
aunque no se si desde ese lado luminoso
se pueda ver el lado oscuro de la vida.
Yo soy un corresponsal de guerra
que tiene ya una fatigada  felicidad sin ambiciones,
la estrella oscura y efimera de cualquier hombre
que padece la angustia de necesitar una razón,
que persigue zurcir la verdad con la mentira en mi ropa vieja
y que sabe que la belleza y el amor son flores carnívoras
que se deshacen, juntan sus pedazos, se reproducen,
mueren y vuelven a nacer.

 

 

Crimen perfecto

Pon tu mano cerca de mi corazón
que es capaz de cometer un crimen perfecto,
que es capaz de mirar hacia atrás y desear otro pasado,
haber sido sin ser y soportar lo que viene,
que es capaz de olvidar lo que amó.
La culpa de mis tropiezos y mis traspiés
la tiene mi corazón que olvida.
Alma  andrajosa la mía
que deshace, en lo intimo de la noche,
todo lo que amó, sin poner fin a mi vida.
En un mundo toco el piano y en otro rompo las cuerdas.
Mi rosa es vagabunda pero es mi carcelera.
Cuando alzo los puños es cuando me doy por vencido.
Muchas islas abandonadas son mi agonía
y ya no tengo la ansiedad de perder
ni la inspiración de ganar.
¿Cómo puedo creer en mi corazón
si es capaz de olvidar pedazos de vida tan grandes,
el dulce tono que tuvo la voz de mi juventud,
el fraseo y el temperamento de sus versos?
¿Cómo puede olvidar la edad de cuando gastaba la vida
Y  pagaba con versos?
Francisco de Asis era un pájaro expresivo
con el corazón descuadernado,
con una hermosa cara de tristeza y otra de alegría.
El olvido es un crimen perfecto
pero  hace que las paredes de la vida se derrumben
y que el mago se quede sin pájaro oculto.
El olvido es una miserable cuerda de violin
que perturba mi sueño y no logra despertarme.
El olvido es un crimen perfecto
que hace que mi amor no haga par con mi amor propio
y deja huellas imborrables para perseguir al asesino.

 

 

Atrapado

Mi imagen al revés reflejada en el agua
y el alma separada de mi cuerpo.
El cuerpo le pertenece al espacio infinito
y el alma está prendida en el agua.
Mi alma cautiva está hundida en su interior
en un pozo de luz que le teme al vacío
y al encendido rojo, azul y dorado del sol.
Estoy reflejado en el agua como una escultura
liberándose de la piedra.
En el espacio abierto me siento ficticio y fugaz
 como el poder
pero mi alma adentro dice la verdad
porque no aprendí a obedecer ni a desobedecer.
Afuera, el lunes uno empaca sus cosas hermosas
y el martes, te matan.
Afuera, con tristeza y miedo viene uno de lejos
solo para perder
y a mi edad ya no me atrevo a rebelarme.
Adentro escribo para sobrevivir.
Cuando escribo toco cada parte de mi vida
con la yema de los dedos.
Eclipsado por la guerra me refugio en mi letra
y entro al escondite de mi letra
buscando mudar de piel.


Fotografía Fredy Amariles

Francisco de Asis Fernández  nació en Nicaragua en 1945. Poeta y promotor cultural. Es presidente de la Fundación Festival Internacional de Poesía de Granada. Ha publicado los libros: A Principio de Cuentas (Poesía, 1968) con ilustraciones de José Luis Cuevas; La Sangre Constante (Poesía, 1974); En el cambio de Estaciones (Poesía, 1982, con ilustraciones de Fayad  Jamís); Pasión de la Memoria (Poesía, 1986); Friso de la de la Poesía, El Amor y la Muerte (1997); Árbol de la Vida (1998); Celebración de la Inocencia (Poesía Reunida, 2001); Espejo del artista (Poesía, 2004), Orquídeas salvajes (Poesía, 2008); Granada: infierno y cielo de mi imaginación (Poesía Completa, 2009) y la antología de poemas Poesía Política Nicaragüense, editada por el Ministerio de Cultura de Nicaragua.

Última actualización: 19/11/2021